Exposición en Barcelona

Tosquelles, el psiquiatra revolucionario que humanizó la locura

El CCCB rescata del olvido en una exposición la pionera figura del psicoanalista catalán, exiliado republicano que dio refugio a artistas de las vanguardias 

Algunas de las 600 cintas que Tosquelles se intercambió con los médicos del Pere Mata, expuestas en el CCCB.

Algunas de las 600 cintas que Tosquelles se intercambió con los médicos del Pere Mata, expuestas en el CCCB. / ZOWI VOETEN

Anna Abella

Anna Abella

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Entre 45.000 y 75.000 enfermos internados en psiquiátricos murieron de hambre, frío y abandono en la Francia ocupada por los nazis. Pero la mortalidad fue muchísimo menor en el hospital de Saint-Alban entre 1940 y 1962, bajo la batuta del revolucionario psiquiatra catalán Francesc Tosquelles (Reus, 1912- Granges d’Òlt, 1994), llegado del exilio republicano tras luchar en los frentes de Aragón y Extremadura. Allí abominó de las infames instituciones hospitalarias heredadas del siglo XIX y humanizó la vida de los pacientes. Además de ofrecer refugio a artistas de vanguardia, instauró un modelo de autogestión decidido por los propios internos, que, organizados en clubs, cultivaban la tierra y fabricaban productos de todo tipo -alpargatas, bordados, esculturas, objetos de mimbre, imprimían libros y diarios…- no solo como terapia sino para venderlos, hasta el punto de ganar 7 millones de francos de la época con su trabajo. Lo explican Joana Masó y Carles Guerra, comisarios de la exposición ‘Como una máquina de coser en un campo de maiz’, que en el CCCB, apunta su directora, Judith Carrera, "rescata del olvido una figura que reconoció el carácter humano de la locura y que es reflejo de la historia del siglo XX en Europa, de la Guerra Civil española y el exilio, el nazismo y la Segunda Guerra Mundial, ecos que resuenan hoy ante la guerra en Ucrania y el alza de los fascismos". 

Tosquelles con un barco de Auguste Forestier en el tejado del hospital de Saint-Alban, en 1947.

Familia Ou-Rabah Tosquelles. Reprod: Roberto Ruiz

Casi 700 ítems (piezas de arte, fotos, postales, carteles, revistas, libros, cartas, informes, vídeos..), muchos inéditos, conforman hasta el 28 de agosto un extenso recorrido por la vida y obra del singular Tosquelles, con un título que evoca una frase de Lautréamont que inspiró a los surrealistas: "Bello como el hallazgo fortuito de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección". 

Cuando empezó, en el manicomio privado de la alta burguesía de su ciudad natal, el Institut Pere Mata, Tosquelles "vio que los psiquiatras tenían miedo a la locura, de ahí las camisas de fuerza, los aislamientos… y toda su carrera fue en contra de esa idea. Por ello promovió que los enfermos estuvieran juntos, importando a Saint-Alban, en una de las zonas más pobres de Francia, el modelo de autogestión de talleres cooperativos de los trabajadores de Reus", detalla Masó. Evitaba las batas blancas de los médicos y, pionero del cine y la cámara de ocho milímetros, grababa la vida cotidiana del hospital -partidos de fútbol, fiestas...-, captando la experiencia colectiva en películas que en 1958 llegó a presentar en el IV Congreso Internacional de Psicoterapia que se celebró en la Barcelona aún franquista.

Formado en psicoanálisis en la Barcelona de la Mancomunitat, del final de la dictadura de Primo de Rivera y el inicio de la Guerra Civil, con el círculo de Freud que llegaba a ‘la pequeña Viena’ para refugiarse del antisemitismo en Europa, militó en el Bloc Obrer i Camperol y luego en el POUM, comunismo siempre vinculado al campo. Puso las bases de la psicoterapia institucional: para curar a los pacientes antes debía tratar al hospital, a la institución, que era la enferma, formando en psicoanálisis a médicos, enfermeras, monjas, cuidadores y a la sociedad civil, rompiendo ese temor a la locura.

