CRÓNICA

Miquel Gil, un folk exponencial en el CAT

El cantante valenciano dio una exhibición de canción popular con carácter y modernidad en la presentación de 'Geometries', su primer disco en ocho años

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Jordi Bianciotto

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Miquel Gil no es solo la voz resumen de todos los sedimentos sino, sobre todo, la capacidad de llevar al presente la sabiduría ancestral de los géneros populares convirtiéndolos en poesía contemporánea, en crónica trepidante y en truco de magia. Han valido la pena los ocho años de espera para llegar a ‘Geometries’, el despampanante mosaico con forma de disco, provisto de mil y un colores y relieves, que el cantante y compositor valenciano mostró este viernes en el CAT, cita compartida por los festivales Barnasants y Tradicionàrius.

Hay que acercarse a obras como esta para entender que cuando hablamos de folk no hay que pensar en el museo de arqueología sino en canciones que rebosan vida, promiscuas y emocionantes, como las que Gil desplegó rodeado de guitarras, laúdes y bandurrias, acompañado por la flauta y la dulzaina. Y por versos como los de Enric Casasses, que apelaron a amores de madurez, sin colores pastel ni príncipes azules, en ‘Llei horària’ y en ese “fandango a la valenciana” que es ‘Canvi de clima’.

El ‘anarco’ que fue ministro

El cantador de Catarroja vino con una pierna lesionada (“el deporte está sobrevalorado”, bromeó) pero con la garganta en plenitud, bien dispuesta para dar aliento, en ‘#Copla42’, a la evocación de Joan Peiró, el “anarco-sindicalista que fue ministro” (en tiempos de la república). Ahí hizo muy buenas migas con una voz invitada, Mireia Vives, y valiéndose de una guitarra que fue entrando y saliendo, la de Borja Penalba (coproductor de ‘Geometries’), convirtiendo así al sexteto inicial en un frondoso octeto.

El nuevo cancionero se dio la mano con citas a discos anteriores, como ‘L'amor és Déu en barca’, de ese clásico moderno que es ‘Orgànic’ (2001), el disco con el que Miquel Gil emprendió su aventura individual años después de abandonar Al Tall.  “Un bolero por reggae, o reggae por bolero, o yo qué sé...”, presentó él con informalidad, recordando que en lo suyo los palos de aquí y de allá se entrecruzan de un modo natural. Y Estellés, siempre Estellés, aquí con el relato de ‘Hotel París’, una de las cimas del disco: romance tradicional mutado a rumba atolondrada, "versión de '13, Rue del Percebe' pasada por el filtro de la imaginación desbordante del tío Vicent", deslizó. Y con otra alta muestra, ‘Mort petita’, que el poeta dedicó a su hija fallecida con cuatro meses de vida.

En ese tramo final de recital, otra piedra de toque, ‘Terra’, sobre un poema de su paisana Imma Mànyez que él asocia al 1 de octubre y que dedicó al que fuera su mánager, y ‘conseller’ de Cultura, Lluís Puig. Propinas en honor a Ovidi Montllor (‘Homenatge a Teresa’), el tacto del pandero en el temple primitivo de ‘Katà’ y una última estampa con ‘Primavera’, “que la vida accelera”, compartiendo la buena nueva y refrescando los poderes de lo que entendemos por canción popular.