Oposición a la restricción del aborto

Los médicos ven imposible definir por ley las malformaciones fetales

El ministro Alberto Ruiz-Gallardón con el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en la mezquita de Córdoba, el pasado lunes.

El ministro Alberto Ruiz-Gallardón con el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en la mezquita de Córdoba, el pasado lunes.

ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

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Los médicos especializados en el control del embarazo y el parto afrontan la inminente aprobación de la ley Gallardón sobre el aborto con una actitud de estupefacción. «No nos acabamos de creer que un Gobierno del siglo XXI acabe con una estructura sanitaria que ha conseguido uno de los índices de mortalidad perinatal más bajos del mundo, para imponer una ley retrógrada que complace la ideología de una minoría -afirmó  Ramon Carreras, presidente de honor de la Societat Catalana de Obstetricia i Ginecología-. No estamos preparados para la irracionalidad, aunque sabemos que la aprobarán».

La última filtración sobre la redacción de la ley con la que el Gobierno pretende suprimir el derecho del aborto ha incrementado su inquietud. Justicia estaría elaborando una lista de las malformaciones fetales que podrán ser motivo de interrupción del embarazo siempre que la mujer se sienta «incapacitada» psíquicamente para mantener la gestación. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ya ha advertido de que la lista no incluirá el fallo cromosómico que da lugar al síndrome de Down, dado que, según él, esa trisomía equivale a una «discapacidad» y no a una malformación.

«No es posible detallar en una ley una lista con las malformaciones y los síndromes que pueden ser detectados en la etapa fetal, y definir la gravedad o compatibilidad con una vida digna de dichas alteraciones», añadió Carreras. «Esta posición es unánime entre los especialistas. El concepto de discapacidad no forma parte de la terminología médica: todas las personas tenemos un cierto grado de discapacidad para algo».

IGUALDAD Y VIDA AUTÓNOMA / El tipo de debate que planteará la ley Gallardón quedó superado hace decenios, aseguró Carreras. «La ley de interrupción del embarazo del 2010, la que está en vigor, eludió entrar en esas disquisiciones y se centró en que la embarazada decida sobre si mantiene o no su gestación en cualquier circunstancia», añadió el obstetra. Una alteración genética, como la que conduce al síndrome de Down, dijo el especialista, puede impedir el desarrollo de un niño y causarle el mismo perjuicio que una alteración morfológica. «Entendemos que las alteraciones genéticas equivalen a una malformación cuando desde el inicio de la vida alteran el principio de igualdad entre las personas -dijo Carreras-. El síndrome de Down, con su diverso grado de afectación, no permite una vida autónoma. Sus afectados no están en situación de igualdad». La decisión de si se mantiene un embarazo con esta trisomía solo corresponde a la pareja que ha emprendido la gestación, insistió. «Tenemos la impresión de que el ministro Gallardón se está inventando una terminología pseudomédica para no decir claramente que no aprueba el aborto en ningún caso».

La utilidad terapéutica del programa de control del embarazo de la Generalitat puede quedar cuestionada una vez entre en vigor la ley Gallardón, ya que las decenas de variables que analiza tienen como objetivo detectar alteraciones genéticas o morfológicas de las que se informa a la embarazada para que esta decida si prosigue o no su gestación. Este programa, considerado uno de los más rigurosos de Occidente, se estructura a partir de tres ecografías que se realizan en el primer, segundo y tercer trimestre de embarazo. En la primera, que se ofrece a las 12 semanas de gestación, las nuevas técnicas ya permiten advertir si el feto sufre la trisomía que conduce al síndrome de Down. En el pasado, esta detección era  muy posterior. El grosor del pliegue de la nuca y el de la lengua del feto inducen el síndrome y son perceptibles, explican los especialistas, en ese primer diagnóstico: una única imagen capta todas las extremidades. Esta valoración inicial también permite detectar malformaciones gravísimas, como es la anancefalia (ausencia de cráneo), sin tener que esperar a la semana 20 de gestación, que es cuando se practica la ecografía que permite observar la estructura del feto con mayor maduración. Esta tercera ecografía -que en la actualidad puede conducir a un aborto si el comité médico así lo autoriza- informa del estado del sistema nervioso central del feto, del estado de todo el esqueleto, y de todos los órganos vitales.

«Aunque una malformación fetal incompatible con la vida del futuro niño podría ser definida como la alteración más grave, la realidad demuestra que hay muchas otras circunstancias que pueden tener esa misma consideración -concluyó Carreras-. Existen malformaciones que no impiden que el niño viva, para las que no existe tratamiento y que pueden dejar unas secuelas tan graves que impidan llevar una vida digna de un ser humano».