ROMANCES JUVENILES

10 amores juveniles de verano (y de película)

El cine ha demostrado incansablemente que la temporada estival es por definición tiempo de aprendizaje sentimental, aunque este año las mascarillas lo pongan más difícil

Fotograma de 'Verano en Louisiana', de Robert Mulligan

Fotograma de 'Verano en Louisiana', de Robert Mulligan

Beatriz Martínez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Puede que esté siendo el verano más extraño de nuestras vidas. Calor y mascarillas son una mala combinación para el romance. Pero todavía podemos retrotraernos, a través de las películas, a esa época en que la estación estival era sinónimo del despertar del deseo. Los mejores primeros amores tienen lugar en verano. Son cortos, pero dejan huella. Da tiempo a divertirse, experimentar, desencantarse y, en definitiva, a madurar.

Las ‘coming-of-age’ veraniegas se han convertido casi en un género en sí mismas. Tienen códigos que se repiten, aunque las historias no tengan nada que ver entre sí. Siempre está presente la sensación de tiempo suspendido. “Me gustaría que el verano no terminara nunca”, decía Harriet Anderson en ‘Un verano con Mónica’, de Ingmar Bergman. Otro de los efectos secundarios del primer romance vacacional es la estimulación sensorial: todo sabe y huele mejor, todo es más bonito. Y más intenso.

Armonía con la naturaleza

La naturaleza también cobra un sentido muy especial. Campamentos en los bosques, aire libre, montaña, playa, riachuelos donde refrescarse. Resulta curioso que en la mayoría de estas películas se produzca una armonía con el entorno que rodea a los personajes, como si se fundieran con él y encontraran un espacio de libertad en el que no ser juzgados por sus decisiones frente a las imposiciones más convencionales: sentimientos arrebatados y la sensación poderosa de romper con las ataduras.

La única tragedia es que tienen fecha de caducidad. Algunos de estos romances marcan para siempre (de nuevo Bergman y su ‘Juegos de verano’), y en la mayoría de los casos se produce un proceso de maduración acelerado: ninguno de los implicados volverá a ser igual y parte de su inocencia infantil se perderá para siempre. Se llevarán lo bueno y lo malo de esa relación iniciática, que probablemente marcará su futura identidad, y rememorarán en sus cabezas para siempre.

UN VERANO CON MÓNICA (Ingmar Bergman, 1953)

Dos jóvenes asfixiados por sus respectivos entornos deciden escapar en una barca y vivir un verano en el que se desharán de todos los tabús. El entorno idílico de las costas suecas será testigo de un romance desinhibido donde ambos protagonistas se dejarán llevar por la pasión hasta que tengan que asumir que ese espacio de libertad no puede durar para siempre. Fue la película que lanzó a la fama al gran maestro, y la más controvertida de su carrera debido a su carga erótica y los desnudos integrales de Harriet Andersson.

PAULINE EN LA PLAYA (Éric Rohmer, 1983)

Éric Rohmer parecía tener debilidad por la estación estival. ‘Cuento de verano’, ‘El rayo verde’, ‘La rodilla de Clara’ o ‘La coleccionista’ son algunas de las películas que se ambientan durante esos meses. Y luego está la deliciosa ‘Pauline en la playa’, en la que la joven del título descubre en las costas de Normandía que el deseo en los adultos no se diferencia demasiado de los caprichos de los adolescentes. Ella también vivirá su primer amor y, como no podía ser de otra manera, también una inevitable decepción.

VERANO EN LOUISIANA (Robert Mulligan, 1991)

Fue la última película de Robert Mulligan y la primera que rodó una jovencísima Reese Witherspoon, con apenas 14 años. El veterano director de ‘Matar a un ruiseñor’ se despidió del cine con una historia adolescente sobre la ansiedad que provoca el querer hacerse mayor lo antes posible, así como sobre los sentimientos inesperados y contradictorios que genera el despertar del amor. Es una película serena, que desprende sabiduría en cada plano, armonía, con un toque de poesía y también de amargura.

