50 años de su muerte

Bruce Lee, el icono que fue mucho más que un maestro de las artes marciales

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Nando Salvà

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Las circunstancias en las que murió Bruce Lee, hace ahora justo medio siglo, son las perfectas para crear mitos: lo hizo con solo 32 años, mientras echaba la siesta en casa de su amante y tras consumir grandes cantidades de cannabis, y dejando tras de sí un rastro de teorías conspirativas. Su autopsia dictaminó que había fallecido de un edema cerebral causado por una reacción alérgica a un analgésico, y unos investigadores españoles probaron hace solo unos meses que en realidad la muerte fue causada por la incapacidad de sus riñones para excretar el exceso de agua que ingería. Pero sería una pena dejar que la evidencia acabara con la leyenda. Según ella, o más bien ellas, Lee fue envenenado. La Tríada acabó con él. Fue víctima de una maldición. Murió a causa de un mal Feng Shui. 

Por entonces ya era toda una estrella en Asia, pero fue necesario el estreno póstumo en Estados Unidos de su última película, ‘Operación Dragón’ (1973) para iniciar el proceso que lo convertiría en uno de los iconos pop más incontestables del siglo XX pese a haber completado tan solo cuatro largometrajes que, eso sí, incluían algunas de las más emocionantes escenas de lucha jamás filmadas. Pero su relevancia cultural no solo radica en su rapidez felina, su fluidez de movimientos casi llíquida y los extraños chillidos que emitía durante sus combates

Lee se veía a sí mismo como una amalgama tradiciones y tendencias, un puente entre Oriente y Occidente y un híbrido de artes marciales, filosofía y misticismo. En lugar de recoger el testigo de los grandes maestros del kung fu chino decidió crear su propia disciplina de lucha, llamada Jeet Kune Do, que tomaba prestados elementos de muchos otros estilos de combate, y sobre la que escribió un libro hoy considerado esencial; asimismo, dejó su pensamiento teórico plasmado en siete volúmenes de escritos sobre materias como el taoísmo, la psicoterapia o la física cuántica.

De EEUU a Hong Kong

También se lo considera una figura revolucionaria a nivel racial. Hasta que él alcanzó fama póstuma en Occidente, allí los personajes asiáticos solían ser retratados exclusivamente como caricaturas cómicas, villanos fantasiosos o seres increíblemente espirituales; él, en cambio, era un galán nato lleno de carisma y sensualidad. Durante su vida, eso sí, tuvo que soportar el racismo tanto en Estados Unidos, donde había nacido, como en Hong Kong, donde creció y fue a menudo discriminado a causa de los orígenes caucásicos de su madre.

Tiempo después de instalarse de nuevo en Estados Unidos con 19 años, logró un papel secundario en la serie ‘El avispón verde’ y algún que otro trabajo aislado para la pantalla, pero los productores de la serie ‘Kung Fu’ -basada en una idea que, al parecer, le fue robada al propio Lee- lo rechazaron para el papel protagonista porque tenía un aspecto demasiado asiático para el público americano. Fue una vez de regreso en Hong Kong que revolucionó el cine de artes marciales gracias al éxito de ‘Karate a muerte en Bangkok’ (1971), ‘Furia oriental’ (1972) y ‘El furor del dragón’ (1972). 

El fallecimiento de Lee dio origen a un subgénero de películas conocido como ‘Bruceploitation’, protagonizadas por tipos de aspecto y nombre parecidos al suyo -entre ellos Bruce Li, Bruce Le, Dragon Lee, Conan Lee y Bronson Lee– que imitaban su estilo de combate; y en 1978 vio la luz una versión bastarda de la película que él se encontraba rodando al morir, ‘El juego de la muerte’, que incluía tan solo 11 minutos del material que dejó filmado e incorporaba imágenes de su funeral.

En medio de esas prácticas vampiricas, en cualquier caso, su verdadero legado empezó a cobrar vida: Lee se convirtió en referente esencial en ámbitos como el cómic, el videojuego y el hip hop; fue el modelo a seguir tanto para todas las estrellas del cine de acción hongkonés moderno -Jackie Chan, Jet Li, Michelle Yeoh-, como para figuras de las artes marciales occidentales como Jean-Claude Van Damme. Su herencia ha sido ingrediente esencial para sagas como ‘Matrix’ y ‘John Wick’ y, por supuesto, para el cine de Quentin Tarantino, y promete desatarse una nueva ‘Brucemanía’ si finalmente ve la luz el ‘biopic’ en el que Ang Lee ha asegurado estar trabajando. Óbviamente, no será lo mismo.