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Examen al Liceu en su 175º aniversario: ¿cuáles son sus fortalezas y sus debilidades artísticas?

REPORTAJE MULTIMEDIA | 175 años del Liceu, el templo que sobrevivió a un atentado y dos incendios

Analizamos la orquesta, el coro y la programación del Gran Teatre, que carece de cuerpo de baile y de academia para la formación de artistas

La ópera "Dama de picas" de Txaikovski en el Liceu

La ópera "Dama de picas" de Txaikovski en el Liceu

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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La estructura del Liceu del siglo XXI responde a una historia muy particular. Su origen se remonta a diversos proyectos nacidos de la iniciativa privada y en 1845 se pone la primera piedra del teatro que se inaugurará el 4 de abril de 1847 gracias al aporte de diversos miembros de la burguesía de la ciudad que pasaron a ser copropietarios.

Su modelo de gestión, por un empresario que se adjudicaba la organización de las temporadas, se mantuvo casi inalterable hasta que, en 1981, se crea el Consorcio del Liceu integrado por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Catalunya y la propiedad, entidades a las que se unirían el Ministerio de Cultura y la Diputación de Barcelona.

Después del incendio de 1994 los propietarios, reunidos en la Societat del Gran Teatre del Liceu, ceden a las Administraciones tanto el edificio como el monto del seguro, momento en el que nace el nuevo Liceu que se reinaugurará en 1999 ya con carácter público y regido por una fundación, manteniendo la estructura que lo definía como un teatro ‘de stagione’ a diferencia de la fórmula ‘de repertorio’, es decir, con funciones diarias de títulos diferentes, lo que obliga a mantener su propia compañía.

La orquesta

La orquesta

Un teatro de ópera, según sus recursos, puede optar a tener en plantilla un coro y una orquesta, como es el caso del Gran Teatre. La Simfònica del Liceu hoy está integrada por 82 músicos y está en fase de audiciones para llegar hasta los 85. En caso de necesidad y según la obra a interpretar, se alquilan refuerzos. El conjunto ha tenido una reputación considerable sobre todo desde la creación del Consorcio, que se preocupó de mejorar una formación que compartía miembros con la entonces Orquestra Ciutat de Barcelona. Su flexibilidad le permitió asumir repertorios tan diferentes como los propios de la ópera italiana, eslava, wagneriana o francesa, con una respuesta artística a la sombra del responsable musical de la casa y de los directores invitados, respondiendo mejor o peor dependiendo de la batuta y, sobre todo, de la motivación, regalando sus mejores noches al servicio de las grandes voces, punto de referencia del coliseo.

En las últimas décadas, la Simfònica liceísta ha ido ganando en calidad gracias a un trabajo paciente y perseverante de sus directores titulares, con períodos de brillantez bajo la batuta del francés Bertrand De Billy (1999-2004), del alemán Sebastian Wiegle (2004-2008) y del catalán Josep Pons, quien desde su nombramiento como director musical en 2012 está llevando a cabo una intensa labor de renovación.

El coro

El coro

El Cor del Liceu también se encuentra en pleno proceso de renovación. Siguiendo la estela de la tradición coral catalana, ha pasado por momentos gloriosos, como a finales de la década de los ochenta cuando lo dirigía el destacado especialista Romano Gandolfi, quien, junto a Vittorio Sicuri, lo llevó al nivel de excelencia profesional que requería sobre todo en ópera italiana, momento que más tarde reviviría José Luis Basso hasta su marcha en 2014. Porque un coro de ópera no tiene nada que ver con un orfeón: sus miembros, además de cantar plegándose a las necesidades del grupo, deben dominar la actuación teatral, ya que dan vida a la máxima expresión del teatro musical.

En la actualidad el Cor liceísta está compuesto por 48 voces y pretende ampliarse hasta los 60 integrantes, y suele crecer en efectivos con refuerzos puntuales cuando la obra lo requiere. Liderada desde este curso por Pablo Assante, la agrupación intenta salir de un periodo de estancamiento y de cierta inestabilidad producto de recurrentes altas y bajas entre sus filas, lo que ha mermado la cohesión de grupo que le es vital.

Ni cuerpo de baile y ni academia de canto

Ni cuerpo de baile y ni academia de canto

El Liceu, junto a Coro y Orquesta, completa su nómina de trabajadores con 217 profesionales del área técnica, artística y administrativa. El teatro no cuenta ni con la infraestructura física ni con la capacidad económica para tener su propia compañía de ballet (lo mismo pasaba en Francia hasta que se decidió lo contrario, y hoy el Gobierno mantiene compañías en los principales teatros), supliendo esta carencia con la periódica visita de compañías en gira. Tener un ballet propio implica necesariamente poseer salas de ensayo aptas, maestros de baile, profesores de técnica y estilo, pianistas, ‘coreologistas’, servicio de sastrería... Una plantilla hoy por hoy inviable.

Otro proyecto liceísta en eterna fase de espera es el de su propio programa de especialización de jóvenes cantantes -su Academia u Ópera Estudio-, una cantera propia que ayude a jóvenes talentos a adquirir la experiencia fundamental que dan las tablas. Este sueño del Liceu se podría concretar si algún día pudiera tener una segunda sede, como el proyectado Liceu Mar, lo que también implicaría una importante reformulación presupuestaria.

La línea artística y la programación

La línea artística y la programación

Cada director artístico plantea su propia visión de lo que tendría que ofrecer un teatro público. Y como la ópera es un espectáculo que necesita programarse con años de antelación, suelen ‘heredarse’ una o dos temporadas diseñadas previamente, con lo que cada línea artística tarda en consolidarse. Liderado en la actualidad por Valentí Oviedo en la dirección general y por Víctor García de Gomar en la artística, el Liceu está a punto de presentar su curso 2022-23, del que se esperan los golpes de timón necesarios para reencontrar el teatro con su público.

La pandemia y sus consecuencias justifican solo en parte la caída en las ventas y en los abonos. Sin Wagner, Verdi ni Donizetti, el Liceu de hoy parece algo perdido, girando hacia una vocación mozartiana que nunca ha demostrado. Obras fundamentales como ‘Ariadne auf Naxos’ ‘Pelléas et Mélisande’ o ‘Wozzeck’ en un mismo curso, sin dejar mucho aire para títulos populares -como ha sucedido esta temporada-, pueden acabar aumentando el agujero económico que arrastran los teatros de ópera, el espectáculo teatral más completo, pero también el más caro para llevar a escena con un alto estándar de calidad.

El próximo curso regresan, en todo caso, los añorados Wagner, Verdi (con dos títulos) y Donizetti, pero también Massenet y Puccini, dejando espacio para la ópera antigua, barroca y contemporánea, con más de un estreno absoluto, siempre en propuestas escénicas innovadoras, porque desde hace años los liceístas han ido abriendo su mirada estética gracias a una amplia diversidad de propuestas teatrales. Por el contrario, los gustos conservadores en cuanto a repertorio impiden correr muchos riesgos en este ámbito, lo que obliga a un complejo juego de equilibrios.

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