ENTREVISTA

Jaume Sisa: "Los catalanes vivimos dentro de un condón al que llamamos 'seny'"

El cantautor de Poble Sec rompe su retiro con la edición de 'Els llibres galàctics 1966-2018', una obra que reúne las letras de sus canciones así como poemas, cartas y otros textos

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Jordi Bianciotto

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Jaume Sisa sale de su madriguera y entrega obra, pero no sonora sino escrita, 'Els llibres galàctics 1966-2018', dos volúmenes reunidos en un 'pack' que a través de siete bloques o ‘libros’ contienen las letras de sus canciones y textos del origen más variopinto: poemas, cartas, artículos y pensamientos fugaces con doble fondo. Hablamos con este cantante y compositor apartado de circulación desde que hace tres años publicó su, en teoría, último disco, 'Malalts del cel'.

-Dos tomos, casi 800 páginas. ¿Un proyecto largamente ideado y confeccionado?

-La idea era hacer un libro de canciones, que es lo que hacen todos los cantautores, ¿no? Pero se fue enredando la cosa. Un día le enseñé a Oriol Prat, filólogo y corrector de catalán, unas carpetas que tenía con las letras y otros escritos, y me dio la idea: ¿por qué no publicarlos también? Y comencé a buscar por los cajones y me salió mucha cosa que tenía arrinconada: cartas, artículos, prólogos, retratos de amigos y de artistas, prosa, poesía... Lo reunimos todo y daba para hacer no un libro, sino siete: uno de canciones, uno de poesía, otro de 'rumiaciones', pensamientos, otro de documentos, luego toda la obra de Armando Llamado, un libro de Ricardo Solfa y la reedición de 'El Viajante', el disco-libro que publiqué hará veintitantos años. Total, con Ignasi Duarte, buen amigo, que ha hecho la selección y edición de todos los textos, decidimos darle esta forma de manera que fuese una especie de obra completa mía.

-Habrá textos que escribió pensando que nunca se publicarían. Esa carta tan formal dirigida a Víctor Jou y Rafael Moll, el 'management' de Zeleste en los 70, quejándose de que le dejaron colgado para ir a un bolo a Igualada y que tuvo que ir en tren.

-No, no lo pensaba, pero yo iba guardando todo lo que escribía. Las cartas las solía escribir a máquina, y hacía una copia con papel carbón que me guardaba. Y de las cartas manuscritas hacía fotocopia.

-Cuando escribía una carta como esa, ¿pensaba en darle una forma literaria?

-No, qué va. Nunca tuve esa pretensión. Escribía cartas porque me gustaba. Me divertía diciendo cosas a la gente. A ver, yo no soy un escritor, no soy un intelectual ni un filósofo. Yo soy un cantautor, y en esta obra la base de todo son las canciones.

"No soy escritor ni intelectual ni filósofo. Soy un cantautor, y en esta obra la base son las canciones"

-¿Cree que la letra de una canción se puede disociar de la música?

-Una letra, si es buena, se debe poder leer también como un texto, como un poema. Dicen que las letras de canciones son un subgénero, o poesía menor, pero una letra debe reunir unos mínimos ingredientes de calidad y de forma literaria.

-Como admirador de Dylan que siempre ha sido, ¿ve con simpatía su Nobel?

-Hombre, me parece estupendo. John Lennon dijo que después de Jesucristo ya estaban los Beatles, y bueno, yo creo que después de Jesucristo viene Bob Dylan.

-Las letras, ¿son el carril por el que ha conectado con los creadores musicales?

-Sí, aunque una buena letra con una mala música es como un guion de cine al que después el director no sabe poner imágenes y escenas que tengan un sentido. Y una buena música con una letra floja sabe mal, es como un buen traje con una mancha de tomate en la solapa. ¿Qué es más importante? Yo diría que exactamente a partes iguales.

"Lennon dijo que después de Jesucristo ya estaban los Beatles, yo creo que después de Jesucristo viene Dylan"

-¿Es lector de novelas, ensayos, biografías...?

