Después del trip hop
El grupo lideró en los 90 el auge de un género mezcla de hip-hop, funk, dub y pop
Las etiquetas son odiosas pero, a menudo, enormemente útiles. Entre las más odiadas de la música moderna de las últimas décadas figura la de trip hop, aunque, en realidad, era perfecta para resumir la música que definía. «No solo suena bien, sino que evoca instantáneamente lo que describe: una espaciosa, relajada forma de hip-hop que suele ser mayormente abstracta e instrumental», escribe el crítico Simon Reynolds en su libro Energy flash, obra maestra editada ahora en España por Contra.
El epicentro del trip hop fue Bristol, la localidad británica más próxima a Jamaica. Su pasado como puerto de esclavos propició el mestizaje, la mezcla de razas y culturas, después reflejada en un género que tenía tanto de hip-hop como de funk, dub, pop y música de cine. Massive Attack lideró esa oleada a principios de los 90 con Blue lines, pero después, una de sus voces características, Tricky, se desmarcó y sentó nueva cátedra con el abrumador Maxinquaye, hoy tan sugerente como el primer día. Y un año antes, Geoff Barrow (antiguo chico del té de Massive Attack) sorprendía con el grupo que formó con Adrian Utley y la cantante Beth Gibbons: Portishead, cuyo Dummy (1994) se considera uno de los discos más influyentes de los últimos tiempos.
Esta santísima trinidad ha sobrevivido al fin del trip hop -ahogado en variaciones light para terrazas de verano- con distinta suerte. Quienes han sacado mejor cabeza son Portishead, cuya música se ha endurecido y cambiado sin perder identidad trágica: Third (2008) fue un inesperado puño encima de la mesa con formas de rock experimental alemán de los 70, folk de herencia británica y salvajismo industrial.
Experiencia en directo
Massive Attack no sorprendió con Heligoland -quizá su disco más fácil de digerir y también de olvidar-, pero sigue siendo una experiencia sugestiva en directo. Del Naja afirma estar obsesionado con la obra reciente de Kanye West, así que quizá en el futuro nos espere un disco de Massive Attack tirando a visceral y virulento y, de nuevo, sobrecogedor. Tal y como funciona ahora mismo la industria, con la moda de los «discos sorpresa», no extrañaría que la continuación de Heligoland cayera la semana que viene. Del Naja se ríe cuando le pregunto si el nuevo disco llegara así, sin aviso previo. ¿Buena señal?
Probablemente sea Tricky el que más problemas ha tenido para recuperar la inspiración de los orígenes: sus últimos discos parecen, a ratos, una pálida imitación de aquellos de los primeros días: fascinantes como Maxinquaye, Nearly God (1996), Pre-millennium tension (1996) y Angels with dirty faces (1998).
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