EXPOSICIÓN ANTOLÓGICA

Cómo las vanguardias pusieron patas arriba el arte burgués

CaixaForum presenta parte de los fondos del IVAM de arte de entreguerras, con obras de Marcel Duchamp, Man Ray o Joan Miró

Un detalle de la exposición Construyendo nuevos mundos.

Un detalle de la exposición Construyendo nuevos mundos. / periodico

Elena Hevia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las dos guerras mundiales del pasado siglo pusieron patas arriba la concepción del mundo existente hasta aquel momento. Y es que si ya nada servía y todo debía transformarse alentado por las fuerzas antagónicas del comunismo o del fascismo, también debía ser diferente la manera de mirar. O si se quiere, nada de lo conseguido hasta el momento era válido. Así que vino Marcel Duchamp y en el acto más irreverente de todos plantó un urinario en una galería y transformó de raíz el hecho artístico. El buen gusto ya no era la medida y a la nueva mirada se le ha llamado vanguardia, o mejor dicho vanguardias, porque fueron muchas los caminos transformadores y excéntricos. Todo se gestó entre los años 1914, estallido de la gran guerra, y 1945, el fin de la segunda, con el añadido de la revolución soviética entre una y otra. Guerra y arte fueron de la mano sentando las bases de nuestra sensibilidad contemporánea.  

Una forma de apreciarlo es darse una vuelta por CaixaForum y la exposición ‘Construyendo nuevos mundos’ que se inaugura este miércoles. La muestra contiene 162 piezas procedentes de la colección permanente del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), que este año cumple tres décadas de vida. Aquí se reúnen creaciones de los nombres más sustanciales de las vanguardias históricas como Marcel Duchamp, Juan Gris, Man Ray, Joan Miró, Walter Gropius, George Grosz, Francis Picabia, Paul Klee, Alexander Rodchenko, Jean Arp, Constantin Brancusi o Max Ernst.  

Juli González, el inicio

La muestra tiene dos núcleos gravitatorios, el legado seminal del escultor valenciano Juli González, amigo y contemporáneo de Picasso, y la aportación de la Colección Alfaro Hofmann, creada por el hijo del escultor Andreu Alfaro y centrada en el diseño industrial de los objetos cotidianos. Así diversos utensilios de época, entre ellos una cámara, un tocadiscos y una cafetera, se unen a las piezas artísticas, vinculándolas con su momento histórico. De ahí que junto a un aparato de radio de factura alemana pueda escucharse un enardecido discurso de Hitler del 3 de octubre de 1940. Y es que en palabras de su comisario, Josep Salvador, lo que intenta la exposición es mostrar "cómo se aceleró el coche de la historia".

En el IVAM no hay una 'Fuente' de Duchamp (es decir, una de las réplicas del urinario original perdido) pero sí dos obras, presentes en Barcelona, que expresan a la perfección su iconoclastia: los hipnóticos discos ópticos creados para el corto ‘Anémic Cinema’ de Man Ray que se vendían en tiendas populares -seis de ellos por 15 francos en 1936- y una reproducción facsimilar de ‘La Caja Verde’, el libro en que incluyó notas y bosquejos de la que será su creación más misteriosa, ‘La novia desnudada por sus solteros, incluso’. Junto a ellas, diversas fotografías de Man Ray. 

Paralelamente a esos pioneros se abren paso los futuristas. "Un automóvil es más hermoso que la Victoria de Samotracia", decía el fascista Marinetti a modo de declaración de principios. Pronto serán arrinconados por los atrevidos dadaístas. El centro valenciano tiene en sus fondos buena parte de la obra gráfica de John Hearfield, uno de sus miembros y artista fuertemente influido por el comunismo que más tarde se convirtió en el modelo a seguir por el cartelista y fotomontador valenciano Josep Renau, también con obra (‘Éxtasis’, 1935) en la muestra.

Arte y política

La política también marca el paso de renovación, especialmente en la recién creada Unión Soviética donde el cartelismo propagandístico adquiere categoría artística. Así junto al cartel de Alexander Rodchenko de la película ‘El acorazado de Potemkin’ -acompañado de un video de la insoportable e inspiradora secuencia de la escalera- se pueden ver huecograbados de 'cololages' y fotomontajes para portadas de libros, revistas y carteles (Moholy-Nagy y Gustav Klucis), en los que se reivindica la presencia femenina en las figuras de Valentina Kulagina, Varvara Stepánova y Natalia Pinus-Bucharova, importantes cartelistas bolcheviques.

Si se tiene en cuenta que una de las incorporaciones artísticas más decisivas en estos años es la del cine, también pueden verse muestras del periodo más revulsivo del séptimo arte como el corto surrealista ‘Entr’acte’ de René Clair o el fragmento de la cadena de montaje de ‘Tiempos modernos’ de Charles Chaplin. La influencia de las teorías de Freud y la irrupción de los sueños como instrumento de conocimiento cristalizaron en la escena parisina de los años 20 y 30 como testimonia el manifiesto ‘El surrealismo al servicio de la revolución’ del Papa del movimiento, André Breton, así como las obras de hierro forjado de Juli González ‘Los enamorados’ y ‘La cabellera’.

En la muestra no podía faltar el influjo de la Bauhaus alemana, o lo que es lo mismo el kilómetro cero de la arquitectura moderna, escuela de la que ahora se conmemora el centenario de su nacimiento. Libros de Walter Gropius, su fundador, y Paul Klee ilustran esa renovación que tiene su correlato en el constructivismo soviético y en los grabados del ruso El Lisitski.