-Cada vez me cuesta más leer porque tengo algunas dificultades, pero leer, y leer poesía, para mí siempre ha sido una cosa básica. Ahora escucho música más que leer, pero, a ver, en la vida, ¿qué es lo importante? La vida es una comedia, una representación, ¿no? ¿Qué nos queda? Pues la poesía, la música y quizá la filosofía. Y todo lo demás, excepto el amor, es prescindible. El amor es muy importante, y el odio también. Por ahí gira todo. Son dos cosas sin las cuales la vida no se puede entender. Pero, si alguien se pregunta "¿qué hago yo en la vida?", pues, oiga usted, busque buenos entretenimientos, la poesía y la música, y si lo desea, la filosofía.

-Filosofía hay mucha en estos ‘libros galácticos’.

-Lo que hay es la manifestación de la teoría de la visión galáctica, que es la visión del todo desde cualquiera de las partes que lo componen. Es algo que siempre he tenido en cuenta a la hora de formar, componer y entender mi manera de ver el mundo. Lo que hay que hacer es abrir la mirada.

-Quizá nunca había explicado con tanto detalle en qué consiste ser galáctico, incluso con ejemplos concretos, como Groucho Marx, Bola de Nieve o Gato Pérez.

-Sí, hay una serie de notas y luego está el 'Manifest galàctic', que salió con el disco-libro de 'El Viajante' en los años 90. La visión galáctica es un tío con boina comiéndose un bocata de sardinas a las ocho de la mañana en la Meridiana, un banquero con sombrero de copa y un puro en Manhattan, un emigrante subsahariano en una patera, un ecologista en Dinamarca, un catalán 'emprenyat' blasfemando y cagándose en todo, un espía ruso en Pekín o un coleccionista de flamenco en Japón. Todo eso son manifestaciones galácticas que se deben entender como una unidad. Lo que pretendo en este libro es dar las pautas y claves de esta unidad de visión.

"En la vida, ¿qué es lo importante? Pues la poesía, la música y quizá la filosofía"

-Ser galáctico, ¿viene de fábrica o puede aprenderse?

-No es un don divino, es una actitud, una manera de percibir el universo, la vida, la realidad, y está al alcance de cualquiera. Es cuestión de orientar la mirada hasta que llegue a ser esférica, de manera que tú veas a quien tienes enfrente, a quien normalmente ves, pero que también tengas en cuenta a quien hay detrás, y a la izquierda, y a la derecha, y encima, y debajo, y dentro, y fuera.

-Catalunya, ¿es tierra propicia para los galácticos?

-Hombre, aquí como tenemos esa pedrada en el cerebro de que somos un pueblo que no sabe lo que es, y nos estamos buscando, y preguntándonos siempre qué somos... Yo tengo una respuesta provisional, que es que somos judíos de segunda. Es decir, cuando Dios creó el mundo hizo al judío, entre otros, y con unos pedazos que le quedaron por ahí hizo a los fenicios, y cuando ya tenía hechos a los fenicios todavía le quedaban unos restos y dijo, hombre, con esto haremos a los catalanes. Y esos somos nosotros.

-En uno de los libros dice que un andaluz se gasta lo que no tiene yendo de fiesta para invitar a los demás, mientras que un catalán espera que los otros se gasten lo que tienen para entonces invitar él.

-Exacto. Un catalán es más contenido. Nunca hará el gesto porque le parecerá que no queda bien, ¿sabe? Y no es que seamos roñosos, no, es que somos prudentes, discretos. A nosotros la vida nos da miedo y vivimos dentro de un condón, y a este condón le llamamos 'prudencia' y 'seny'.

"Los catalanes somos judíos de segunda"

-Hace su crítica a la catalanidad, pero, ¿no hay un dolor de país en el fondo?

-Claro que hay un dolor, el de vivir siempre encerrados, "ay, ay, ay, qué dirán", "ay, ay, ay, que no se sepa", "ay, ay, ay, al tanto que nos lastimaremos...” Como esto lo mamamos, lo llevamos dentro, forma parte de nuestra sustancia.

-Cuando era un artista en activo no solía hablar de política en las entrevistas, pero ahora que está retirado, ¿nos dirá cómo ve el cantautor galáctico el momento que vive Catalunya después de estos años de 'procés'?

-Bueno, los catalanes nos hemos querido creer que una representación de teatro era la realidad, y ahora se está viendo que la realidad era otra cosa. Hemos hecho una gran superproducción, con muchos actores, miles y miles, ¡millones!, y ahora la función se está terminando, y todo el mundo reconoce que hay prisa por marchar a casa a cenar, que mañana tenemos trabajo, hay que abrir la tienda y hay que trabajar. Lo sorprendente es cómo los catalanes hemos confundido todo esto con la realidad. Pero, bien, ha sido así y cada cual se cree lo que quiere creerse.

