Manifestación: un mes después

XAVIER Bosch

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Tenían razón. Después de que conociéramos el alcance del recorte de la sentencia del Estatut,Alfonso Guerray otros profetas del socialismo español corrieron a asegurar que la manifestación de los catalanes quedaría en agua de borrajas. Efectivamente, lo clavaron. Dijeron que serviría para que nos desahogáramos y, luego, que por mucha gente que fuera al paseo de Gràcia, todo volvería a su cauce. Conocían demasiado bien nuestro talante –demasiadosenyy pocarauxa– y, sobre todo, sabían que el calendario jugaba doblemente a su favor: con agosto al caer y las elecciones al Parlament a la vuelta de la esquina. De entrada, las vacaciones han amortiguado el subidón de ese millón de personas que salieron a decir basta y a defender la dignidad de Catalunya con contundencia, festivamente, sin incidentes. De todo ello solo quedan el buen recuerdo de los que participamos en ella y unos cientos desenyeresque cuelgan aun los balcones, más para hacer la competencia a las banderas españolas de los vecinos que siguen con la euforia de la victoria del Mundial de fútbol, que por seguir con la reivindicación nacional. Parece como si esa movilización histórica, con tanta gente delante como detrás de la cabecera, solo hubiera sido una merienda en Les Planes. En este sentido, nuestros políticos han sido los primeros en hacer que se desvanezca la ilusión del 10 de julio. Unos porque ya se veían volviendo al Govern y no les conviene demasiado ruido, los otros porque ya empiezan a mirar con qué empresa contratarán la mudanza, esto parece una nación cerrada por vacaciones. Parece que soloLaporta,en plena descompresión barcelonista, ha sabido aprovechar el verano para avivar la llama del soberanismo sin complejos. Tal vez no llegue a tiempo, pero entre losreagrupatsque pueda atraer, el notario convergente y elrookiede Esquerra, su Solidaritat Catalana, que habla sin tapujos de prescindir de España, puede llegar a ilusionar a muchos ciudadanos hartos de proyectos conocidos, tibios o con la credibilidad a la altura de los tobillos. El mayor error que puede cometerse con elLaportapolítico es despreciarlo.