La rueda // JUAN-JOSÉ López Burniol
El largo vuelo de un escritor
Me es difícil precisar la causa por la que siento una vieja fijación por el escritor Antoine de Saint-Exupéry, que me impulsa a leer cuantas noticias se publican sobre él, como el hallazgo, hace unos años, de los restos del avión que pilotaba, desaparecido en el Mediterráneo durante su última misión, y, recientemente, el reconocimiento por Horst Rippert, un alemán de 88 años, de que fue él quien derribó su avión. Mi adicción por Saint-Exupéry no se debe a su obra más popular --El Principito--, que intenté leer más de una vez durante mi adolescencia, sin lograrlo. Pero sí leí con gusto, por entonces, otros de sus libros: Correo del Sur, Vuelo Nocturno, Tierra de hombres y Piloto de guerra. Escritos sobre la base de su experiencia personal, completan su perfil.
Nació el año 1900, en una noble familia venida a menos. Huérfano de padre, pasó la infancia en un castillo de Provenza, educado por una madre inteligente. Fracasado en su intento de ingresar en la Escuela Naval, se hizo piloto y, tras una etapa en el Ejército, pasó a la aviación civil, estrenándose como correo en la línea Casablanca-Dakar. Al estallar la segunda guerra mundial, luchó desde el principio contra los alemanes, si bien --cuenta Raymond Aron-- "provocaba las iras de los gaullistas" pues no "aguantaba su sectarismo". Desapareció, durante un vuelo, en 1944. Su obra, inseparable de su vida, tuvo éxito. Editada en su mayor parte por Gaston Gallimard --a quien, según su biógrafo Pierre Assouline, hizo descubrir "los valores del heroísmo"--, nutrió durante 20 años la lista de grandes tiradas de su editorial. El pensamiento de Saint-Exupéry oscila entre dos polos. Uno que le hace decir que "estoy triste por mi generación, que está vacía de toda sustancia humana"; y otro que sostiene su esperanza, al inspirarle el pensamiento de que "la vida camina hacia la conciencia". La raíz de su optimismo está en su fe en el hombre, viva en las palabras dirigidas al nómada que le recogió, cuando estaba perdido en el Líbano: "Tú eres el hombre y me apareces con la cara de todos los hombres a la vez". Quizá por eso le he recordado siempre.
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