Ideas

El grito

BEATRIZ
DE MOURA

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No sé a ustedes, pero dada la atmósfera de hecatombe en la que nos hemos dejado meter, nada me asombra ya demasiado. Por ejemplo, ¿qué me dicen de la discreta noticia, apenas divulgada, de que, tras otro improvisado antojo de nuestro brillante Gobierno se haya decretado a la chita callando un enésimo real decreto, publicado con inusitada celeridad en el BOE, según el cual se modifica la legislación para que Defensa actúe como intermediario en las operaciones entre los países extranjeros que compran armas en España. Sabíamos que en España se fabricaban armas y que sus fabricantes las vendían por ahí como todo hijo de vecino metido en ese sombrío comercio. Pero es cosa nueva que, a partir de ahora, este pase a ser en realidad tarea exclusiva del Estado español al parecer con el argumento de que, entre otros motivos, se busca, según la escueta noticia, «afrontar así las carencias advertidas en el sector industrial de la defensa (...), el aumento de la demanda internacional en materia de defensa [y] la creciente competencia internacional...». De modo que, por si fuera poco, ¡nos han convertido de la noche a la mañana a los españolitos todos, no solo en inversores y fabricantes, sino en traficantes de armas! Y nosotros, aquí, pasmados.

Qué quieren que les diga: se me remueven las tripas sentirme utilizada y, a la vez, totalmente impotente frente a semejante vileza de la que, además, se sirve el Gobierno para justificarse y acreditar así los motivos que le han impulsado a promover el dichoso decreto: todos sabemos -¿o no?- qué significa en realidad «una creciente demanda internacional de armas»; todos sabemos -¿o no?- que a cuantos más conflictos bélicos, mejor nos irá sin duda el negocio de las armas. Argumentan algunos en su descargo que, de todos modos, si no lo hiciéramos nosotros, lo harían otros. ¿De modo que habremos llegado ya al punto de admitirlo todo sin más, sin que algunos podamos al menos gritar al mundo nuestra vana resistencia y, al límite, nuestra ira inútil?