Ayuda de prostitutas

Su filosofía la trasladó incluso al frente, como jefe de psiquiatría del Ejército, curando a pacientes en casas expropiadas usadas como hospital con prostitutas que, sin ofrecer sexo, les ayudaban a tratar el trauma de la guerra. Estaba convencido de que "todo trauma debe tratarse en el lugar donde se origina", apunta la comisaria. Pasó luego tres meses en el campo de concentración de Septfonds, en el exilio francés, junto a 17.000 republicanos más.

De ahí llegó a Saint-Alban, donde tenían a los niños con autismo en un corral. Allí vivió y trabajó junto a su esposa, Elena, y sus hijos, en constante interrelación con los internos, quienes reunidos en clubs de enfermos decidían qué actividades emprender, con el teatro, el cine, el arte y la escritura como herramienta terapéutica. Tosquelles, "un genio", apunta el comisario, "estaba convencido de que las catástrofes se superan con la unión de los recursos humanos". 

Tosquelles, en la asociación Le Clos du Nid, para niños con autismo, en un fotograma de la película que rodó con Maurice Lambilliotte, en 1958.

Tosquelles, en la asociación Le Clos du Nid, para niños con autismo, en un fotograma de la película que rodó con Maurice Lambilliotte, en 1958. / Archivo familia Tosquelles

El recorrido incorpora obras creadas en el hospital por artistas vanguardistas que convivieron con el personal médico y con los enfermos a la vez que se refugiaban del nazismo, como Marguerite Sivins, Auguste Forestier, Paul Éluard del que se muestra su libro ‘Souvenirs de la maison des fous’, poemas inspirados en su estancia en Saint-Alban, con dibujos de su yerno, Gérard Vulliamy, o Tristan Tzara, cuyo ‘Parler seul’ lucía 62 litografías de Joan Miró, cuyas maquetas pueden verse en la muestra.

No faltan piezas creadas por los enfermos del hospital, ejemplos del Art brut, nombre con el que Jean Dubuffet, que también visitó Saint-Alban, bautizó las obras creadas por personas sin formación artística o en la marginalidad, entre los que incluyó los de tres españoles marginados por su condición de derrotados políticos, Miguel Hernández, Joaquim Vicens Gironella y José García Tella. 

Cartelismo de los años 30 ligado a los movimientos proletarios.

Cartelismo de los años 30 ligado a los movimientos proletarios. / ZOWI VOETEN

También hay obras contemporáneas, como la película ‘Historia potencial’, de Mireia Sellarès realizada a partir de la recreación teatral de la lectura de la carta que Tosquelles quiso enviar a Stalin rebatiéndole su intención de fusionar los pequeños partidos en pro del Soviet Supremo y explicándole cómo funcionaban las peñas en Catalunya como punto de encuentro para discutir. O una gran alfombra de corcho sobre la que se puede andar descalzo, obra de Perejaume, junto a pinturas de Dalí y Tàpies ligadas a la idea del psiquiatra, que partió a pie al exilio, de que lo que cuenta cuando vas por el mundo no es el cerebro sino los pies: "Saber por dónde pisas". 

El comisario Carles Guerra, caminando sobre la alfombra de corcho, obra de Perejaume.

El comisario Carles Guerra, caminando sobre la alfombra de corcho, obra de Perejaume. / Zowy Voeten

Volvió Tosquelles a Catalunya a finales de los 60, donde siguió aplicando sus terapias en el Pere Mata, con grupos de trabajo, clubs de enfermos y los "grupos de los casetes": 600 de estas cintas, grabadas por el psiquiatra y su equipo sobre los tratamientos y los casos, cierran una exposición que también recuerda cómo en los años 30 y 40 era omnipresente la percepción, marcada por la guerra, del delirio del fin del mundo, Psicosis a la que Tosquelles dedicó su tesis doctoral, que entonces angustiaba a los enfermos y que hoy, lamentan los comisarios, vuelve a dominar desde la invadida Ucrania.