La rumba catalana en el camino hacia la Unesco (1)

El ventilador, el truco de magia de la rumba catalana

El característico rasgueo rítmico de la guitarra, un día acuñado por Peret y bautizado años después por Gato Pérez, es el signo de identidad central de este género musical, que busca ahora su reconocimiento universal como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Entrevista a Sicus Carbonell, músico de rumba catalana

Sicus Carbonell (Sabor de Gràcia) explica el ventilador, el truco de magia de la rumba catalana / Foto y vídeo: Elisenda Pons

Jordi Bianciotto

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 Ya lo cantaba Gato Pérez: el ventilador es "este truco tan ingenioso y de fácil ejecución / seguro que no lo conoce ni el mismísimo James Bond". Y en esa singularísima batida rítmica con la mano derecha sobre las cuerdas de la guitarra, golpeando la caja, está el juego de magia que imprime el primer marchamo a la rumba catalana. La guitarra como una "bomba de neutrones".

Esta música genuinamente barcelonesa, de raíces mestizas, desarrollada a lo largo del siglo XX y con un punto de inflexión determinante, en los años 50, en la labor de Peret y sus palmeros, llama ahora a las puertas del cielo, o casi, con ese proceso encaminado a que la Unesco la declare Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Ya gozan de ese estatus otras rumbas hermanas, la cubana y la congoleña, así como el flamenco en su conjunto, y para acceder a ese club trabaja la Plataforma Rumba Catalana, cuyo presidente es Amadeu Valentí (hijo del indispensable Chacho, introductor del piano en el género) y en cuya vicepresidencia figuran Rosa Pubill (hija de Peret) y Sicus Carbonell (Sabor de Gràcia).

El roce de las cuerdas

¿Así, qué distingue a la rumba catalana de las otras rumbas, la flamenca entre ellas, para aspirar a esa alta distinción? El manejo de la guitarra, con su grácil modo de frotar las cuerdas, su cadencia (variable) y el uso de la caja como instrumento de percusión, representa la seña de identidad central. No la única. “Pero el ventilador es la rumba catalana”, despeja, así de claro, Sicus Carbonell, que se presenta a la cita con este diario portando su guitarra (española, no flamenca, que es más fina e inadecuada para los golpes en la caja).

Hay que oírlo para creerlo: este rumbero de pro, gitano de Gràcia, procede a rasguear las cuerdas con suavidad y brío, aquí dejando que suene el frote desnudo, allá dejando que afloren las armonías despiertas, en un aleteo rematado en cada compás con el toque de caja. "Como si pusieras un bombo de batería a negras, como el del rock and roll, y un güiro cubano, y dando ahí el acorde. Eso es la rumba catalana". El ventilador refuerza el poder del estribillo, ya que en las estrofas previas se toca “con otro roce, más apaisado”. Todo apunta a que Sicus Carbonell sabe de lo que habla. “Mi madre, al ponerme a dormir, en lugar de cantarme una nana, me cantaba una rumba, y mi abuelo, un día de Reyes me regaló una guitarra que era más grande que yo”.

Unas palmas distintas

Durante muchos años, los rumberos practicaron el ventilador sin ponerle nombre, y fue un argentino catalán, Gato Pérez (el revitalizador del género en clave de crónica urbana ilustrada), quien lo bautizó en la canción así titulada e incluida en su primer álbum, ‘Carabruta’ (1978). Años después, Los Manolos hicieron de él un tema fetiche, grabándolo en su disco de debut, y Ventilador fue el nombre que pusieron a su agencia musical. "Nuestro propósito era retornar a la rumba lo que nos había dado e impulsar a los nuevos rumberos", explica uno de los miembros del grupo, Josep Gómez, hoy a cargo de la empresa. "'El ventilador', del Gato, es nuestro himno".

Otro ingrediente clave son las palmas, el ‘taca taca’, cuya creación se atribuye también a Peret, y a los amigos que le rodearon en los inicios, en el tablao Villa Rosa, calle Arc del Teatre (el actual Moog): Toni, Huesos, Polla, Cerdo. Palmeros que establecieron esas palmas sincronizadas, tiempo y contratiempo, “diferentes de las flamencas, que son de tanguillo”, apunta Sicus Carbonell, que sitúa a Antonio González, El Pescaílla, en una órbita muy cercana pero algo distinta, una rumba “flamenca y abolerada”, no ajustada a aquel canon establecido por Peret. “Aunque se adelantó a su tiempo y me encanta”, añade. Con ese ventilador y esas palmas, la canción resultaba arrolladora, y Peret consumó ahí su misión: fundir el efecto rítmico del rock and roll de Elvis Presley y del mambo de Pérez Prado.

Y junto a la música, el fondo lírico de la rumba catalana presenta también su carácter distintivo: habría que hablar, en particular, de “su vitalidad, alegría y simpatía”, estima Josep Gómez, en contraste con “el sentido más dramático de la rumba flamenca”. Quizá por eso se arrimaron a ella, en las últimas campañas electorales, partidos de distintos colores en sus cuñas electorales. Música, en fin, percibida como canto a la vida y a la convivencia, sintetiza Sicus Carbonell. “Dime, si no, ¿qué música puede unir tanto como la rumba?”. Una pregunta de la que bien podrían tomar amable nota los responsables de la Unesco. 

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