Exposición transversal

El CCCB disecciona el cerebro, el mayor productor cultural de la historia

El centro explora en la exposición 'Cervell(s)' los aspectos fisiológicos, artísticos y filosóficos del órgano más complejo y más desconocido

Exposición 'Cervell(s)' en el CCCB

Exposición 'Cervell(s)' en el CCCB. /

Elena Hevia

Elena Hevia

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El cerebro, ese desconocido. Jordi Costa, jefe de exposiciones del CCCB, intentaba ilustrar esa incertidumbre recordando la novela ‘El ser mente’, del maestro de la ciencia ficción Frederick Brown. En ella se  presenta a un ser de otro planeta, una inteligencia pura que ha cometido un crimen que no se puede explicar en un sistema social que nuestra limitada mente jamás podría comprender. En esa limitación, que va mucho más allá de nuestra blanquecina masa encefálica, intenta arrojar un poco de luz la exposición ‘Cervell(s)’, así con el plural entre paréntesis, que podrá visitarse en Barcelona desde este miércoles y hasta el 7 de noviembre. La muestra, está comisariada por el físico y divulgador Ricard Solé y por Emily Sargent, directora de exposiciones de la Wellcome Collection de Londres, uno de los mejor dotados de material médico antiguo.  Que haya sido un centro cultural como el CCCB y no un museo de la ciencia quien lo aborde ya da pistas de que la intención es interrelacionarse  con materias como el arte y la filosofía para comprender el fenómeno.

La ambición de la propuesta es mucha y fascinante. Especialmente en estos momentos de grandes transformación y avances en neurociencia o biotecnología. El cerebro crea eso que muchos llaman mente (y los creyentes, alma), donde se sitúan las emociones, la conciencia y los sueños. Va incluso más allá: las investigaciones de la inteligencia artificial y la robótica nos están llevando al sueño de poder conectar nuestro cerebro a las redes para dar el último salto, por ahora, en la evolución humana. Lo que plantea no pocos debates éticos. Y un paso más allá: ¿Existe una biosfera inteligente? ¿Puede la inteligencia artificial adquirir autonomía respecto a la humanidad? ¿Puede existir un ordenador que, como HAL, tenga sentimientos?

Cerca de 300 piezas expuestas, una veintena de artistas contemporáneos y más de 20 cesiones en préstamo de colecciones históricas, se alían no tanto paras explicar, que también, sino para sembrar interrogantes que, naturalmente, no tienen todavía una respuesta concreta.  

En las salas se podrá encontrar placas de Petri histológicas de Santiago Ramón y Cajal, uno de los santos patronos de esta exposición por su descubrimiento (en Barcelona) de la neurona de la que la masa cerebral constituía una intrincada red. “Es una vergüenza –sostiene Ricard Solé- el poco cuidado con el que España ha mantenido el legado de su figura monumental que todavía hoy sigue vigente. En Londres, la casa de Darwin es un museo, mientras que aquí su domicilio alberga hoy apartamentos turísticos”.  

Cerebros dañados

Los daños cerebrales dieron una primera pista de que era el cerebro el que regía nuestros sentidos. Y ahí está, lejos de la película de Hollywood, el documental que ilustra el famoso ‘despertar`’ de los pacientes con encefalitis letárgica –en permanente estado de semiinsconsciencia- que se produjo cuando el neurólogo Oliver Sacks les inyectó un medicamento para tratar el párkinson.  Impresionante es también la serie de autorretratos que realizó el pintor William Uthermohler a partir de 1995 y hasta su muerte en el 2007 tras serle diagnosticado de alzhéimer. El fragmento de la película ‘Más allá del espejo’, en la que su director, Joaquim Jordà, explica cómo vivía su agnosia, es decir la incapacidad para identificar un objeto a través de los sentidos. O la muy conmovedora escena en la que un enfermo de párkinson es capaz de expresar y controlar sus palabras y movimientos con la medicación y, como de forma casi automática, vuelve sus movimientos paroxísticos, cuando esta es retirada.