-¿Ve una salida a la situación en la que estamos?

-La salida es volver a casa a cenar y mañana levantarse "molt d’hora, molt d’hora", que tenemos que trabajar.

-En los textos habla de Acracia. ¿El pensamiento libertario es su familia política?

-Sí. El punto de vista galáctico tiene tres patas: la filosofía de Francesc Pujols, el anarquismo y la contracultura de los 60. Pero mi padre murió diciendo que no vería nunca el socialismo, pero que yo quizá sí que lo vería, y yo si tuviera hijos podría decirles que la acracia de verdad no la he visto, pero que quizá ellos la verán. Se trata de ir conservando la esperanza, porque, ¿si no, qué? Ahora bien, sabiendo que es mentira, pero la mentira es lo más bonito.

"Si tuviera hijos podría decirles que la acracia de verdad no la he visto, pero que quizá ellos la verán"

-Al pensar una obra como esta, ¿ha tenido algún modelo? No es solo un libro de letras de canciones, ni tampoco unas memorias.

-Pues ahora que lo dice, no. Este libro me refleja a mí. ¿Quién soy yo? Jaume Sisa, un chico que nació en un barrio de Barcelona y que no sabe hacer nada. No canta bien, no sabe hacer canciones, porque no ha estudiado en el conservatorio, no sabe escribir porque aprendió a escribir en catalán a los 25 años..., y entonces, ¿qué ha hecho en la vida? Pues se ha espabilado y ha hecho creer a todo el mundo que sabía hacer alguna cosa. Y hay gente que se lo ha creído y él ha conseguido vivir de esto. Lo cual es un gran mérito que, sin falsa modestia, me atribuyo. Como no sé hacer nada, he tenido que hacer un poco de todo, y este libro es el reflejo: un poquito de filosofía, un poquito de creación literaria, un poquito de impostura de mí mismo..., porque como nunca he sabido quién soy, me he tenido que inventar personajes para ver si en alguno de ellos encontraba las claves de mi existencia. Ahora bien, yo no he engañado nunca a nadie. Siempre he dicho que yo estaba ahí por casualidad y que haría lo que podría. Es como el amor: has de procurar tener una vida bonita, llena de emociones, pero nunca engañar a nadie. Tú has de ir siempre diciendo la verdad, que es la manera más bonita de engañar. No hay cosa más pretenciosa que intentar decir la verdad.

-¿Objetivo ilusorio?

-La verdad nadie sabe lo que es. Desconfía de quien te diga "yo no te engañaré, yo te diré la verdad...", porque te la va a pegar, pero será una puñalada en la espalda, ¿eh? Yo no, yo digo la verdad, por tanto miento, o sea que todos somos ya mayorcitos y cada cual ha de decidir si me ha de creer o no.

-En su estilo literario hay textos experimentales, incluso juegos con vanguardias históricas, como esos caligramas a lo Papasseit o Apollinaire.

-Debe haber influencias de todo tipo porque a mí, con la vida que he llevado, cumpliré pronto 71 años, me ha dado tiempo de todo, de sentirme influenciado por la 'beat generation', por los surrealistas y los dadaístas, por los simbolistas franceses, por los románticos castellanos... Por Quevedo y Salvat-Papasseit, pero también por Pessoa y por Walt Whitman, y por las canciones de Dylan y los cuentos del 'Costumari català' de Joan Amades.

"Desconfía de quien te diga "yo te diré la verdad", porque te la va a pegar, será una puñalada en la espalda"

-Hay esa idea de la oscuridad como portadora de prestigio, pero usted es partidario de la alegría de vivir, ¿verdad?

-Para mí, lo más importante es eso, la alegría de vivir, sí, sí. Porque, si no, ¿qué es la vida? Una mierda. Si no hay alegría de vivir, ¿qué haces en este mundo? Pégate un tiro, ¿no? Hay tres salidas: aceptar la dulce mediocridad de la vida normal, provocar un suicidio feliz y otra que es vivir bailando con alegría junto al abismo. Yo he optado por la tercera, si puede ser.