MI CHICA (Howard Zieff, 1991)

Consiguió que el tema clásico de The Temptations del mismo nombre (‘My girl’) se identificara con el verano, los paseos en bicicleta y el primer beso entre Anna Chlumsky y Macaulay Culkin. Adquirió un éxito inmediato en su momento, pero se quedó por méritos propios en el panteón de los clásicos populares. Siempre ha sido una película dulce y luminosa sobre la infancia y la inocencia, y eso que hablaba de la muerte y el sentimiento de pérdida. Para colmo, nos hizo llorar a borbotones y temer de por vida a las abejas.

KRÁMPACK (Cesc Gay, 2000)

El tándem de amigos formado por Fernando Ramallo y Jordi Vilches se convirtió en una de las grandes revelaciones de esta película que se acerca con frescura y desparpajo, humor, pero también hondura, al desenfreno hormonal adolescente. El título, que hacía referencia a la masturbación mutua entre los dos protagonistas, daba lugar a un relato sincero de descubrimiento de la homosexualidad y de aceptación de la propia identidad durante un verano repleto de peripecias en la costa catalana.

EL ÚLTIMO VERANO DE LA BOYITA (Julia Solomonoff, 2009)

Julia Solomonoff pertenece a una generación de cineastas latinoamericanas que utiliza la adolescencia y los ritos de paso para demostrar la importancia de la mirada femenina para hablar de temas como la identidad sexual. Esta extraordinaria y delicada película utiliza el esquema de ‘coming-of-age’ para reflexionar sobre los prejuicios entre ciudad y campo, las lacras del pensamiento retrógrado y la necesidad de crear un espacio de comprensión y tolerancia en las nuevas generaciones.

TOMBOY (Céline Sciamma, 2011)

Enlaza directamente con ‘El último verano de la Boyita’ y con ‘XXY’, de Lucía Puenzo, a la hora de describir el despertar infantil, el descubrimiento de la verdadera identidad y el tránsito de los cuerpos. Ambientada en un limbo veraniego, a través de una serie de actividades cotidianas propias de la estación, la directora utiliza un lenguaje sensorial, repleto de miradas y silencios, capaz de trasmitir todas las contradicciones y deseos de una niña que quiere ser niño y que intenta imponer su decisión a pesar de los prejuicios.

HEARTHSTONE, CORAZONES DE PIEDRA (Guđmundur Arnar Guđmundsson, 2016)

El verano islandés tiene sus propios códigos. Se puede salir más que en invierno, pero en cualquier caso pervive la cerrazón moral incrustada en ese hábitat hostil. Que un niño descubra su homosexualidad en ese espacio regido por la intolerancia será una terrible experiencia para él. Así, la belleza de un paisaje precioso que exuda pureza chocará con la represión y el sentimiento de incomprensión de un pequeño que solo quiere ser aceptado.

CALL ME BY YOUR NAME (Luca Guadagnino, 2017)

El amor clandestino entre Elio y Oliver se ha convertido en uno de los clásicos instantáneos más recientes dentro de este género. Italia, los 80, el sudor de la siesta, el sonido de las chicharras, el sabor de los albaricoques. La adaptación de la novela de André Acimán cobró una forma mágica en manos de un hipersensorial Luca Guadagnino, que logró capturar toda la esencia del arrebato adolescente y el deseo carnal a través de los detalles y las miradas de los protagonistas.

LA INNOCÈNCIA (Lucía Alemany, 2019)

El pueblo, sus fiestas populares, verbenas, discotecas y botellones. Mientras los jóvenes salen a divertirse, las señoras mayores se sientan a la fresca en sus puertas criticando el tamaño de las minifaldas. Lis vivirá a tope la noche y el día, se enamorará y se quedará embarazada. Lucía Alemany se acerca a ella de forma empática, sin juzgarla en ningún momento, y el espectador asiste al proceso de transformación que la convierte en una mujer que toma sus propias decisiones.

Suscríbete para seguir leyendo