Álbum acusatorio

Enric Montefusco: “Hay que reivindicar que la gente pueda escuchar un disco de una hora”

El músico barcelonés, ex líder de Standstill, reflexiona sobre “los valores absurdos que transmitimos a nuestros hijos” en su nuevo disco, el doble ‘Viaje al centro de un idiota’, reflejo del espectáculo que estrenó en el Grec de 2021

Enric Montefusco, ex líder de Standstill.

Enric Montefusco, ex líder de Standstill. / Elisenda Pons

Jordi Bianciotto

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Enric Montefusco canta al “hombre de paja / un idiota, el astro rey”, esa especie de botarate alienado que, en la opinión del cantante y compositor, anida en nuestro interior. Y ahí estamos, “todos bailando a su alrededor”, canta sobre un bombeo electrónico opaco en la pieza que abre su nuevo álbum, el doble ‘Viaje al centro de un idiota’.

¿Quién es entonces el tal idiota? “La figura que nos reina y que nos configura, que llevamos dentro y nos hace obedecer a valores absurdos que luego transmitimos a nuestros hijos”, sostiene este músico de largo historial, que a finales de los 90 encabezó la furiosa banda Standstill, a caballo del hardcore y el indie-rock, y que, en los últimos años, ya en solitario, se ha convertido trovador hipercrítico, con un pie en la herencia de la canción popular.

Valores transmitidos

En este disco, que plasma las músicas del espectáculo que se presentó en el Grec de 2021 (y que escenificará este sábado en el Teatre Principal de Olot), se vale de un doble código musical: pianos fantasmales y tramas electrónicas, “oscuras y ‘minimal’”, en el primer disco, titulado ‘Infierno’ (arreglos y producción compartidos con Nico Roig), y el tacto de la madera, con guitarras y las cuerdas del Quartet Brossa, dominando el segundo, ‘Purgatorio’. Es un relato de final flotante, puesto que Montefusco no saca conclusiones acerca de nuestro destino. Sí sobre los males que nos condicionan: la educación opresiva, la soledad derivada de la tecnología, la deshumanización. Apuntando a “los valores transmitidos en casa y en la escuela que nos alejan de quienes somos y de lo que necesitamos”. Ahí, el idiota es “ese que te hace perder el hilo de tu vida”.

La tarjeta de presentación es un corto de 15 minutos que acoge tres canciones, una de ellas ‘La escalera oscura’, suerte de recital catártico donde pasa revista a odios, humillaciones y fracasos heredados. Una pesadilla: “tú eres todos los antidepresivos de las tres generaciones con las que he convivido / Tú eres el daño que haré a mi hijo”, musita, entre otras simpáticas cavilaciones, mientras una figura monstruosa, como salida de una película de terror de ritos nórdicos paganos, se abre paso en el bosque hasta llegar al paisaje urbano de la avenida Meridiana. “Tú eres mi abuela muerta delante del televisor / Tú eres la lenta aniquilación propia y la del otro”.

La función del arte

¿Es gratificante para un creador asentar su obra en aquello que detesta o que le causa más angustia? Esta es una pregunta que Montefusco estima pertinente y que él mismo se hace. “¿Por qué estoy aquí revolviendo la mierda?”, reflexiona. “Pero si ahora estoy en paz es gracias a haberme enfrentado cara a cara con aquello que me duele. Cuando el arte te toca seguramente es porque alcanza a cosas que tienes escondidas y que son dolorosas, y de ahí sale algo mejor. Esta es para mí la función más interesante del arte”.

Al disco no le falta un poco de humor: escuchen ‘El sandunguero’, invitación al baile sobre un ritmo latino como base de su escrutinio siniestro. Montefusco aprecia que este temario le han permitido meterse en terrenos musicales aventurados. “Estamos habituados a unos ‘tempos’ estandarizados y unas fórmulas musicales que nos cohíben”, indica. “Aquí me he liberado y el resultado es un álbum que no tiene ningún ‘single’ ni responde a los parámetros de la industria musical”. El pop se ha hecho cada vez más pautado y encorsetado, observa. “Y hay que reivindicar que la gente pueda escuchar un disco de una hora. Hoy ni siquiera escuchamos un tema entero. Mi obra no se resume en los 15 segundos de un gancho”.

Pero Montefusco alberga “la esperanza” de que un día “se dé la vuelta a la tendencia, porque no se podrá hacer un éxito de Tik Tok de tres segundos, y se dará a las personas lo que necesitamos”. Aunque su música pueda ser oscura, él no es un nihilista. “Nunca. En mis discos siempre intento encontrar la luz al final”, razona. Pero el disco no va más allá del purgatorio. ¿Y después? “Ojalá tuviese material para hacer un disco que se llamara ‘Paraíso’. Yo lo intento, ¿eh?”.

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