Rescatar a la política

Nadie que hoy ostente responsabilidades públicas o privadas merece ser objeto de envidia. España vive el momento económico más crítico de las últimas décadas, y para quienes tienen que tomar decisiones, sean políticas o empresariales, no existen opciones gratas: deben elegir entre lo malo y lo pésimo. Vaya esto por delante para aclarar que entre estas líneas no subyace una diatriba contra los políticos, sino una llamada de auxilio: el noble ejercicio de la política necesita con urgencia un rescate.

La buena noticia es que esta operación de salvamento no precisa de miles de millones de euros del erario, a diferencia de lo que sucede con el de la banca. La mala, que el náufrago todavía no ha tomado plena conciencia de serlo, de modo que si entre todos le echamos el salvavidas no es seguro que se aferre a él.

La democracia es el menos imperfecto de los sistemas de gobierno, pero necesita de la Política, con mayúsculas, para conservar y reforzar su legitimidad. Porque la política con minúsculas --léase politiqueo-- socava la propia democacia.

Cuando un partido oculta en campaña su programa electoral y luego lo incumple desde el poder; cuando un presidente rehúye a los medios de comunicación y amparándose en su mayoría elude el control parlamentario, cancelando debates como el del estado de la nación; cuando un Gobierno oculta información y trata como si fueran niños a los ciudadanos cuyos impuestos gestiona; cuando se bloquea la depuración de responsabilidades en la misma banca a la que se sanea con dinero público; cuando se ampara a cargos institucionales con conductas inmorales, si no corruptas... Cuando todo esto sucede, la sociedad se siente estafada y el sistema democrático se tambalea.

Nada será como antes

Todos asumimos ya que tras esta crisis nada será como antes. Todos, salvo esos políticos empeñados en perpetuar una partitocracia en ruinas y un despotismo ajeno al sentir ciudadano. Antes de que sea tarde, señores políticos, déjense rescatar.