Crítica de ópera

La 'Lucia di Lammermoor' en América no convence en el Liceu

Nadine Sierra y Javier Camarena triunfan y salvan los muebles en el montaje de la obra maestra de Donizetti ambientado en la época de los Kennedy

Una imagen de 'Lucia di Lammermoor'

Una imagen de 'Lucia di Lammermoor' / Toni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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El intento de la directora de escena polaca Barbara Wysocka de aproximar la ópera de Donizetti a una película del Hollywood de los años dorados funcionó solo a medias. Si se tratara de una escenificación con el texto adaptado de la novela original de Walter Scott en la que se basa el drama, podría funcionar, pero con la dramaturgia que nace de la partitura del genio del compositor belcantista no acaba de convencer este intento de renovar una obra maestra como es ‘Lucia di Lammermoor’. La música impone unos movimientos y una energía que, en esta propuesta, muchas veces parecen contradecirse. Wysocka se arriesga desplazando el foco desde al amor frustrado de los protagonistas a la trama secundaria de luchas políticas y por el poder. Traslada la acción a Estados Unidos, a mediados del siglo pasado, argumentando que en ese tiempo todavía un padre podía obligar a una hija a casarse con le conviniera, algo que, en la práctica, continúa sucediendo en multitud de sociedades contemporáneas.

Con el tenor enfundado en los andares de James Dean y la soprano vestida a lo Jackie Kennedy, la atmósfera del lúgubre enclave escenográfico único, con proyecciones y Cadillac incluidos –escenografía de Barbara Hanicka, vestuario de Julia Kornacka, vídeos de Michal Zadara e iluminación de Rainer Casper–, deviene en un entorno poco ágil y que no enamora ni siquiera a quienes ven la obra por vez primera, libres de prejuicios. El público, en todo caso, mostró su reprobación ante el montaje más bien limitando los aplausos; por mucho recurso cinematográfico que se utilizara, no se identificó a esta ‘Lucia’ con la obra de Donizetti.

Dos expertos 'belcantistas'

El Liceu clausuraba en este clima la temporada 2020-21, en el que salvaron los muebles los dos astros latinos que encabezaban el reparto: la soprano estadounidense Nadine Sierra, experta en el papel de Lucia, y el tenor mexicano Javier Camarena, adorado por los liceístas. Aunque era solo la tercera vez que se enfrentaba al papel de Edgardo, él también es un referente en el estilo, y así lo demostró. Camarena cantó la reposición del montaje en Múnich y sabe bien cómo moverse para favorecer la credibilidad de su personaje. Su fraseo y su poderío en la zona aguda lo convirtieron una vez más en un triunfador.

Nadine Sierra construyó una Lucia inmaculada, plena, conquistando por su virtuosismo, fraseo netamente belcantista –todo ligado, fantástico uso de los reguladores, línea, sacando provecho dramático de las agilidades–, refrendando un debut espectacular. Ambos estuvieron muy bien apoyados por un sabio Giacomo Sagripanti, que controló todas las aristas de la partitura ante una Simfònica liceísta que domina muy bien la obra y controlando al Coro liceísta, que aportó buen hacer salvo por algunas entradas nerviosas.

Completaron el reparto una Anna Gomà sobrada como Alisa y el Lord Enrico Asthon del aquí debutante Alfredo Daza –que refrendó una gran actuación con un canto noble, sonoro y entregado, mientras que el desequilibrio de los actuales repartos liceístas llegaba con los inaudibles Emmanuel Faraldo y Moisés Marín y con el olvidable Raimondo de Mirco Palazzi, sin agudos y de canto muy irregular.