CRÓNICA DE TEATRO

'Laberint striptease': desmontando a Brossa

Roberto G. Alonso monta un cabaret que juega con soltura con el universo brossiano

Una imagen promocional de 'Laberint striptease'

Una imagen promocional de 'Laberint striptease'

Manuel Pérez i Muñoz

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Existió una vez –eso cuentan– una Barcelona nocturna y canalla. Una ciudad que socializaba en cabarets de todo tipo, algunos mitificados como la Cúpula Venus o la Bodega Bohemia. Por aquellos escenarios –se dice– siempre anduvo Joan Brossa, babeando ante los desnudos de Christa Leem, teorizándolos hasta la categoría de arte supremo. En ese abundante corpus artístico se inspira 'Laberint striptease', espectáculo cabaretero y brossiano que dirige y espolea Roberto G. Alonso en el Escenari Brossa hasta el 12 de mayo. 

Partiendo del libro 'Strip-tease i teatre irregular' de mediados de los sesenta, Alonso se ha adentrado en una selva de géneros parateatrales, se ha impregnado de prosa, poesía y dramaturgia, ha insuflado vida, movimiento y música a objetos fetiche y estáticos poemas visuales, todo para sacar a pasear la parte más corrosiva y correosa del universo Brossa. Encargo heterodoxo en sentido y forma, el contenedor de cabaret se adapta como un guante de lentejuelas a la mano, lo sabe bien un director y coreógrafo que monta esporádicamente el casi secreto y selecto Cabaret 13 entre las cuestas de Poble Sec. Alonso –alternándose en alguna funciones con Jordi Andújar– se reserva el traje de MC clásico, maestro de ceremonias con accesos de ternura y nostalgia como cuando evoca los paisajes de su juventud, las noches pasadas en el recién desaparecido Bar Cosmos rodeado de los referentes que atraviesan los números. 

El resto de la compañía, y eso es fundamental para el cabaret, tiene entidad propia, sobretodo la presencia y naturalidad del multinstrumentista Jordi Cornudella, partenaire de Alonso en la mayor parte de escenas. Canta Elena Martinell y ponen cuerpo la stripteacista Laura Marsal y el saltimbanqui Davo Marín

Y alerta, quien llamado por el título acuda buscando pit i cuixa quedará en parte decepcionado. Porque lo que se desnuda en el show es un Brossa lleno de aristas y capas creativas, una lectura bien pautada que comienza desgranando lentamente, como en un striptease de sentidos, la poesía objetual, con juegos, disociaciones, ironía, fragmentación y sorpresa. ¿Han visto nunca ustedes un piano quitándose la “ropa”? 

Anticlericalismo gamberro

Sube la tensión cuando se viste el tul de la crítica social, política –muy bien encajado el número de la urna en la que no se puede votar– y sobretodo la anticlerical, donde se quitan las prendas más gamberras. Hay en esa provocación mucho del original y menos del presente. Se echa en falta elevar la transgresión a lindares más actuales, o incluso mezclar Brossa con las parateatralidades híbridas del presente, como se hizo en parte en el cabaret que montó el Macba en el 2017 durante la gran exposición. Pero seguramente ese seria otro espectáculo, porque la virtud de 'Laberint striptease' subyace en darnos una interpretación del universo brossiano nítida y concienzuda. Y así parece que lo agradecía el público el sábado, con entradas agotadas y ovación en pie.