CRÓNICA
Joe Satriani, en otra realidad
El guitarrista neoyorquino dio una exhibición de digitación virtuosa en Barts
Para algunos fans del hard rock y, sobre todo, de la guitarra eléctrica, el problema de las canciones de Ritchie Blackmore, Michael Schenker o Gary Moore era cuando entraba en acción la voz solista con sus estrofas y estribillos, empujando hacia el rincón sus divinos solos de varios minutos. Un fastidio. Para ellos existe Joe Satriani. Sin cantantes ni debilidades líricas. Guitarra y solo guitarra, y digitación supersónica y técnica pura, como los virtuosos del jazz, pero en versión rockera, siguiendo la estela de Jeff Beck.
Su última muestra fue el viernes en Barts, donde recaló con su Shockwave tour, que es como Satriani llama a sus nuevas exhibiciones de habilidad, en atención a su nueva obra, Shockwave supernova. Los discos y composiciones de este músico neoyorquino de 59 años, que fue profesor de guitarra de Kirk Hammett (Metallica) y Steve Vai, y a quien en el pasado solicitaron sus servicios Mick Jagger y Deep Purple, suelen desprender ese halo futurista, de ciencia ficción, con alusiones al espacio, los planetas de cristal y las máquinas del tiempo. Así son sus aptitudes instrumentales, alejadas del plano terrestre, en busca de un equilibrio entre técnica y emoción que suele decantarse hacia el primer polo. Su recital fue un tour de force en que su guitarra mandó y ordenó, como voz casi única. Satriani apenas se dirigió al público en unos pocos momentos con formulismos de bienvenida y agradecimiento. A su lado, un cómplice preferente, el teclista-guitarrista Mike Keneally, y la abrumadora base rítmica de Bryan Beller (bajo) y Marco Minnemann (batería), músicos a quienes permitió flashes de lucimiento.
Rock metalizado
La pieza que da título al nuevo disco abrió un repertorio con citas a toda su trayectoria, con material de estreno (Crazy Joey, On peregrine wings o Butterfly and zebra, esta acerca de «dos hermosas criaturas que se enamoran», informó en uno de sus pocos parlamentos) e incursiones en piezas de discos lejanos, como Flying in a blue dream, Ice 9 y Not of this earth. Hard rock con capas metalizadas y aristas épicas en Friends, o asumiendo una dinámica filo-funky en Time. En esta suministró Satriani uno de sus clímax ejecutivos, solapado con la sentimental If I could fly, donde sus vertiginosas, limpias, digitaciones, con sus modelos de guitarra Ibanez, dialogaron con las de su cómplice Keneally.
Dos de sus clásicos, el trotón Satch boogie y el iniciático Satch boogieSurfing with the alienaunque, entre ambos, Satriani sorprendió ofreciendo una de sus pocas piezas cantadas, Big bad moon, del disco Flying in a blue dream (1989), en la que tocó la armónica. Un Satriani con aire de southern rock, que dio sus más notorias señales de humanidad.
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