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El realizador mallorquín Toni Bestard nos cuenta las curiosidades de 'Pullman'

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Eduardo de Vicente

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Hace unos días se ha estrenado en Filmin la nueva película del realizador mallorquín Toni Bestard, Pullman, un drama social sobre la relación entre dos niños vecinos que viven en los apartamentos del mismo nombre, en los que suelen establecerse inmigrantes y familias de escaso poder adquisitivo. Se trata de Daren, un muchacho negro, y Nadia, cuya madre trabaja en un hotel y su hermana adolescente no tiene tiempo para ella. Juntos pasarán una tarde viajando por Mallorca y conociendo a diversos personajes, algunos de ellos muy extraños.

Ha sido rodada con pocos medios en un tono realista cercano al documental sin nombres conocidos y a partir del cortometraje El viaje, firmado por el propio realizador en el 2002 en las afueras de Madrid. Las dos películas relatan de una manera muy original cómo esos dos pequeños, interpretados por los debutantes Keba Diedhou y Alba Bonnin Ostrem, experimentan un trayecto vital que provocará que no vuelvan a ser los mismos. El realizador nos cuenta las anécdotas del rodaje.

-Unos apartamentos de verdad. “Los apartamentos Pullman existen en realidad. Están situados en una antigua zona turística de Palma (paradójicamente a escasos 600 metros del Palacio de Marivent, residencia veraniega de los Reyes de España, como puede verse en la película). Antiguamente era un hotel de lujo que, con el tiempo, se ha ido transformando en un edificio-colmena. Durante muchos años la imagen de los Pullman se ha ido deteriorando y siempre se ha relacionado con un lugar conflictivo. Pero lo cierto es que allí residen muchas familias trabajadoras que viven del turismo. Familias cuyos trabajos ahora peligran a causa de la crisis económica que nos acecha, especialmente en el sector turístico".

-Un paraíso ficticio. “El título que se manejó hasta casi acabada la postproducción fue Paradise Inn (que daba nombre a unos apartamentos ficticios, pero que se rodarían en los auténticos Pullman). Aunque desde el principio también me rondaba la posibilidad de titularla con el nombre real de los apartamentos, tuve siempre muchas dudas en utilizar uno u otro, incluso durante el rodaje. Por eso en una de las escenas donde aparece un cartel en la fachada de los apartamentos, que diseñó el director de arte, le pedí que hiciera dos distintos con diferentes nombres. Rodé dos tomas cambiando los carteles, por si luego cambiaba de opinión respecto al título. Al final fue un acierto hacer esto ya que, como bien sabéis, el título definitivo ha sido Pullman”.

-Un experimento de corta duración. “La idea inicial era rodar toda la película íntegramente con móviles. Los había utilizado Sean Baker en Tangerine (2015) y, más recientemente, el realizador Steven Soderbergh en Perturbada (2018). El experimento solo duró el primer día de rodaje, ya que fueron los días más calurosos de septiembre. Fue un auténtico desastre ya que los móviles se calentaban demasiado y se quedaban colgados en mitad de la toma. Tuvimos que anular el experimento y a partir del segundo día ya rodamos con una cámara convencional. Aunque finalmente he conseguido colar unos diez planos en la película rodados con móvil y apuesto que nadie se dará cuenta de cuáles son”. 

-Cómo ganarse a dos niños. “Suele haber un momento durante el día de rodaje en el que los niños desconectan completamente, ya que lo que quieren es divertirse. Por mucho empeño que uno ponga, desconectan totalmente y no hay forma de encauzarlos. Por eso tuve que recurrir a métodos menos ortodoxos ya que teníamos que continuar con el plan de rodaje. Así que para que se concentraran tenía que chantajearlos. Lo más fácil era un helado, pero algún que otro día ellos ponían las condiciones. Así que en más de una ocasión, después de una dura jornada de trabajo, tuve que llevármelos a un famoso parque de camas elásticas. Así que ya me ves a mí, que solo tenía ganas de volver a casa, con los chavales dando saltos en las camas elásticas durante varias horas.

-Rodando de incógnito. “Al ser una película muy independiente, no teníamos presupuesto suficiente para contratar a todos los extras que uno desearía. Así que no nos quedó más remedio que infiltrarnos entre gente real. En más de una ocasión el equipo estaba medio escondido, y rodábamos con una cámara pequeña para que pasara lo más desapercibida posible. Esto le dio mucha más credibilidad a muchas escenas en las que presenciamos reacciones completamente reales, que en alguna ocasión puso en un compromiso a más de un actor o actriz”.

-Digitalizando a un difunto. “En una escena aparece el cadáver de un hombre que ha muerto por una sobredosis. Aunque el actor que lo interpretó lo hizo de maravilla (y no es fácil hacer de muerto en el cine), no fue hasta la postproducción cuando me di cuenta que el maquillaje no había quedado lo suficientemente creíble (y no fue culpa de la maquilladora, sino mía, ya que le había pedido extrema sutileza en los detalles). Gracias a la revolucionaria tecnología digital pudimos aplicar nuevas capas de maquillaje digital al cadáver, consiguiendo el efecto deseado, sin que se note lo más mínimo”.

-Del corto al largo. “Cuando hice el cortometraje El viaje, allá por el año 2002, vivía en Madrid y, por lo tanto, intenté reflejar una realidad de aquella época. Muchos de los que empezábamos en ese momento, estábamos influenciados por las películas de nuevos realizadores, como El Bola o Barrio. Pero Pullman pertenece a otra época y a otro lugar. También son dos niños, pero muy diferentes a aquellos que protagonizaron el cortometraje. Y los quería contextualizar en un ambiente próximo y reconocible, cómo es el caso de la Mallorca turística y de aquellas familias de inmigrantes que llegaron aquí en busca de un futuro. Un futuro que, por otro lado, no ha sido tan maravilloso como se lo pintaron cuando decidieron emigrar a nuestro país. Y evidentemente la historia es universal, porque esto mismo ocurre en muchos lugares de nuestro mundo occidental”.