a favor

Más vale prevenir

JOSE MARÍA FUSTER FABRA

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El problema del islamismo radical es muy complejo. Los ejemplos vividos, que nos llevan desde estructuras organizadas y jerarquizadas como Al Qaeda -con atentados como el del 11-S- a células que actúan como referentes y se autoactivan -como las que cometieron el 11-M-, grupos radicalizados como los que planeaban el atentado en el metro de Barcelona o fenómenos como los recientemente aparecidoslobos solitarios, obligan a una ardua tarea a los diferentes cuerpos que tienen encomendadas labores de información.

Que Catalunya es un fococalientelo afirman todos los servicios secretos mundiales. Lo es probablemente junto a Bélgica, uno de los puntos más peligrosos de Europa. Las labores de infiltración de efectivos policiales son lógicamente más difíciles por cuestiones puramente étnicas, y queda por ello la obtención de información por otras vías, entre ellas el seguimiento y control de aquellos grupos que pueden aparecer como más radicalizados.

El límite ha de estar siempre en el respeto a los derechos fundamentales, pero no olvidemos que solo una muy buena labor de información es la garantía de que no se acaben produciendo injusticias, inclusive entre la propia comunidad musulmana, mayoritariamente pacífica.

No se puede caer en la demagogia de querer seguridad y exigir operatividad si antes se critican las tareas de información que todos los servicios de información del mundo realizan. Las actuaciones policiales que evitan atentados requieren siempre una tarea previa de obtención de datos, seguimiento de personas y análisis de estructuras.

El control de personas que pueden manifestar signos externos de aceptación de criterios radicales del islam puede llevar a la localización de focos violentos donde la cultura de paz no está arraigada.El islamismo radical considera la existencia de una auténtica guerra contra Occidente. Una guerra unilateral que se canaliza mediante acciones terroristas donde, al contrario que en las guerras convencionales, unos matan y otros mueren, unos no están sometidos a reglas y otros se rigen por lo que marca un Estado de derecho. Desgraciadamente, el terrorismo en general ya ha causado bastante dolor como para pretender ahora poner en la picota a quienes nos protegen.

Respetando siempre los derechos, es necesario un ejercicio de responsabilidad. Para ello confiemos en los Mossos, en la Guardia Civil, en la Policía Nacional, en los servicios de información, en jueces y fiscales. Porque, como dice el viejo refrán, más vale prevenir que curar.