CRÍTICA DE CINE
Crítica de 'Hereditary': pesadillas garantizadas
El filme de Ari Aster provoca una escalada de terror que nos lleva mucho más arriba de lo que quizá querríamos llegar, proporcionándonos imágenes e ideas terribles que nutrirán las pesadillas de quienes tengan familia
Dicen que la mayoría de las películas de terror hablan de casas embrujadas o de niños espeluznantes, y Hereditary incluye ambas cosas. En otras palabras, no reinventa el género; lo que sí hace es quitarles las telarañas a sus fuentes de inspiración -El resplandor, Don’t look now, El exorcista, La semilla del diablo, muchas más- para desmontarlas y recombinar las piezas creando algo definitivamente original. Parte psicodrama, parte relato de fantasmas y parte inventario de males perpetuados entre generaciones, Hereditary en todo caso se niega a ajustarse a etiquetas y por eso, mientras nos manda sucesivas sacudidas al fondo de la garganta, se confirma como una película que exige ser vista sucesivas veces.
Es el retrato de una familia trata de lidiar con el dolor de la pérdida y con el trauma, y que se va resquebrajando a medida que la tragedia abre la puerta para que lo sobrenatural se instale en sus vidas. En especial, el debutante Ari Aster observa a una mujer que gradualmente comprende que, desde la muerte de su madre -o incluso antes--, su vida quizá sea parte de una conspiración. Tremebundamente encarnada por la actriz Toni Collette a la manera de un instrumento que se va desafinando poco a poco, Annie siente que ella es la causante de todas las desgracias que acechan a los suyos, y que está transmitiendo una maldición a aquellos a quienes por definición debe proteger.
Ritmo deliberadamente paciente
En el proceso, Hereditary no ofrece el tipo de sustos gratuitos que le han hundido la reputación al cine de terror mainstream. Prefiere pasar el tiempo sumergiéndonos en el dolor de los miembros de esta familia, haciéndonos partícipes del drama de su situación. Aster imprime al relato un ritmo tan deliberadamente paciente que aquellos espectadores acostumbrados a exigir estímulos constantes se sentirán decepcionados a pesar de que, por otra parte, tal vez no haya un solo plano en toda la película que no derroche amenaza. Escena a escena, el director va construyendo el tipo de tensión insoportable capaz de hacer que todo un cine contenga la respiración al unísono, y entretanto deja clara una cosa: solicitar la presencia de los muertos es una actividad de riesgo. Nunca sabes cuál de ellos aparecerá, ni con qué intenciones.
Hereditary es sucesivamente perturbadora, bizarra y absolutamente demente, y en el camino no solo pone evidencia que sus protagonistas empezaron a destruir a sus consanguíneos y a sí mismos mucho antes de que este tormento aparentemente inexplicable se cerniera sobre ellos; también sugiere que, sea cual sea la naturaleza de ese mal, no tiene intención de dejar títere con cabeza. En su avance, provoca una escalada de terror que nos lleva mucho más arriba de lo que quizá querríamos llegar, proporcionándonos imágenes e ideas terribles que nutrirán las pesadillas de quienes tengan familia. Es decir, de todos.
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