Un reto deportivo-literario que sale a la venta el próximo miércoles

15 maneras de entender el Barça

'Cuando nunca perdíamos' reúne cuentos de escritores declaradamente culés

Pedro Zarraluki (izquierda), Jordi Puntí y, detrás, Antoni Munné.

Pedro Zarraluki (izquierda), Jordi Puntí y, detrás, Antoni Munné.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Hubo un tiempo en el que lo intelectual quitaba lo valiente y los escritores evitaban confesar en público que les gustaba el fútbol. Hay honrosas excepciones, Nabokov jugó como portero y Camus, que también fue dramaturgo, se atrevió a decir que entre el teatro y el fútbol prefería el segundo. Ahora las cosas son distintas. Un escritor como Jordi Puntí, por ejemplo, puede alardear sin ruborizarse de que tiene en su biblioteca un apartado de 120 libros dedicados al deporte rey. Ahí tendría también un lugar de honorCuando nunca perdíamos.15 miradas sobre el Barça (Alfaguara), un libro que saldrá a la venta en castellano y catalán el próximo día 30 y en el que participa como autor. Suyo es uno de los 15 ejercicios de nostalgia, de mirada feliz lanzada al pasado a la que les ha emplazado el editor Antoni Munné. Puntí, explosivo forofo desde niño, y Pedro Zarraluki, aficionado de última hora (tan solo desde la temporada 2003-2004) de nervios mucho más templados, se reúnen con el editor para contrastar impresiones.

«Cuando yo me aficioné -cuenta Zarraluki- el Barça venía de una sequía total de cuatro o cinco años de no ganar nada. Además el Málaga le metió cinco goles. Pero en el 2004 nos pusimos a remontar y quedamos segundos por debajo del Valencia». Lo de Puntí viene de lejos: «Yo soy culé adoptivo porque a mi padre no le gustaba el fútbol y unos amigos de mis padres sin hijos me llevaban a fútbol». Tiene el autor una anécdota definitoria. Su madre le planchó el número de la camiseta al revés y el 9 se convirtió en un 6. En vez de ser Cruyff tuvo que ser Neeskens, que «por complexión» era más su tipo.

Los autores tienen a Manuel Vázquez Montalbán y a Gonzalo Suárez como padres fundadores de una nueva manera de comprender el fútbol y se lamentan de que el primero no llegara a disfrutar del Barça de Guardiola. Messi empezó a entrenar un año después de la muerte de Manolo: «Qué lastima, lo que hubiera disfrutado», coinciden.

«La intelectualización del discurso llega con el Cruyff entrenador -asegura Puntí-. Es cierto que no hablaba bien castellano pero su estilo de juego no era pedestre o vulgar y necesita un discurso más elaborado. Y eso los articulistas, Manolo sobre todo, lo entienden bien». Munné tercia con la idea de que pocos son los clubs en el mundo que tengan tanto escritor participativo. Al fin y al cabo, un partido de fútbol no deja de ser una narración y en ocasiones incluso una ficción. En todo caso es una historia con su épica y sus miserias. El problema es saber leer bien esa narración.

«En mi cuento -explica Zarraluki- mi personaje elabora la teoría de que un escritor de cuentos puede leer un partido de fútbol con mucho más placer».

Ahí radica el secreto para Puntí del disfrute que aporta la revisión de un partido. Es como la relectura de Guerra y paz o deMadame Bovary: «Ver por segunda vez un partido cuando ya conoces el resultado aporta un disfrute especial. Sabes el segundo exacto en el que van a hacer el gol y es fascinante, porque miras el partido de otra forma. Te dices a ti mismo: 'este defensa no tiene ni idea de que dentro de 30 segundos este tío le va a regatear por el otro lado'. Ya no es tan importante el qué sino el cómo. Como en los buenos libros».

Dice Vila-Matas, parafraseando a Tolstói, que todos los equipos felices se parecen y que los infelices lo son cada uno a su manera. La infelicidad forma parte de la historia del Barça. De hecho late, al acecho, en el corazón de su felicidad actual. «Cuando era pequeño -recuerda Puntí- escuchaba (por la radio), más que veía, partidos y en dos meses pasamos del todo a la nada. De aquest any síaAquest any, no. Eso te crea una segunda piel. Una mayor tolerancia al fracaso. Creo que los niños que han crecido en la victoria cuando lleguen los malos tiempos no sabrán como llevarlo». A ese futuro está dedicado el título, «irónico, profético y simpático», sugerido por Vila-Matas,

Los autores pasan revista a sus manías. ¿Solo o en compañía? Puntí prefiere lo primero: «Si pudiera ver el partido en una cámara acorazada sería perfecto». A Zarraluki le gusta el bar pero no se deja llevar, a su pesar, por el entusiasmo de la peña. «Me dan envidia los que se vuelven locos y besan a tu novia. A mí me sale un tímido bien, sin moverme apenas de la silla». A Puntí, además de la cámara habría que ponerle una camisa de fuerza: «Salgo a la galería y me desgañito». Luego compiten por el entorno más exótico en el que han visto un partido del Barça. Gana por goleada Puntí, que suma Tokio, Copenhague y Tirana: «Fui a Albania solo cuando me aseguraron que podría ver el partido».