El turno

Alemania reacciona; ¿y nosotros?

GABRIEL Pernau

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La imagen previa al apocalipsis era de una belleza cautivadora y salvaje, casi diríamos que inmoral. La toma desde el helicóptero mostraba una sucesión de olas que avanzaban en formación hacia la costa, alineadas una tras otra, separadas por centenares de metros y lanzando salpicaduras de espuma sobre un mar azul y encalmado. De repente, la perfección del orden natural se transmuta en película de terror. La masa de agua toca tierra y, con una fuerza lenta, pero imparable, se lleva por delante todo lo que encuentra, convirtiendo el paisaje trabajado durante siglos por un pueblo tenaz en el rostro de la devastación.

En Japón, 50 héroes se juegan el tipo en el interior de la central nuclear de Fukushima intentando evitar el desastre, la economía está semiparalizada y los equipos de rescate localizan cada día centenares de cuerpos entre los escombros. La cara del primer ministro,Naoto Kan,que ayer reproducían los diarios, era la imagen de la derrota. Seguro que nunca imaginó que a él y a su previsor país les podría caer encima el cúmulo de desgracias que han tenido que afrontar la última semana.

En Europa, la diligencia con que ha actuado la cancilleraAngela Merkelha descolocado a la mayor parte de gobernantes. El Gobierno de Alemania -recordémoslo, de centroderecha- cierra de forma temporal siete centrales nucleares y rectifica una decisión que él mismo tomó hace menos de medio año: la ampliación de la vida útil de las centrales. Lo haga o no por electoralismo -hay elecciones dentro de pocos meses-, la decisión refleja la preocupación de los ciudadanos ante el potencial terrorífico que, en situaciones excepcionales, pero que de vez en cuando suceden, tiene una fuente de energía que todos los países desarrollados tenemos incorporada a nuestras vidas.

Y mientras, en España se anuncia que el Congreso debatirá sobre la seguridad en las centrales, pero que los partidos intentan evitar que se hable del futuro de esta clase de energía. ¿Tomar una decisión? Esto solo lo hacen los japoneses de Europa.