The Divine Comedy, un brillo atemporal
Neil Hannon sublimó sus artes pop en el imponente recital de presentación de 'Foreverland', en su debut en el Palau
Jordi Bianciotto
Periodista
JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA
Ya no podemos hablar de The Divine Comedy como una marca de moda, tantos años después de sus minutos de fama en torno al Brit-pop, pero es ahora cuando le vemos asentado como mayúsculo creador pop y personalidad de escenario, todo a la vez, mientras los focos apuntan a otros lugares. Neil Hannon es el autor refinado pero no pretencioso y el ‘entertainer’ ocurrente sin ser histriónico, todo ello en un punto de plenitud y efervescencia, como observamos este miércoles en su recital del Palau, dentro del Festival del Mil·lenni.
Había ganas de verle con banda en Barcelona, tras sus últimas visitas en solitario, y sus cinco acompañantes suministraron los tejidos precisos para que canciones como ‘Sweden’ y ‘How can you leave me on my own?’, las que abrieron la noche, brillaran en todo su esplendor y sus matices melódicos. Aunque el Hannon ‘one-man show’ tiene su encanto, las formas no son un asunto menor en The Divine Comedy. Ni la puesta en escena: el norirlandés apareció vestido de Napoleón, listo para envolver de teatralidad e ironía ‘The frog princess’, con su préstamo de ‘La marsellesa’ y sus soplidos de melódica.
EL CABALLERO DEL BOMBÍN
Las canciones de ‘Foreverland’ tuvieron peso: ‘Catherine the Great’, ‘Napoleon complex’ y, más aún, esa majestuosa ‘To the rescue’, que convivieron con rescates de composiciones no siempre amables, como ‘Count Grassi’s passage over Piedmont’. En ‘Completely banker’, otro golpe de efecto: Hannon, paseando con traje, bombín y paraguas, con una dedicatoria “a los fantásticos banqueros”, dijo en castellano. La imperiosa ‘Generation sex’ y ese neoclásico ‘Our mutual friends’, que Hannon interpretó desde un asiento libre de la primera fila, acribillado a fotos, y arrastrándose luego por el escenario.
Ni siquiera The Divine Comedy se libra de la lacra del ‘set’ acústico, aunque Hannon lo abordó con ingenio, creando una escena de coctelería al son del ‘easy listening’ de Herb Alpert (‘Spanish flea’) y sirviéndose un par de copas de vino, una de ellas para Lisa O’Neill, telonera ‘folkie’ de la noche, con quien compartió una delicia del nuevo disco, ‘Funny peculiar’, dueto digno de Frank y Nancy Sinatra, camino de otra pieza de alta orfebrería, ‘A lady of a certain age’.
Al grito de “Anem a desfasar!”, ahora en catalán, el concierto se desmelenó con la versión más pop de The Divine Comedy a través de canciones como ‘Something for the weekend’, ‘Becoming more like Alfie’ y ‘National express’ en una secuencia matadora de ‘hits’ a la que ya no era posible atender sentado como si nada en tu butaca. En el bis, la casi olvidada ‘A drinking song’ y un ‘Tonight we fly’ apuntando al firmamento. Quizá The Divine Comedy ya no sea una marca de moda: es mucho más que eso.
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