Gontxo y Pedro, un salto a pedales

Un excomercial de piscinas y un periodista en precario han aprovechado su afición para cambiar de sector. Sus esperanzas están puestas en la tienda de ciclismo urbano que han abierto en Madrid.

Gontxo y Pedro

Gontxo y Pedro / periodico

JUAN FERNÁNDEZ
MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A Gontxo Largo, periodista donostiarra de 36 años, y Pedro Muñoz, comercial madrileño de 38, les ha unido la crisis. Verdad a medias: la otra mitad de su alianza corre a cargo de su afición compartida a la bicicleta. El amor a los pedales que ambos profesan desde la adolescencia les ha conducido hasta el local de bicicletas urbanas que han abierto hace dos meses en el barrio madrileño de Chamberí, después de pasar largos meses de ajustes presupuestarios, rebajas salariales y suspensiones de pagos en sus empleos anteriores.

Hace apenas cinco años, a Muñoz le faltaban horas para atender la demanda de trabajo que le llegaba a sus manos. Qué lejos quedan los tiempos de la burbuja inmobiliaria. Se dedicaba a comercializar piscinas para viviendas particulares y en aquella época, que hoy parece de otra era, los bancos agrandaban con alegría las hipotecas para que sus clientes pusieran a la última el jardín de casa, e incluso les sobrara para irse de crucero.

Pero en el 2007, de repente, todo se paró -él lo notó antes que los demás-, y la empresa para la que trabajaba pasó de colocar 300 piscinas al año a ordenar una suspensión de pagos. Tanteó otros terrenos, ¿pero dónde iba él, con un currículo tan apegado al mundo de la construcción? «En este país nadie te da la oportunidad de cambiar de perfil profesional, tenemos ese prejuicio», se queja. Más emoción: a los seis meses, la empresa de su mujer también se declaraba en quiebra. Ambos de cabeza al paro con dos hijas en edad escolar.

Largo ha conocido en sus carnes el proceso de precarización que ha experimentado la profesión periodística en los últimos años. Colaboraba con la prensa local de su ciudad, San Sebastián, y publicaba reportajes como freelance en revistas de viajes, pero por el mismo artículo ahora le pagaban la mitad que hace diez años. Puesto a buscar salidas, se trasladó a Madrid para hacer colaboraciones en editoriales.

Y aquí comienza la cadena de azares. Muñoz y el hermano de Gontxo -el tercero en discordia en esta historia- son vecinos y suelen coincidir en la puerta del colegio de sus hijas. Un día, casi por casualidad, se pusieron a hablar de ciclismo y poco después empezaron a salir de ruta. En esos paseos, Pedro le comentó lo mal que estaba el trabajo en su sector y le habló de sus ganas de dar un salto. Sabedor de la afición a los pedales que une a los tres, al hermano de Largo se le encendió de pronto la bombilla: «¿Y si montamos un negocio relacionado con la bicicleta?»

La reunión iniciática tuvo lugar el otoño pasado. y en mayo Gripp, que toma el nombre de una localidad situada al pie del Tourmalet, era una realidad. La bicicleta urbana goza hoy de buena salud, pero en Madrid no ha alcanzado todavía el nivel de popularidad y uso que tiene en otras ciudades, como Barcelona. «Es un sector llamado a crecer, tiene mucho recorrido por delante. Por eso vimos razonable el negocio», explica Largo. Tiendas de ciclismo de montaña hay muchas, pero quizá no tantas dedicadas en exclusiva a la bici de ciudad.

OFERTA / Este es el hueco que pretenden cubrir con una oferta de bicicletas, ropa y accesorios que hará las delicias del aficionado al ciclismo urbano más exigente. El local, que ocupa un antiguo taller de coches, se parece más a un centro de adoración a los pedales que a una tienda tradicional. Tienen hasta una mesa y una cafetera para charlar tranquilamente con los clientes mientras toman un café. «Estaba claro, había que reinventarse. No sabemos si esto tendrá futuro, pero puestos a sufrir, mejor lo hacemos en algo que nos gusta», razona Muñoz.