El fondo del pacto

El cambio de Mas le lleva a transitar el terreno de Junqueras, donde probablemente será bienvenido

XAVIER BRU DE SALA

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Que si ha perdido Mas, que si ha ganado Junqueras. Interpretaciones, las hay para todos los gustos, pero lo cierto es que ambos están satisfechos. Entre la buena nueva del pacto anunciado y el calvario que les esperaba de persistir la discordia media un abismo. No acostumbro a escribir tuits, que bastante saturada va la red, si no tengo nada que decir de forma muy condensada. Uno de los que hice al empezar las disensiones, meses atrás, decía: «O Mas y Junqueras o ni Mas ni Junqueras». Naturalmente, fue bastante retuiteado. La peor situación para el independentismo consistía, y consiste, en la confrontación de dos modelos de país de manera superpuesta a la posibilidad de disponer de un país con cotas estándares de soberanía. Doble división, nacional y social, y encima más forzada que real. La pregunta que se prefiguraba era: «¿Hacia la independencia con Mas, el conservador, o de cabeza a la independencia con Junqueras? La respuesta: «Hacia la independencia de ningún modo». No con un clima como el vivido.

Con el pacto y una fecha tan lejana como el 27 de septiembre, Mas se arriesga finalmente a perder, lo que no quería, y Junqueras admite su condición de segundo. Ya no hay lista única (ya veremos si el tema acaba para resucitar). Se han acabado los intentos -todos fracasados— de desacreditar a Mas como líder independentista. Aun así, lo más significativo del acuerdo son los nueve meses de campaña conjunta que nos esperan y, sobre todo, el argumentario común para la independencia, que se basará en el de Junqueras. Si en la superficie de las cosas es el líder republicano quien ha cedido, en el fondo gana ERC. Junqueras no se ha movido de su ideario. Mas, sí, y cómo explico a continuación y en el futuro, por partida doble.

Voluntarioso independentismo social

Lo que ha propiciado el pacto, antes que la presión del voluntarioso independentismo social, es el cambio de Artur Mas. El doble cambio de Mas. El primero, que no viene de ayer sino de los últimos años, ya está culminado. El segundo apenas empieza, y dejará aún más maravillados a muchos de sus examigos conservadores, que lo abandonan por independentista, y también a muchos de sus enemigos, soberanistas de izquierdas, que no lo querían, de forma que no pocos de estos últimos se volverán exenemigos.

El primer cambio ha consistido en transitar de la reivindicación de más autonomía, el signo de identidad histórico de CiU, al independentismo. La vía, más bien atajo, el derecho a decidir. ¿Recuerdan la teoría del original y la copia, según la cual Mas perdería siempre ante Junqueras si se emperraba en jugar en el terreno independentista de ERC? Pues se ha revelado errónea. Salvo algunos frikis partidarios de teorías de la conspiración, nadie duda de que Mas se propone conducir a Catalunya tan lejos como pueda en el camino de la independencia. Su objetivo es cerrar la etapa autonomista y pasar a la historia como el último 'president' de la Generalitat, quien sabe si como el primero de la república catalana. A Junqueras le ha resultado difícil admitir el pedigrí independentista de Mas -en el fondo un recién llegado, sospechoso de unionismo camuflado—, pero finalmente se ha rendido a la evidencia. Ahora Mas es ya, de pleno derecho, el Alex Salmond de Cataluña. ¿Que puede acabar como Salmond? De acuerdo. No lo podemos saber. Pero consta que Junqueras ha dejado de negarle la plaza. De negársela y de disputársela, y eso es el que cuenta.

El campeonato de los recortes

Pero en el fondo del acuerdo subyace una cuestión aún más importante. El tránsito de Mas, desde ganar el campeonato de los recortes, no hace ni tres años, hasta la meta o el podio del independentismo social. No es que se vaya a volver antisistema, está claro, pero si las lógicas que se desprenden de los síntomas y los acuerdos no fallan, Mas adoptará, suavizará, y quizá por ello mejorará el discurso tradicional del independentismo de izquierdas.

Si hasta ahora, las clases medias tenían que salir favorecidas con la independencia (además de unos cuantos de los actuales ricos, aunque no se diga), a partir de ahora la independencia, en boca del propio Mas, servirá para construir un país donde, a contracorriente del mundo, disminuya la brecha que separa cada vez más la gente normal de los ricos, y empuja la gente normal hacia la pobreza. La cuestión no será salir de la crisis más o menos deprisa, sino disponer de instrumentos (por supuesto de Estado) para ayudar a quienes más lo necesitan.

El independentismo siempre ha sido minoritario y de izquierdas. Ahora que deja de ser minoritario aspira a ser mayoritario en base de convencer a más sectores de las izquierdas. También en este trabajo, Mas transita hasta el terreno de Junqueras, donde probablemente será bienvenido. No por el bien de las izquierdas, sino de Catalunya, claro.