CRÍTICA DE LIBROS

‘Pondré mi oído en la piedra hasta que hable’, de William Ospina: monumental

20 años sin Roberto Bolaño: cómo nos sigue acompañando su fuerza irradiadora

Dolores Reyes: "El caso de la Manada y los feminicidios demuestran que el sistema judicial es rancio y patriarcal"

Alejandro Zambra: "Es vergonzoso que el aprendizaje de la paternidad sea ahora algo nuevo"

William Ospina, en Barcelona.

William Ospina, en Barcelona.

Ricardo Baixeras

Ricardo Baixeras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Como indica el propio William Ospina (Padua, Tolima, 1954) en nota final quien quiera conocer los entresijos de la vida y milagros de Alexander von Humboldt puede acudir a ‘La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt’ de Andrea Wulf, a ‘Humboldt y el Cosmos’ de Douglas Botting y, en un contexto propiamente latinoamericano, a ‘Alejandro de Humboldt en Colombia’ de Enrique Pérez Arbeláez y a ‘Humboldtiana Neogranadina’ de Alberto Gómez Gutiérrez. Pero sepa el lector que ‘Pondré mi oído en la piedra hasta que hable’ es un texto que amasa con medida lentitud la figura sempiterna de Humboldt como si fuera el vórtice por el que circula la poesía de una Ilustración en ciernes y la de un Romanticismo que desatará el sueño y los vientos agónicos de una inspirada subjetividad, el ensayo de una época que en Europa llevará a una imaginación imperecedera y la ficción de un mundo desconocido que estaba por venir. Es asombroso el tono épico de esta novela que trata de descifrar las figuraciones de un personaje que no era sino “un observador obstinado que no descuidaba detalle, en quien dialogaban el arte y la naturaleza, las flores y las costumbres, la piedra y las estrellas; que buscaba el rigor de la historia y la verdad de la mitología”. 

Ha sabido Ospina no sólo recrear con delectación el mundo en derredor capaz de transmitir al personaje en cuestión -nada baladí, puesto que la bibliografía es ciertamente inabarcable y parece imposible decir algo más sobre dicha figura-, sino hacerlo con una lengua y un pulso narrativo extraordinarios ambos y del que ya ha dado sobradas muestras en ‘Ursúa’ (2005) o en ‘El año del verano que nunca llegó’ (2015).

 Intercalando pasajes de ‘Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente’ y de ‘Cosmos’, la obra final de Humboldt, Ospina indica con exactitud literaria el asombro con el que el polímata, geógrafo, naturalista y humanista prusiano miraba y tocaba el mundo. Y lo ha hecho con un texto que es tanto conocimiento y cultura sobre una época y un personaje como aventura y naturaleza en un mundo que se abría a cada nuevo paso. Ha querido Ospina dibujar a un personaje de la mano amigable de Carlos de Montúfar y Carlos del Pino, personajes que acompañan al explorador por su periplo desde Tenerife, dirigiéndose a Venezuela y llegando al Nuevo Reino de Granada, Cuba, o Nueva España. 

La “proposición de realidades superpuestas, de espacios y de tiempos entrelazados, era consecuencia de su fuga kantiana, de esa creciente vocación de ver la vida como un todo orgánico” que Ospina lleva hasta las últimas consecuencias: la imponente figura del personaje en cuestión le llega al lector con la sensación de que se está ante la sencillez de una figura que sucumbe de emoción ante una piedra, una flor o ante la visión de cómo cae la luz por las cordilleras andinas en la fragua de un volcán o como si fuera el espectáculo de lo inenarrable. 

Aquí tienen el testimonio de un narrador más allá de sí mismo: casi silencioso y con la intención no velada de dejar solo en el escenario a aquel que hizo de su vida una “aventura de la carne y de la imaginación”: monumental. 

‘Pondré mi oído en la piedra hasta que hable’

Autor:

William Ospina

Editorial:

Random House

360 páginas. 20.90 euros