QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

'Aquella nit' o cómo superar la crisis de los 40 con canciones

l3a7376 media

l3a7376 media / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuenta la leyenda que cumplir 40 años supone una crisis para cualquiera. Es el momento de tu vida en el que sabes que hay un montón de sueños que no has hecho realidad y ya es casi seguro que no los cumplirás. Cientos de ilusiones se rompen e intuyes que estás, más o menos, en la mitad del camino. Pero el mejor remedio para superar los problemas es mirarlos con distancia y reírse un poco de ellos. Eso es lo que intentaron hace 10 años dos artistas escoceses que rondaban esa edad, el dramaturgo David Greig y el músico Gordon McIntyre, con Midsummer cuya adaptación catalana llega ahora convertida en Aquella nit (Una obra de teatre amb cançons) que puede verse en la Villarroel hasta el 8 de marzo.

Y está bien que especifiquen esa pequeña explicación en el subtítulo porque incluye canciones aunque quizás es algo forzado definirlo como un musical. Los protagonistas son dos actores que cantan (incluso tocan la guitarra en algún tema) y no al revés. Tampoco se trata de que descubramos sus cualidades vocales sino de que integren naturalmente las notas en los diálogos y las reciten con frescura y espontaneidad. Y los temas tampoco formarían parte nunca de los 40... principales.

David Selvas dirige esta guerra de sexos

Esta es una de las muchas tareas que deben realizar en hora y media Marta Bayarri e Iván Massagué en este duelo de cuarentones que acaban de inaugurar este dígito, se conocen casualmente y viven juntos un intenso fin de semana (algo más que una noche como señala el título). El también actor David Selvas dirige el espectáculo y cuenta con el soporte musical de Aurora Bauzà (piano) y Pere Jou (guitarra) que, igualmente, aportan sus respectivas voces.

Los espectadores se dividen en dos bloques a ambos lados mientras en el centro se encuentra el escenario. Al fondo, una tarima donde se sitúan los músicos mientras el resto está ocupado por un espacio elevado en forma de U y otros elementos como una nevera, el cajero de un parking y un pequeño sofá. En lo alto, una pantalla panorámica sirve para subrayar determinadas palabras o frases, proyectar imágenes o incluso servir de monitor para ver las evoluciones de los personajes seguidos con una cámara de vídeo.

Canciones muy desenfadadas

Los actores aparecen en escena y se dirigen al público al que tratan con cercanía ("Còm esteu? Benvinguts2) y utilizan un simpático truco para que apaguemos los móviles y evitemos los envoltorios de los caramelos. Empieza la acción y nos encontramos en Edimburgo, en un pub para gente acomodada en un día de lluvia. Allí están Helena, una abogada especializada en divorcios que pasa por un mal momento, y Bob (apodado el nàpies), un buscavidas que se dedica a negocios sucios con coches robados pero tiene buen corazón. La primera canción (que se repetirá en varias ocasiones) ya marca el tono: “¡Quina merda que és l’amor! Estimar fa mal”. En esta presentación de personajes ya descubrimos que ella es una mujer muy directa y él, algo más tímido. Hablan de ellos en tercera persona para explicarnos su historia y mantener algo de distancia.

Sus respectivas frustraciones y el alcohol les llevan a una noche de sexo salvaje. “Avui ho cremo tot”, canta ella mientras que Bob tiene una divertida conversación a ritmo de rap con su pene y le asegura que “tot ho he fet per a tu” mientras que su miembro le contesta que está “fart de canvis”. Una discusión originalísima que provoca las carcajadas del público.

Una aventura de una noche... ¿o no?

A la mañana siguiente llega la resaca y ambos personajes especulan con lo que serían si fueran un pueblo o un olor y piensan que ha sido una aventura de una noche, y ya… Si te he visto, no me acuerdo. Han de salir pitando ya que cada uno de ellos tiene compromisos ineludibles. Helena ha de asistir a una boda familiar y él tiene que cumplir una misión para un mafioso. Una cinta de correr servirá para escenificar esas carreras contrarreloj tras las cuales los actores acabarán exhaustos mientras ironizan sobre los runners.

Se han separado y todo hace pensar que no se volverán a ver. Pero el destino juega sus cartas y provoca que vuelvan a coincidir con inesperadas consecuencias, ya liberados de la tensión sexual de su primer encuentro, empiecen a conocerse de verdad y revelarse sus secretos más íntimos.

De la risa a la amargura

La obra arranca con mucha fuerza aunque luego pierde algo de fuelle y es muy meritorio el tour de force de ambos actores que están en escena casi siempre. Es fresca, consigue fácilmente que nos identifiquemos con ellos y suframos con sus problemas y se ve con una sonrisa. Y, a medida que avanza, se va volviendo más amarga, más sincera y emotiva. Un retrato generacional (con canciones) sobre el miedo a enamorarse, a crecer y a tomar decisiones y que, como es lógico, es recomendable para…  “cuarentañeros”, que lo de cuarentones suena muy mal.