Literatura de naturaleza

Gabi Martínez, un año en la desembocadura del Ebro: "¿A quién le interesa el Delta y a quién no?"

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Gabi Martínez

Gabi Martínez / Ivan Giménez

Elena Hevia

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Hace unos años, Gabi Martínez se fue a la Siberia extremeña para impregnarse de un estilo de vida en vías de extinción y encontrar respuestas a la agonía medioambiental que nos atenaza. El libro que surgió de allí supuso una homenaje a su madre, oriunda de aquel lugar de pastos y ovejas. Con el actual ‘Delta’ (Seix Barral /Ara Llibres), resultado de una estancia de un año, de febrero de 2021 a febrero de 2022 en la isla de Buda, en la desembocadura del Ebro, para contemplar sin apresuramientos el paso de las estaciones en un paisaje de marismas, aves marinas y un horizonte de implacable horizontalidad, acaba de darse cuenta de que el libro pertenece a su padre. Y es así porque este fue pintor de brocha gruesa, pintor de paredes, que enseñó al niño Martínez a mezclar los colores para captar mejor la luz. “Era un amante de la luz del Mediterráneo, la luz de mi infancia”, dice. 

Fue Guillermo Borés, miembro de la familia que gestiona la isla de Buda como tierra de cultivo para el arroz, quien sugirió y facilitó al autor la experiencia –“no te puedes quedar tres meses, tiene que ser un año”- cediéndole la última casa antes del mar, una casa alejada de todo y con mínimas comodidades –en principio, solo se puede pernoctar en Buda en otra de las casas del lugar dedicada al turismo rural- allí se aclimató a las idas y venidas de las 350 especies de aves que en algún momento recalan allí y al ritmo de los (pocos) pescadores que faenan. “Es curioso porque lo que en invierno en un refugio en verano dejaba de serlo”. 

“Esa casa será la primera que desaparezca con la regresión marina, cuando el mar se trague el terreno, solo le quedan dos borrascas”, vaticina y no es para menos si se tiene en cuenta que los embalses y el agua de los regadíos están privando al delta de sedimentos, su esencia vital. “El Ebro es uno de los más intervenidos del mundo, junto con el Nilo”. Así que el peligro de la destrucción se erige como metáfora a través de un trabajo de difícil clasificación, mezcla de libro de viajes –Gabi Martínez es un experto en el tema-, reflexión ecologista, periodismo de datos, narración poética y texto confesional. No es nada que la literatura anglosajona y el subgénero ‘nature writer’ no conozcan, aunque aquí la producción local, la ‘liternatura’ –que tiene incluso un festival- sea mucho más reducida y le tenga a él como punta de lanza.

Lecciones de vida

En aquella casa condenada y extremadamente austera, el autor cumplió 50 años, convivió con arañas, lagartijas y libélulas que le enseñaron a ponerse en guardia contra los mosquitos y aprendió alguna que otra cosa sobre la muerte. Ya se sabe, estar en plena naturaleza te acerca a ello. Y es que, mientras se impregnaba de sol ejerciendo de Robinson, murió su padre el pintor obligando al hijo a una de sus escasas salidas a la vida acelerada de la ciudad.  

El Delta, segundo humedal de España después de Doñana, también es un terreno que se puede abordar desde múltiples perspectivas y Martínez en su libro no intenta tomar partido. Están los ecologistas que propugnan la marcha de los trabajadores del arroz para que las aves sean sus únicas moradoras, aunque ahora la primeros comensales de los arrozales sean los zancudos flamencos. Los que se dedican al cultivo también defienden su espacio y acusan a las administraciones de actuaciones encubiertas para echarles de allí. El debate está servido. “Con importantes ayudas de la Comunidad Europa como territorio protegido, ¿a quién le interesa el Delta y a quién no? Creo que unos y otros deben dialogar. Históricamente, al lugar se le llegó a negar un nombre, que solo obtuvo cuando empezó a ser un lugar productivo hace 200 años. Además, con una importancia ecológica mucho mayor que La Ricarda, sus problemas en comparación apenas aparecen en los medios”, dice el escritor fijando la vista en la sobrecogedora belleza del lugar.