Celebración
Emoción, ovaciones y autoridades en el concierto del 175º aniversario del Liceu
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Examen al Liceu en su 175º aniversario: fortalezas y debilidades artísticas
Escenas de ‘Macbeth’, ‘Lucia di Lammermoor’ y ‘Turandot’ iluminaron el concierto conmemorativo del siglo y tres cuartos del Gran Teatre
Pablo Meléndez-Haddad
Con un breve discurso a favor de la paz y un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de la guerra en Ucrania, al son del 'Cant dels ocells', arrancó una fiesta que acabaría en un cúmulo de emociones. No faltaron a la cita ni el 'president' Pere Aragonès junto a varios de sus consejeros, ni tampoco la alcaldesa Ada Colau, quienes, junto a los anfitriones, compartieron coca, buñuelos y cava -que se regalaba al público en los descansos– con expresidentes de la Generalitat; Meritxell Batet, presidenta del Congreso de los Diputados; Raquel Sánchez, ministra de Transportes, y una larga lista de invitados. Y es que no cada día una institución tan arraigada en el tejido social como es el Liceu de Barcelona cumple 175 años.
Los responsables del Gran Teatre, en todo caso, justificaron sus sueldos con el trabajo que les ha dado este concierto conmemorativo, una auténtica carrera de obstáculos. Se iba a contar con Anna Netrebko como estrella de un espectáculo con fragmentos de tres óperas, pero debido a su posicionamiento ante el conflicto bélico en Ucrania la diva rusa cayó del cartel. Se modificó parte del programa -ganando con el giro belcantista- y se fichó a las sopranos Sondra Radvanovsky, Lisette Oropesa e Iréne Theorin, al tenor Joseph Calleja y al barítono Ludovic Tézier. Pero Calleja y Theorin abandonaron el proyecto a pocas horas del estreno, siendo reemplazados, el primero, por el neoyorquino Michael Fabiano y el tinerfeño Airam Hernández y, la segunda, por la propia Radvanovsky.
Magia
Al alzarse el telón, sin embargo, se hizo la magia y la velada resultó musicalmente memorable al contar con unas voces de oro y con la magistral dirección musical de Marco Armiliato ante una Simfònica liceísta motivada, eficaz y flexible, que rindió a un gran nivel, al igual que un bien ensamblado -aunque algo sordo- Cor del Liceu.
La propuesta escénica de la ‘regista’ Valentina Carrasco, en cambio, no gustó debido al uso de unos maniquís nada refinados. Su concepto no quedó claro ante un espacio escénico neutro de Carles Berga iluminado por Peter Van Praet. El vestuario, que nadie firmó, tiró de fondo de armario mientras los solistas vestían sus propios trajes de concierto. Mucha gente se preguntó si realmente valió la pena la escenificación.
En el ‘Macbeth’ verdiano se mezcló la fantasía demente del protagonista con la realidad de Lady, con un resultado poco conseguido. En ‘Lucia di Lammermoor’ de Donizetti se optó por más maniquís, focos y proyecciones y en ‘Turandot’ de Puccini se sumó una plataforma que ayudó a crear algo más de atmósfera.
Un Macbeth solar y humano
El barítono francés Ludovic Tézier volvió a imponer su timbre solar y aterciopelado, esta vez como un Macbeth muy humano que supo expresar con buen gusto, transmitiendo la esencia del personaje. La Lady de Sondra Radvanovsky fue todo poderío y potencia, dejando espacio para momentos de cierto lirismo nervioso que encajaron bien con el personaje. Alguna entrada fallida y un registro grave algo insípido lastraron su aplaudida entrega. Se les unió, como Macduff, Airam Hernández en el concertado y un Giacomo Prestia voluntarioso, aunque ya muy mayor y corto de 'fiato' en el aria de Banquo.
Lisette Oropesa es maravillosa, lo controla todo y su escena de la locura del fascinante personaje de Lucia fue simplemente modélica: hubo tensión teatral y un absoluto dominio técnico y en particular de la coloratura y del ornamento, fascinando con la naturalidad de su entrega y el nacarado esmalte de su voz. Fue ovacionada. Estuvo acompañada del elegante y potente Edgardo de Airam Hernández, del punzante Enrico de Tézier y de un inaudible Manuel Fuentes como Raimondo.
Sencillamente espectacular
La escena de los enigmas de ‘Turandot’ despidió la velada con una Radvanovsky sencillamente espectacular como la princesa de hielo (hace pocas semanas debutó en el rol en concierto en Roma, donde grabó la obra junto a Jonas Kaufmann), quien, partitura en mano, tiñó de calidez al gélido personaje. Michael Fabiano fue un Calaf viril, emotivo, de fraseo impoluto, controlando el ‘fiato’, dándolo todo y regalando el ‘Nessun dorma’ ante todos los trabajadores del coliseo. Secundaron a las estrellas Marta Mathéu, Manel Esteve y el histórico tenor Raúl Giménez.
Una velada para el recuerdo. ¡Feliz cumple, querido Liceu!
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