LA CUENTA ATRÁS DEL FESTIVAL DE CINE FANTÁSTICO DE CATALUNYA
'El gabinete del Dr. Caligari': la gran pesadilla expresionista
El Festival de Sitges rinde homenaje a la obra maestra del cine alemán de entreguerras en el centenario de su realización
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
"Sin ella, el cine no habría sido lo mismo". Con esta frase termina el espot promocional de esta edición del <strong>Festival de Sitges</strong>, diseñado por la misma agencia de publicidad que ha confeccionado el cartel del certamen. En este cartel, dos colosos, dos íconos del género fantástico, rivalizan frente a frente: la ya recurrente figura de King Kong contra la ciudad de casas retorcidas de ‘El gabinete del Dr. Caligari’. Sin este monumento del expresionismo alemán, el cine fantástico posiblemente no habría sido lo mismo.
Sitges rinde homenaje al filme realizado por Robert Wiene hace 100 años de diversas formas: en esa frase promocional; en su espléndido cartel en tono sepia; la edición del libro conmemorativo ‘Sombras de Caligari’, publicado por Hermenaute y coordinado por Ángel Sala y Jordi Sánchez-Navarro, y un atractivo miniciclo que incluye, bajo el título general de Sombras de Caligari, el filme original, el 'remake' estadounidense ‘El gabinete Caligari’, la obra maestra de Fritz Lang ‘El testamento del Dr. Mabuse’ y ‘El proceso’, la tortuosa versión de la novela de Kafka realizada por Orson Welles.
Porque todo fue, en aquella era dorada del cine alemán de entreguerras, una cuestión de sombras que aprisionaban a los personajes y de doctores maquiavélicos y megalómanos como Caligari y Mabuse, estigmas de la Alemania nazi que empezaba a gestarse. Su estética de callejones de geometría demente, sus casas retorcidas en perspectivas improbables, su uso de las sombras pintadas directamente sobre los decorados, el maquillaje de gruesas capas de negro tanto en los ojos como en los guantes de Mabuse, la iluminación en claroscuro –que tanto influiría posteriormente en el cine negro y en el fantástico de Hollywood– y su ambiente en duermevela, marcaron una tendencia asfixiante.
La película nace y muere en sí misma, un mundo aparte dentro del expresionismo alemán, aunque con innegable influencia en autores posteriores como Tim Burton (muy evidente en ‘Eduardo Manostijeras’, pero también en ‘Bitelchús’ o ‘Batman vuelve’), Welles (la citada ‘El proceso’), Edgar Neville (los decorados cabalísticos de ‘La torre de los siete jorobados’), Jesús Franco o la recargada atmósfera del Frank Miller de ‘Sin city’, cómic y película. Y no solo en el plano cinematográfico. También en la música se ha dejado oír durante años el eco de Caligari: Joy Division, Kraftwerk, Bauhaus y otras bandas góticas, los olvidados Das Kabinette y su ‘synth pop’ ochentero y, evidentemente los españoles, Gabinete Caligari, además de distintos grupos de pop, jazz o vanguardia que han puesto banda sonora a las distintas restauraciones y reediciones que ha experimentado el filme.
El 'caligarismo' antes que el expresionismo
'El gabinete del Dr. Caligari’ inventó, en todo caso, el ‘caligarismo’ antes que el expresionismo, que se define mejor con títulos previos y posteriores como ‘El golem’, ‘El estudiante de Praga’, ‘Sombras’, ‘El hombre de las figuras de cera’, ‘Homunculus’, ‘Las tres luces’ y, solo en parte, ‘Nosferatu’. Las enajenadas andanzas del sonámbulo Cesare y el inquietante Mabuse crearon un estilo sorprendente que llevaría al límite lo expuesto por el movimiento artístico del expresionismo antes de que el cine se volviera expresionista a su vez.
Muchos de sus logros fueron fruto del azar, porque el proyecto era uno y terminó siendo otro. Lo debía dirigir Fritz Lang, pero lo firmó finalmente Robert Wiene. Los guionistas del filme, Carl Mayer y el poeta checo Hans Janowitz, querían que la dirección artística recayera en Alfred Kubin (pintor austrohúngaro influenciado por Goya), pero el productor se decantó por Walter Röhrig, Walter Reimann (miembros ambos del grupo Der Sturm) y Hermann Warm. A ellos se deben esas líneas oblicuas que, como escribió el estudioso del expresionismo Rudolf Kurtz, producen en el espectador un efecto distinto al de las líneas rectas, así como las curvas inesperadas del decorado provocan una reacción diferente a las de los trazos armoniosos y reconocibles. Entre todos configuraron una de las mayores pesadillas que ha deparado el arte cinematográfico.
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