Premios: siempre David contra Goliat
Llega la temporada de premios y me atraen las películas de las que apenas he oído hablar
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
JOSEP MARIA POU
Ha empezado ya de nuevo la locura de los premios. En las últimas semanas, al llegar a casa, mi buzón de correo postal me miraba con cara de pena, agotado, las mandíbulas abiertas, los sobres asomando, desbordados, peleando unos con otros por hacerse un hueco. He oído a diario el suspiro de alivio -metálico, de mínima rejilla funcional- que soltaba el buzón, cuando, libre de carga, podía volver a cerrar la boca. Por mucho que el tal buzón tuviera una boca como un buzón (expresión que, referida a una persona, siempre me ha parecido harto grosera) la carga diaria lo superaba. Ni las fauces de un cocodrilo hubieran alcanzado. (Si, como a mí, la imagen del saurio le repele, cambie cocodrilo por hipopótamo y la imagen sigue siendo válida).
Los miembros de las distintas Academias de Cine recibimos estos días información y copias de las películas que conforman la cosecha del año y que aspiran a alguno de los premios que empezaran a repartirse en breve. En esa avalancha de aspirantes a premio me emociona observar, año tras año, la lucha denodada del chico contra el grande. Aquellas películas que han conseguido notoriedad (léase, taquillazo) a lo largo del año lo tienen fácil, muy fácil. Les basta con una simple tarjeta, a modo de recordatorio displicente: «Ya sabéis dónde encontrarnos». Pero aquellas que apenas lograron tres días en alguna sala, las del visto y no visto en la cartelera, las que no llegaron siquiera a ocho líneas en la crónica del estreno, luchan humildes, aunque con agallas, para hacerse visibles en el momento de los premios: «Un minuto de su tiempo, por favor, y perdón por las molestias».
Abro con especial simpatía los sobres que contienen películas modestas, documentales, cortometrajes, de los que apenas si he oído hablar. Y me admiro de las ganas enormes de hacer cine, pese a las dificultades. Por suerte, la informática ha venido a democratizar el mundo de la imagen: basta una cámara doméstica, o un móvil más o menos inteligente, para rodar un corto, camino del largo, y abrirse hueco, a empellones, pero con talento, en el palmarés de los premios que vienen.
En las nominaciones que se han publicado estos días ya se han producido algunas sorpresas. Habrá que estar atentos (mañana domingo, los Globos de Oro; el 1 de febrero, los Gaudí; el 7 de febrero, los Goya; y el 22 de febrero, los Óscar) para ver cuántas de esas sorpresas se concretan en premios, cuánto David llega a hacerle pupa a Goliat.
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