-Bailar con alegría junto al abismo.

-Sabiendo que en cualquier momento te puedes despeñar, pero eso es la vida. Si no se vive con un mínimo de aventura, con un componente de épica, puede ser una buena vida, cómoda, tranquila, pero...

-No estamos a favor de los artistas que se hacen los torturados.

-Pero los artistas torturados se lo pasan muy bien, ¡son muy felices! Es como la gente que siempre se queja de todo y siempre está buscando motivos para sufrir, y si no los encuentra se los inventa. He llegado a la conclusión de que son los más felices porque saben por qué sufren y se torturan, y eso les produce un placer muy superior a aquellos que reivindicamos la alegría de vivir.

"Si no hay alegría de vivir, ¿qué haces en este mundo? Pégate un tiro, ¿no?"

-El masoquismo.

-¿Hay algo más sublime y bonito que el masoquismo? Sin eso no sabríamos vivir. Tú coges a una 'tieta' y ¿qué hace? Pues sufre todo el día, ¿y verdad que son felices 'les tietes'? Yo veía a mi 'tieta' Antònia y se quejaba mucho pero era feliz. Quejarse, llorar y sentir placer, oye, ¿qué más queremos?

-Asume sin reproches todas sus etapas, empezando por el Grup de Folk.

-Fue bonito. Éramos gente de diversas procedencias y coincidimos en una especie de sueño difuso y un poco inconcreto. Durante aquel año tuve la oportunidad de conocer a gente estupenda como Pau Riba, Maria del Mar Bonet, Jordi Batiste, Ovidi Montllor, Jaume Arnella, Gabriel Jaraba... Ya me gustaría a mí recuperar ahora aquella ilusión. Aunque sacar esos libros me ha hecho ilusión, ¿eh? Hacía tiempo que no me hacía ilusión nada.

-Cuando mira sus álbumes antiguos, ¿no les ve los defectos?

-Si me pongo a ser crítico de mí mismo retiraría la mayoría de discos que he grabado, y este libro, en vez de tener casi 800 páginas, tendría 150. Pero no lo hago. Porque esto de ser crítico... La mayoría de las veces que decimos serlo, no lo somos, no hablamos en serio, no estamos dispuestos a llegar hasta el final, a jugarnos la vida. Porque si realmente fuésemos honestos con nosotros mismos, el mundo sería un lugar muy distinto. Pero nos engañamos y engañamos, y nos gusta engañarnos, engañar y que nos engañen. Hay momentos en que te descuidas y dices: vale, ya sé que el médico me ha dicho que no coma grasas, pero tráeme unos huevos con chorizo. Ser crítico me parece muy bien, pero, ¿hasta dónde?

"Si me pongo a ser crítico de mí mismo retiraría la mayoría de discos que he grabado"

-Reinventarse es un verbo que hoy se usa para cualquier cosa, pero usted lo ha practicado de verdad y varias veces. ¿Es la última expresión de esa mirada integral que supone ser galáctico?

-Yo tengo una vaga conciencia de las cosas, y luego las cosas van pasando. La vida pasa y la mezcla de todo es lo que acaba sucediendo. Por ejemplo, en este libro ha pasado algo misterioso. Hay uno de los pensamientos, el número 11, que ha aparecido sin que nadie sepa de dónde. Ni el corrector, ni el que pasó los textos a limpio, ni el editor, ni yo sabemos decir de dónde sale. Tenemos la sospecha de que ni he sido yo ni nadie de los que ha intervenido. Parece ser que es un mensaje en clave, hermético, que yo no sé descifrar. Cuando lo leo no lo entiendo. Es decir, que tú intentas que todo esté bien ordenado y escrito, y de repente aparece algo que no sabes qué es. Como la vida misma. La magia es eso, que algo que no sabías que estaba ahí, sí que estaba. En este libro ha ocurrido.

-En los 80, Sisa dio paso a Ricardo Solfa. ¿Qué balance hace ahora de aquellos alegres años en Madrid?

-Aquello fue cosa de un insensato, de alguien que no está muy entero. Tenía unos motivos, claro, quería vivir otra vida, tener una aventura, ser otro. Y tenía la ambición de que funcionaría. Quería triunfar, pero tuve un fracaso estrepitoso, contundente, brutal. Estoy muy contento de haber fracasado tanto.

