Marta Marín-Dòmine reflexiona sobre el exilio a partir de la memoria familiar

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Indagar sobre la memoria familiar ha llevado a Marta Marín-Dòmine, una profesora barcelonesa que enseña desde hace años en una universidad canadiense, a reflexionar sobre el exilio y sobre lo que supone para una persona tener que abandonar el país de origen, contándolo en "Fugir era el més bell que teníem".

Publicado por Club Editor, en este título, en el que incluye fragmentos de las memorias de su padre Joaquim Marín, un hombre que se exilió dos veces de España, en 1929 y después de la guerra civil, la escritora se pregunta si el exilio se hereda.

En una entrevista con Efe, comenta que el lector que acuda a su libro se topará con una escritura que "es consecuencia del exilio familiar, que se ha convertido en una manera de estar en el mundo curiosa y placentera" y también con un homenaje al progenitor, un anticuario que acabó regresando a Barcelona, donde murió en 2016.

Marín-Dòmine, que es profesora de Literatura peninsular y Estudios de la Memoria en la Wilfrid Laurier University de Waterloo (Canadá), ha llegado a la conclusión de que el exilio "como tal no creo que se herede, porque es un movimiento forzoso, a diferencia del de huir, que puede no serlo".

En su caso, esta mujer que se ha pasado la vida haciendo y deshaciendo maletas, cambiando de casas y viendo las calles desde diferentes ventanas reconoce que lo que ha heredado "es ese sentimiento de no estar bien en ningún sitio".

"Yo -argumenta- he estado demasiado identificada con los exilios familiares y por ello puse un océano de por medio. Huir ha sido la necesidad mía íntima de separarme de la realidad familiar".

Aunque el gran protagonista del libro es su padre, Marín-Dòmine no olvida llevar al lector a conocer a su abuelo "Panxo", un anarquista del barrio del Clot, que tuvo que dejar su casa a finales de los años veinte por cuestiones políticas, y se instaló en la ciudad francesa de Béziers, donde llegaron en 1929 su abuela junto con su padre y su tía, dos niños pequeños entonces.

No olvida tampoco a su tío Manel, que años más tarde no podía regresar a España, o a la familia de Lleida exiliada en Argentina.

Escribir este libro ha sido una manera de "relacionar mi forma de huir con el exilio" y, a la vez, "ha sido una manera de seguir huyendo".

En estas páginas de prosa absorbente, la novelista tampoco obvia el dolor que sienten las personas en situaciones difíciles como durante un conflicto bélico.

"El dolor en primera persona hermana y puedo ver constantes en el dolor del mundo, de la misma manera que veo una manera de llevar el dolor muy digna, de gente que no quiere dar pena, que no quiere pasar por víctima", opina.

Por otra parte, no rehuye que con este libro ha querido, asimismo, hacer un "pequeño homenaje a los anarquistas del siglo XX, que tenían una determinada idea de estar en el mundo, pensaban que el mundo era de todos".

Para Marta Marín-Dòmine, "vivir con esta utopía a mí me parece todavía hoy muy válido".