Institución pop

Teenage Fanclub, un invencible sabor de hogar en Paral·lel 62

Concierto de Teenage Fanclub en la Sala Paral.lel 62.

Concierto de Teenage Fanclub en la Sala Paral.lel 62. / Ana Puit

Jordi Bianciotto

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Aquellos muchachos que suspiraban por las melodías de los Beatles y las armonías de The Byrds sin soltar el pedal distorsionador son hoy hombretones en la cincuentena que, en su reciente ‘Nothing lasts forever’ siguen dándole una oportunidad a la melodía reparadora, resabiados pero con las ilusiones a flote. Y citando a la afición en una sala con asientos, para degustar en calma, como este miércoles en Paral·lel 62.

Teenage Fanclub volvió a la ciudad sirviendo al arte pop como en los viejos tiempos, en una versión algo apaciguada y saliendo al paso de la cojera causada por la marcha, en 2018, de Gerald Love. Pero las voces y las guitarras de Norman Blake y Raymond McGinley conservan la vieja química, y el nuevo cancionero deslizó señales edificantes: si bien ‘Endless arcade’ (2021) sugería un fondo sombrío, su sucesor les mostró en remontada anímica a través de piezas como ‘Tired of being alone’, apertura de la noche, con su mensaje de reconciliación vital, y ‘Foreign land’, tema sobre ir hacia adelante y no quedarse ensimismado con los recuerdos.

Con otros matices

Este Teenage Fanclub en forma de sexteto sonó matizado, a veces incluso en exceso observando esos teclados (de Euros Child, el reciclado visionario de Gorky’s Zygotic Mynci) y ese saxo naíf (Stephen Black, apreciable telonero de la gira bajo el nombre de Sweet Baboo), que se hicieron notar también en temas antiguos como ‘About you’ a costa de rebajar el original grosor guitarrero ‘grungie’. De clásicos andan bien surtidos los escoceses, aunque ahora dejen fuera de foco los que un día compuso Love.

Practicando equilibrios entre su ristra de álbumes, mandaron al rincón el álgido ‘Thirteen’ (1993) y prefirieron realzar ‘Songs from Northern Britain’ (1997): el ‘punch’ melancólico de ‘I don’t want control of you’ bien lo valía. Tanto como un número no lejano, ‘I’m in love’, pura mermelada pop. Y como la alambicada ‘My uptight life’, con vestigios de Brian Wilson. Pero los temas que alborotaron (civilizadamente) la sala resultaron ser, sobre todo, los de ‘Bandwagonesque’ (1991), ya fuera ‘Alcoholiday’ como ese bucle perfecto de dos minutos llamado ‘What you do to me’.

Y el que cerró el ‘set’, ‘The concept’, con su historia en torno a la ‘groupie’ que vestía siempre ropa vaquera y que escuchaba con deleite a Status Quo. Su coda aullada (por la banda y por la sala, a viva voz o en pensamiento) dejó una estela reconfortante, sabor de hogar que Blake y compañia dilataron en el bis rumbo a sus inicios con un memorable ‘Everything flows’, envuelto en toda su cavilación existencial. “Ves que te haces mayor año tras año / pero no cambias / o no te das cuenta de que cambias”. Pues sí, todos somos Teenage Fanclub.  

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