Impacto, gatitos y famosas desnudas

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JOAN B. GALÍ / BARCELONA

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En la universidad, los profesores de periodismo, destacados catedráticos y doctores, explicaban que este oficio es una herramienta fundamental para la democracia: "Es una profesión muy seria, tenemos que ser el contrapeso del poder" afirmaban desde detrás de sus gafas de pasta negra. Sus clases iban siempre acompañadas de los grandes referentes: Larra, Gaziel, Hemingway, Capote, Reed, Pla y así una larga lista. Personajes con una aura de eruditos entregados a su profesión. "En vuestras manos está escribir lo que mucha gente considerará la realidad", concluían. No era extraño salir de esas clases sintiéndote un poco Clark Kent y rezando para que el teclado o el bolígrafo no fuera tu 'kryptonita'.

Pero la burbuja académica de los altos conceptos éticos y profesionales nos estalló a muchos en la cara al salir a la calle. A un mundo digno de Carroll donde la jerarquía racional se subvierte: el digital. El primer gran batacazo llega al ver el orden de los contadores de visitas de todos los medios españoles. Donde haya un par de pechos o un gatito persiguiéndose la cola, que se aparten los extensos reportajes de conflictos internacionales. Fuera el texto, bienvenida la imagen y el vídeo. En una palabra: entretenimiento. El segundo, ya un gancho en el mentón, que el periodismo es también un negocio y que como negocio está sujeto a este contador. Cuando se reparte el espacio de la portada es necesario encontrar un equilibrio entre las llamadas 'soft news' y las 'hard news'. Entre lo que el lector quiere ver y lo que debe ver. Entre lo que hace subir los impactos publicitarios y lo que nos refuerza la reputación periodística. Entre lo que mantiene una empresa y lo que la define. 

Las dos versiones de lo aprendido, la teórica y la práctica, tienen su legitimidad y son necesarias. La primera, la de los elevados ideales, nos recuerda a todos la importancia de lo que implica teclear cada palabra en cualquier medio, incluso en los comentarios. La segunda nos da un baño de realidad con las prioridades mayoritarias del lector español. ¿Hay un problema de educación y de falta de cultura del rigor? ¿O simplemente la anonimidad de la pantalla revela el pequeño niño morboso que todos llevamos dentro? Lo cierto es que, seguramente, si estás leyendo esta columna, sea por las palabras escogidas para el titular. 

Publicado en la revista cultural Atzucac.cat

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