La caja de resonancia

Salvar el Milano: la hora de las soluciones

Los programadores del club estudian con el Ayuntamiento fórmulas para mantener su actividad, en el mismo local o en otro de propiedad consistorial que se consagre a la música de pequeño formato. Urge encontrar respuestas para que Barcelona, ciudad con cinco escuelas superiores de música, dé oportunidades a su apabullante cantera de talentos.

Andrea Motis, en los inicios de su carrera, en una actuación en el Milano Jazz Club

Andrea Motis, en los inicios de su carrera, en una actuación en el Milano Jazz Club / Milano

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es fácil alzar el grito de alarma, “salvemos el Milano”, y seguramente a nadie puede complacerle el paisaje de franquicias que llevan años, décadas, apoderándose del centro de Barcelona (como de tantas otras urbes, las de éxito en particular) y aniquilando los locales genuinos y con poso cultural. De acuerdo, ¿pero, eso cómo se hace, en una sociedad de libre mercado y tratándose de un local privado que dispone de su correspondiente dueño?

Los responsables de la programación del Milano Jazz Club, recordemos, espacioso y bello sótano de la Ronda de la Universitat, hicieron saber hace dos semanas que la sala lo tiene difícil para sobrevivir más allá de este otoño, dada la oferta cursada a la propiedad por parte de una cadena de ‘trattorias’. La ola de simpatía ha movilizado a músicos, promotores, periodistas, aficionados…, y la iniciativa ‘Salvem el Milano’ en Change.org supera las 6.400 firmas, entre ellas las de Santiago Auserón, Mayte Martín, Pi de la Serra, Jordi Rossy o Marco Mezquida.

Rita Payés, durante una actuación en el Milano Jazz Club

Rita Payés, durante una actuación en el Milano Jazz Club / Milano

El tiempo apremia, y pasados los días, ¿dónde estamos? Pues se ha establecido un diálogo con el Ayuntamiento para explorar soluciones. En primer término, el consistorio se ha ofrecido como mediador con la marca de restaurantes italianos para saber de sus intenciones, no fuera el caso de que la música en vivo pudiera ser compatible con el suministro de platos de fetuccini. Y por si este plan A no funciona, el B, más aventurado, apunta a la posibilidad de establecer un nuevo hogar para el Milano en alguno de los locales de propiedad municipal que esperan destino, que, al parecer, los hay.

Flotan en los ambientes musicales los ejemplos de la sala Beckett (teatro) o La Caldera (danza), y aunque Guim Cifré, programador del Milano, observa que trasladar un local es un movimiento delicado, tal como “mover el cauce de un río”, dado el ecosistema del que pende cada barrio, calle y esquina de una ciudad, se hace oír el interrogante: ¿es plausible hacer algo en Barcelona por la música de club?

Hay resquicios de esperanza. Tiene que haberlos. Una ciudad con cinco escuelas superiores de música debe poder dar a su exuberante cantera oportunidades para desarrollarse sin tener que emigrar. No debería hacer falta, pero mencionemos que en el Milano se fogueó, por ejemplo, hace una década, una Rosalía de 20 años que operaba como cantante del jazzístico José Alberto Medina Quartet. Y como ella, otras muchas figuras hoy reconocidas: Andrea Motis, Rita Payés, Jordi Matas… No es que el futuro esté en juego, sino el mismo presente.

Suscríbete para seguir leyendo