-En Madrid le recibieron bien.

-Sí, sí, pero yo lo hice muy mal. Solfa no supo hacerlo como tenía que hacerlo. No se supo adaptar, y eso es culpa suya, de Ricardo Solfa.

"La magia es eso, que algo que no sabías que estaba ahí, sí que estaba"

-¿Su parodia del bolerista y su ironía catalana no fueron entendidas?

-En Madrid hay gente inteligente que lo entiende todo, como aquí y en todas partes; es solo que Solfa tenía la teoría clara sobre el papel, pero en la práctica las cosas se torcieron y Solfa no supo redirigirlas. Solfa no es un incomprendido. Lo hizo lo mejor que supo, pero no le salió bien del todo. No hay que quejarse, sino mirar lo que falló. Solfa sí que hizo una profunda autocrítica: "lo he hecho mal". Y yo le di la razón.

-Se podría pensar que usted conoce el alma tanto de Madrid como de Barcelona.

-Madrid es una ciudad que flota sobre la tierra y Barcelona tiene los pies en el suelo, pero tanto que se hunde. Madrid, como flota, se puede permitir hacer la 'movida' y lo que quiera. Es una ciudad en la que todo gira en torno a una apariencia de alegría de vivir. Barcelona es una ciudad que gira en torno al sufrimiento y la queja. Barcelona es una señora que se cree más guapa de lo que es. Madrid sabe que no es guapa, por tanto vive sin manías ni complejos, y disfruta mucho más. El precio es que Barcelona tiende demasiado a la profundidad y Madrid a la banalidad. Ninguna de esas ciudades es completamente así, pero creo que, si tuviéramos que polarizar, esa sería la comparación.

-Pero, como ocurre en su relación con Catalunya, usted no puede escapar de Barcelona, por mucho que la someta a críticas severas.

-Es que Barcelona y yo somos la misma cosa. Yo me siento tan identificado porque nací aquí, crecí aquí y seguramente moriré aquí. Pero, para mí, Barcelona es algo que va desapareciendo, convirtiéndose en una vivencia intemporal. Es una ciudad que ya tiene su vida propia y yo paso por allí. Mis amigos se han ido muriendo, yo ya no salgo... Hay un poema en el libro que lo explica, 'Poética Acràcia'. Ahora vivo en Barcelona desde el balcón.

"Barcelona es una ciudad que gira en torno al sufrimiento y la queja"

-Su último disco, 'Malalts del cel' (2016), fue un gran acontecimiento.

-Tuvo comentarios favorables, sí, estoy muy contento, aunque en ventas fue mal, como todos, si bien mejor de lo que esperaba.

-¿Puede haber otros?

-Para mí ese es el último disco, porque ahora no tengo nada que decir, ninguna necesidad. Eso de las canciones lo tengo un poco arrinconado. La guitarra está en un rincón, tranquila. No se queja.

-Lluís Llach dice haber descubierto que no vive para la música, sino que la música le he ayudado a vivir. ¿Le ocurre algo así?

-Pues yo estoy un poco en ese punto, sí. Me alegro de coincidir con Lluís Llach, que es un gran artista. A mí siempre me han gustado mucho los artistas que se retiran, y creo que tengo tendencia a imitarlos y quizá yo me retiraré también. Yo conocí a Gil de Biedma, que en la treintena ya no escribió más. Concha Piquer se retiró a los 57, estando en plena forma. Marcel Duchamp se retiró a Cadaqués y se pasó los últimos diez o quince años jugando al ajedrez y haciendo una obra que se podría haber hecho en tres meses; otra manera de retirarse. Cuando se retiraron los Beatles me supo muy mal, pero al cabo de muchos años lo comprendí. Raimon, un artista admirable, también se retiró. Me parece muy bien que haya artistas que tomen la decisión de retirarse. ¡Se deberían retirar muchos más!

-¿Tiene la sensación de que cierra algo con estos 'libros galácticos'?

-Sin duda. Igual que cuando grabé el último disco. Entonces sentí que cerraba un capítulo y ahora siento que cierro otro. No me he retirado formalmente de nada, pero me doy cuenta de que últimamente estoy cerrando puertas, vaciando las habitaciones. Pero aún me quedan trozos de casa por explorar.