DÍA MUNDIAL DEL MAESTRO

Tres ejes y tres pilares para la escuela del futuro

Moviéndonos solo a toques de PISA y desde la miopía del corto plazo, seguimos con una educación transmisora, memorística y selectiva

Un grupo de alumnos durante una clase en una escuela de Barcelona.

Un grupo de alumnos durante una clase en una escuela de Barcelona. / periodico

PERE VILASECA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Este curso las escuelas del país han comenzado a aplicar la séptima reforma educativa de la democracia. Una más, vivida en la mayoría de escuelas en la más estricta indiferencia, cuando no 'pasotismo'. La sociedad, por su parte, ha acabado teniendo la conciencia de que las reformas sirven de bien poco, pero al mismo tiempo, que la escuela necesita un cambio en profundidad. Una vivencia contradictoria fruto de la desconfianza hacia las administraciones educativas, con independencia del color político.

Y la sociedad tiene razón. La escuela necesita, más allá de las leyes, un cambio en profundidad.

Un cambio que supone un reto muy complejo, en el que solo podremos hacer frente sumando esfuerzos desde la confianza entre todos los agentes educativos, sin prejuicios, ni dogmatismos. Un cambio profundamente democrático que supere los sistemas de intereses privados, ideologías y partidos. Lo que necesita la escuela, no se puede entender desde la distancia corta de los cuatro años. Necesitamos una mirada a un mínimo de 15 años vista, porque la dificultad no radica tanto en saber dónde queremos llegar (aquí el consenso debería ser complicado), sino en el cómo llegar.

Debemos tener claro dónde y cómo queremos llegar y cuáles son las finalidades.

INTUICIÓN Y EXPERIENCIA DE ÉXITO

El dónde queremos hace ya mucho tiempo que lo tenemos muy claro. La intuición y la experiencia de éxito de muchas y muchos maestros y de la globalidad de algunas escuelas lo garantizan, y no de ahora, sino de hace muchos años. Las propuestas pedagógicas y las buenas prácticas avaladas desde las ciencias del aprendizaje, como 'Los siete principios' que nos orientan en la creación de entornos de aprendizaje de futuro. Y el buen camino seguido por algunos países, nos lo ratifican.

El proceso de aprendizaje debe pivotar en tres ejes: la interdisciplinariedad, el trabajo cooperativo y las competencias. Y tener una escuela que se fundamente en tres pilares: cognición (aprender a aprender), emoción (aprender a vivir) y ética (aprender a convivir y cooperar), entendiendo que solo se pueden hacer realidad desde una escuela plenamente inclusiva, de acuerdo con la realidad de cada entorno.

¿Y cómo hemos de llegar? Pues cambiando en profundidad, la organización y la estructura de la escuela, los horarios, el acceso a la carrera docente y en su caso a la función pública. El sentido de las áreas y/o materias y los requerimientos para impartirlas. Cambiando la función de la inspección. Reduciendo significativamente el peso del currículo obligatorio. La evaluación.... El papel de los municipios... La finalidad de los equipos docentes .... etc. Cambiando la realidad, sin miedo, poniendo a los alumnos en el centro.

Entretanto, moviéndonos solo a toques de PISA y desde la miopía que no permite ver más allá de tres palmos de la nariz, seguimos teniendo una escuela transmisora, memorística y selectiva. El mundo necesita personas competentes para trabajar y cooperar con los demás desde la diversidad, personas que piensen desde la creatividad, personas que sepan regular sus emociones para poder vivir en plenitud en una sociedad compleja.