Cuando la responsabilidad se confunde con la cobardía

La crisis en Siria nos pone frente al espejo de nuestras contradicciones y carencias.

Quedan pocas dudas sobre el uso de gas sarín como arma letal contra más de un millar de sirios. Tampoco parece que haya demasiadas dudas sobre la autoría de la masacre. El uso de armas químicas es condenado por el protocolo de Ginebra del 1925 y prohibido por la Convención del 1993 que prevé que el uso de las mismas comporte una intervención directa de la comunidad internacional con el aval de la ONU o sin este aval.

Aún así, el Consejo de Seguridad de la ONU no ha podido llegar a un acuerdo para una intervención en la región por el "niet" de Rusia y el "bú" de China, aliados de El Asad.

David Cameron alineado con los Estados Unidos para una acción militar en la zona, tiene que recular porque el Parlamento británico le ha denegado el permiso.

Obama ante la manda de apoyo por parte de la ONU y el Reino Unido, decide él también --a pesar de que no tiene ninguna necesidad-- hacer la consulta a la Cámara de Representantes y al Senado de los EE.UU., con algunos interrogantes sobre si obtendrá el apoyo o no de una cámara de representantes con mayoría republicana.

La Casa Blanca también intenta conseguir el apoyo de la Liga Árabe y se encuentra con Arabia Saudí a favor pero con Egipto en contra.

Francia, por su lado, se esta planteando llevarlo a deliberación a la Asamblea Nacional francesa para actuar, en todo caso, con el apoyo parlamentario.

En Siria, desde la oposición, Ahmed al Jarba, líder de la Coalición Nacional, pide una operación internacional y denuncia la ocupación de Siria por tropas iranís. Pero como el ejército sirio libre se ve desbordado por grupos islamistas integristas, el levantamiento del embargo de armas para ayudarlos choca con la dificultad para controlar la trazabilidad de las armas y el riesgo que llegue a manos de los yihadistas de Al Qaeda, que también se encuentran en la zona.

Los opositores luchan contra un "tirano", un régimen brutal pero laico que se presenta como muro de contención contra los integristas.

En este panorama, Occidente se podría encontrar en Siria ayudando a los mismos islamistas contra los que lucha en Mali o en Afganistán.

Realmente el tablero de Oriente Próximo es tan terriblemente enrevesado que nada garantiza que una intervención por parte de Occidente sirva a los objetivos de evitar más muertes y masacres. El no hacer nada comporta también grandes riesgos en cuanto a la escalada en el uso de armas químicas.

Por esto, las dudas tanto por parte del gobierno de los EE.UU. como de Francia son más que razonables y se tendrían que entender como de prudencia y responsabilidad y no como se han apresurado algunos regímenes a tildarlas como una muestra de miedo o cobardía.

Ahora bien, que la comunidad internacional no pueda actuar para parar una guerra que ya lleva más de 100.000 muertos y en la cual la última semana más de 1.000 personas han sido gaseadas, pone de manifiesto las carencias de las herramientas que esta comunidad tiene al alcance para defender la paz y la dignidad.

¿Cuántos años hace que estamos hablando de la reforma de la ONU para hacer de ella una institución que pueda servir a los objetivos con los cuales se ha comprometido?

Por una falta de poder de decisión, los conflictos se eternizan y hacen cada vez más difícil parar, con garantías, las vulneraciones de los derechos humanos en los diferentes frentes abiertos hoy existentes.

Por su lado, la Unión Europa está basada en los valores del respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el estado de derecho y los derechos humanos. Y a la vez está comprometida en la promoción de estos valores con el resto del mundo.

¿Cómo puede garantizar el cumplimiento de estos compromisos, si las instituciones que le tienen que dar cobertura tienen una falta de credibilidad y/o de autoridad?

Hoy volvemos a ver la debilidad de una política exterior y de defensa europea que pueda dar una repuesta unánime a la masacre en Siria.

Cuando hace cuestión de meses que el régimen de El Asad bombardeaba con aviones Mig su población, se estuvo discutiendo si se creaba una zona de exclusión aérea que pudiera evitar la actuación de los bombarderos sirios. No se llegó a ningún acuerdo y la escalada del gobierno ha ido en aumento, con la ayuda de los grandes aliados Irán y Rusia.

En una comparecencia en la comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo, Pascal Lamy, cuando aún era director de la OMC, dijo que para hacer frente con garantías a los retos de una gobernanza internacional era necesarias organizaciones basadas en el lideraje, la eficiencia y la legitimidad, y que ninguna de las que existen ahora reunen al mismo tiempo estos tres requisitos.

Este es uno de los grandes obstáculos a la hora de cumplir con  nuestros deberes y con los valores con los cuales nos hemos comprometido.

Hoy o mañana habrá que tomar una decisión sobre Siria, ¿pero sobre qué bases, con qué apoyos, con qué garantías?