La ceremonia anual

Subidón de 'Breaking Bad'

A una semana de su final, los premios Emmy coronan la serie, al fin, como mejor drama en una triste gala salpicada de algunas sorpresas

GRAN DEBUT Michael Douglas.

GRAN DEBUT Michael Douglas.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Hace un tiempo que la televisión vive una deliciosa y adictiva nueva era de oro. Se diría que ese auge creativo es inversamente proporcional al declive de las retransmisiones de galas de premios. La ecuación, al menos, quedó en evidente manifiesto el domingo en la gala de los Emmy.

A la tercera fue la vencida para Breaking Bad. El mismo día en que se emitía en Estados Unidos el penúltimo capítulo de las aventuras de Walter White, la Academia de Televisión recompensó finalmente con el premio de mejor serie dramática a una de las más exitosas y mejor escritas  creaciones de los últimos años (que el año que viene podrá volver a optar por última vez a los premios).

Fue una recompensa ideal para dar publicidad gratuita a la despedida. Y la esperaban muchos, aunque Vince Gilligan, su creador, aseguró que «no lo veía venir». Creía, como otros, que sería el año de House of cards, la serie creada para internet y que se ofreció completa desde el primer día para facilitar la creciente afición por ver temporadas enteras de una sentada o, al menos, sin la tradicional espera semanal.  Y aunque el éxito en las nominaciones no se tradujo en lluvia de oro, hubo estatuilla como mejor director para David Fincher. Los académicos demostraban que entienden que las pantallas ya no se mueven en el binomio pequeña-grande.

Lo había recordado el presentador de la ceremonia, Neil Patrick Harris, que al anunciar que se iba a honrar lo mejor de la televisión añadió: «Para nuestros espectadores jóvenes, es esa cosa que veis en vuestros teléfonos». Ni él ni los organizadores de la gala parecieron entender, no obstante, que para que alguien se siente -sea ante la pantalla que sea- hay que dar algo más que y tres horas de ceremonia aburrida, obsoleta y con aires de funeral, figurados y literales.

Al clásico in memoriam se sumaron cinco recordatorios para fallecidos como James Gandolfini. Y uno de los dos premios que se llevó Homeland, además del de mejor actriz de drama por segundo año seguido para Claire Danes, fue para Henry Bromell, guionista fallecido en marzo.

Por suerte hubo sorpresas y momentos que hicieron digerible la gala. Nadie esperaba, por ejemplo, que Jeff Daniels, protagonista de The Newsroom, dejara en la cuneta a Bryan Cranston (Breaking Bad), Kevin Spacey (House of cards), Damian Lewis (ganador el año pasado por Homeland) o el perenne nominado Jon Hamm (que como todo lo que tiene que ver con Mad men se fue de vacío de Los Ángeles). Y hubo sorpresas en los premios en categorías de reparto para Tony Hale (Veep), Bobby Cannvle (Boardwalk Empire), Anna Gunn (Breaking Bad) y Merritt Wever (Nurse Jackie) que, totalmente sorprendida, ofreció en 12 segundos uno de los mejores discursos: «¡Oh dios mío! Gracias, muchas gracias. Me tengo que ir. Adiós».

Los académicos no arriesgaron, como de costumbre, en comedia. Por cuarto año consecutivo Modern Family fue coronada mejor serie, aunque sus cinco intérpretes, incluyendo Sofia Vergara, se quedaban sin premio.  Julia Louis-Dreyfus ganó como mejor protagonista cómica por Veep (y van dos seguidos) y Jim Parsons se llevó su tercer Emmy por The Big Bang Theory.

Hubo ruptura en programas de variedades y concurso, con the Colbert Show poniendo fin a la década de dominio de su alma materThe Daily Show de Jon Stewart, y The Voice  haciendo lo propio con nueve años de triunfo de The amazing race.

Behind the candelabra, la película para HBO de Steven Soderbergh, prácticamente barrió en el apartado de telefilmes y miniseries y permitió a Michael Douglas, no solo ganar su primer Emmy, sino hacer bromas gay con Matt Damon, el coprotagonista en la historia de la relación homosexual de Liberace.

Fueron sonrisas para los Emmy «más tristes de todos los tiempos», según osó decir sobre el escenario el productor ejecutivo de Modern Family. La abrumadora legión de críticos de televisión ayer le daban la razón. En Los Angeles Times, Mary McNamara llegó a escribir: «La tele no está muerta. Las  galas de premios quizá sí».