Novedad editorial

Benjamin Labatut, el escritor que critica la ciencia mientras se hinca de rodillas ante ella, publica 'MANIAC'

'MANIAC', de Benjamín Labatut: el fuego de Prometeo

'Un verdor terrible': un delirio metafísico

El escritor chileno Benjamin Labatut, en la sede de la editorial Anagrama

El escritor chileno Benjamin Labatut, en la sede de la editorial Anagrama / JOAN CORTADELLAS

Elena Hevia

Elena Hevia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Nada más llegar a Barcelona hace pocos días el autor chileno Benjamin Labatut, especialmente interesado en el misticismo, se trasladó a Montserrat. Y allí, como el excelente escritor que es, encontró una imagen que utiliza como ejemplo para hablar del destino del ser humano atrapado entre la luminosidad a la que nos lleva la ciencia y la oscuridad que necesitamos para profundizar en el misterio. Ciencia y misterio, los dos polos entre los que se desarrolla su última novela MANIAC’ (Anagrama), una obra de ficción basada en hechos reales, como todas las suyas.

En el Monasterio, tras verse sorprendido por lo escaso de los visitantes, apenas unos colegiales y un grupo de turistas chinos, y de encender una vela a la solitaria ‘Moreneta’, tomó un camino no menos solitario para encontrarse de pronto con un macho cabrío que lo miró de hito en hito y que Labatut, experto en ofrecer trascendencia, asoció directamente con el diablo. “La virgen no me dijo nada pero el demonio me hizo unos extraños sonidos agudos”, cuenta divertido. “Hay que saber rezar sin fe”, redondea.

Sacrificio inicial

‘MANIAC’ llega después de los relatos ‘Un verdor terrible’ que ha agotado su 22ª edición y del ensayo ‘La piedra de la locura’, dos libros que han impulsado el amplio reconocimiento de este autor que nació en 1980 en Rotterdam, hijo de padres chilenos, y solo regresó a su país de origen a los 14 años. La novela apunta aún más lejos que sus libros anteriores, trazando lo que el autor ha compuesto a modo de sinfonía en tres tiempos pero que él prefiere llamar ritual. Un ritual que se inicia con Paul Ehrenfest, un físico amigo de Einstein, que ante la amenaza del nazismo decide matar a su hijo discapacitado y suicidarse después. “Se le llamó el Sócrates de la física porque sabía llegar a la esencia de las cosas y le tocó vivir tiempos donde la esencia de las cosas se volvía peligrosa”.

Ese sacrificio alumbra la segunda parte de la obra que sigue al científico húngaro John Von Neumann colaborador de Oppenheimer en el Proyecto Manhattan. “Era considerado el ser más inteligente de su época, una especie de computador humano antes de que existieran”. Neumann murió joven pero su mente consiguió crear el Analizador Matemático Integrador Numérico y Computadora, que los científicos conocen como MANIAC, el primero en su especie, que abrió la puerta al siglo XXI y a la Inteligencia Artificial que hoy tanto nos perturba e inquieta.

Benjamín Labatut, autor de 'MANIAC'

Benjamín Labatut, autor de 'MANIAC' / JOAN CORTADELLAS

El último tramo de la novela está contado a través de la batalla definitiva entre el hombre y la máquina, que no es la muy conocida de Garry Kasparov y Deep Blue en el ajedrez, sino a través de un juego mucho más complejo, el Go, el juego de la piedras blancas y negras, que enfrentó al programa AlphaGo con el gran maestro coreano Lee Sedol en 2016. “Esta parte –dice el autor- está contada por un narrador descarnado que muy bien podría ser la Inteligencia Artificial y se centra en dos movimientos que se realizaron en las cinco partidas del desafío que muestran una belleza y un terror nuevos”, explica Labatut. El documento, primero en su especie para una máquina, que certificó la victoria de AlphaGo destacaba que había alcanzado “un nivel cercano al territorio de la divinidad”, una interpretación que podría haber sido del propio Labatut si la realidad no se le hubiesen adelantado.

Volver a la caverna

El escritor opone el misticismo como un contrapeso a la potencia de la ciencia en nuestros días: “La totalidad de nuestra experiencia humana ocurre en el interior de nuestras cabezas y es el único ámbito donde los dioses son reales y tienen poder. Sin ese complemento, el mundo pierde gran parte de su profundidad. Von Neumann decía que fueron los hombres de las cavernas los que se inventaron a los dioses, así que no veo por qué nosotros en el siglo XXI no debamos hacer lo mismo. Si no volvemos a las cavernas oscuras nos perderemos la mitad de nuestra humanidad”. Como si se tratase de un profeta pero con muchísimo más humor, Labatut sostiene que la literatura es un hábito de caverna, una suerte de espeleología que no en vano es “la práctica en la que mueren más deportistas”.  

De todo esto, incluso tras la lectura de un libro enfebrecido cuyo estilo solo  pertenece a Labatut, se podría desprender que el chileno desconfía de la ciencia, pero no es, dice, exactamente así. “Mis libros no son una denuncia, solo constato la irradiación de la ciencia en nuestro mundo, una irradiación que puede volverse tóxica” y en un terreno más concreto: “los científicos están enamorados de los misterios del mundo, el problema es cuando de la ciencia se pasa a la técnica y de la técnica al mercado”. Así, emocionado por estas intuiciones literarias, vaticina: “La tecnología nos está dando interacciones con todo aquello que considerábamos divino. Así que es fácil que la gente empiece a endiosar estos sistemas y que al mismo tiempo haya una condena fundamentalista que diga que no nos podemos poner de rodillas ante estos nuevos dioses”. ¿Por cuál de esos dos actitudes se decanta el autor? Se lo piensa un segundo y asegura: “Yo critico de rodillas”.