Algunas preguntan interpelan al visitante. ¿Hay diferencias entre el cerebro del hombre y el de la mujer? La respuesta es naturalmente -más allá de su tamaño, que no es significativo- que no. Forma parte de esas conclusiones pseudocientíficas  que llevaron a Cesare Lombroso a separar a los malhechores por sus características craneales o los nulos resultados que proporcionó el análisis del cerebro de Einstein, que fue sustraído por un discípulo y hoy se conserva en la Universidad de Kansas. También se exhiben las fichas perforadas con las que Ada Lovelace, única hija legítima de Lord Byron, construyó una máquina que intentaba emular al cerebro y hoy es un ancestro del ordenador.

El cerebro como objeto de inspiración en el CCCB con la exposición ‘ Cerebro(s) ‘

El cerebro como objeto de inspiración en el CCCB con la exposición ‘ Cerebro(s) ‘ / ELISENDA PONS

Hacia el futuro, las posibilidades se disparan. Mantener un cerebro separado de su cuerpo es una imagen que ha alimentado repetidamente la ciencia ficción, más jocosamente en 'Futurama' o en una película de serie B, como la que se muestra. Pero hay más: ¿se puede trasladar la mente a una máquina? O como ocurre en ‘Matrix’, añadir a nuestro cerebros chips concretos que nos proporcionen una capacidad de conocimiento automática.  

No todo lo que percibe el cerebro se ajusta a la realidad y eso el visitante puede testarlo directamente con una serie de ilusiones ópticas y un experimento inquietante  en el que se puede percibir como propia una mano de goma si se crean unas condiciones concretas. Es un fenómeno parecido al de aquellos que sienten dolor en un miembro amputado y por lo tanto, fantasma.

Más allá del cerebro humano, están las inteligencias alternativas. ¿Sabían que el pulpo es en sí mismo todo cerebro, con terminales en las patas? “Es una inteligencia muy sofisticada que no tienen nada que ver con el funcionamiento de nuestro cerebro, y pesar de ello tiene una capacidad sorprendente de resolver problemas. Por desgracia, solo pueden vivir unos dos años, lo que supone un despilfarro”, comenta con ironía el comisario.  Hay animales cuya mente se amplía más allá del cerebro, es el caso de las arañas capaces de construir telarañas que les permite construir superficies hasta 10.000 veces la de un solo individuo. O los que actúan como un sola mente al unísono, como las impactantes bandadas de estorninos o la hormiga a quien el cineasta Werner Herzog, que las admira, definió como “neuronas con patas”.

Robots y autómatas

Y naturalmente, no podía faltar a la cita un robot, concretamente un Hespian que no es la última generación en su género, al que no le falta sentido del humor –o  no les falta a sus programadores- porque es capaz de cantar una alegre balada de ‘Sonrisas y lágrimas’ o presentarse como miembro de la familia Robinson como lo haría B-9, el robot de la serie ‘Perdidos en el espacio’.  Sin olvidar sus antecedentes, los autómatas, las máquinas que imaginamos capaces de jugar al ajedrez antes de que el ordenador Deep Blue derrotara a Garry Kasparov en 1997. El más famoso de todos los autómatas fue el Turco. Dentro de él como de tantos otros autómatas se escondían jugadores reales. En la expo se puede leer: “El Turco era un máquina oculta dentro de un humano que simulaba ser una máquina que simulaba ser un humano”.

Robóticos son también los brazos capaces de realizar un retrato del individuo que se mantenga en total quietud delante de ellos. ¿Es eso arte? Quizá no, pero la respuesta es más difícil de establecer en la instalación que Joan Fontcuberta y Pilar Rosado han realizado al alimentar un algoritmo con imágenes pictóricas del Museo del Prado que crea a su vez otros cuadros que convierten al sistema en un “falsificador y un experto en arte”, según definición de Pilar Rosado.  Son los artistas, sin embargo, los que deciden cual de las infinitas imágenes creadas así serán objeto de exposición.

Son tantas y tan variadas las implicaciones e interrogantes del temas que los debates y conferencias de expertos como Núria Sebastián, Helena Matute, Andy Clark intentarán aproximarse, entre otros, a pregunta esenciales como si es el lenguaje el que nos hace humanos o bien existe un sesgo en algoritmos en nuestra inteligencia. Hombre y máquina, no tan lejanos.

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