Crónica teatral
Alerta sobre el peligro ultra
La voluntad discursiva se impone a la emoción en 'Una història real', el último trabajo de Pau Miró, que presenta La Villarroel con Julio Manrique al frente del reparto
José Carlos Sorribes
Periodista
José Carlos Sorribes
A Pau Miró nadie podrá cuestionarle que sus obras no nos ponen delante de la realidad. Si en 'Un tret al cap' ideó una pieza que planeaba sobre la crisis del periodismo, ahora en La Villarroel ha tejido otra que mezcla temas tan dispares como un conflicto paterno-filial, una alerta sobre el peligro del auge del pensamiento ultra y xenófobo y una reflexión sobre los límites de la autoficción en la literatura. Siempre es de agradecer que se apunte muy arriba, aunque el resultado puede que no llegue a alcanzar iguales cotas. Es el caso de 'Una història real', una pieza construida casi como un 'thriller' en el que el espectador deber ir desgranando las claves que le propone Miró.
Julio Manrique encarna a un escritor que ha alcanzado el éxito a partir del momento en que ha empezado a hablar de su vida. Y con un tema tan trágico como la muerte de su mujer por una larga enfermedad, algo que produjo lógicamente un terremoto en su vida y en la de su hijo. Nil Cardoner da vida a un adolescente superdotado -accede a la universidad un año antes de lo habitual-, pero al que le provoca urticaria ver que su padre triunfa con un material literario tan personal.
La obra adolece
de frialdad en su puesta en escena y viene a ser todo muy 'nórdico'
El autor superventas tiene en su editora (Laura Conejero) a una colaboradora estrecha en su ascensión y también a una confidente para su tormentosa vida paternal. Un episodio inesperado del joven en un campamento veraniego desata una tormenta que requerirá también de la ayuda de una psicóloga (Mireia Aixalà). Están en juego la vida familiar –cuestión importante-, y la reputación del escritor y las ventas de su nuevo libro -no lo son menos-.
'Una història real', con ese entramado argumental, adolece de cierta frialdad en su puesta en escena. Viene a ser todo muy 'nórdico', con escenas presentadas como cápsulas, lo que puede llegar a provocar en el espectador la misma falta de empatía que mantienen padre e hijo. Salvo que esos espectadores tengan adolescentes en casa y de rebeldía indómita. No es una cuestión del trabajo de intérpretes tan notables como Manrique, Conejero y Aixalà, siempre solventes y en su sitio. Mayor papeleta tiene Nil Cardoner, porque la conducta de ese superdotado queda explicada solo por la certeza de que si los padres son progres, los hijos no tienen por qué serlo e incluso pueden llegar a ser víctimas de la corriente supremacista que nos invade. El cambio de actitud del adolescente llega, además, en un desenlace 'feliz' algo abrupto.
Que la voluntad discursiva domina sobre la emoción en 'Una història real' lo explica, por ejemplo, una frase que Manrique le suelta a Cardoner: “Quien no controla el relato, no controla los hechos”. La máxima está hoy muy en boga, pero provoca cierta estupefacción escucharla en medio de una discusión paterno-filial.
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