Nueva crisis en las filas conservadoras

Un lapsus confirma el menosprecio visceral de Aguirre hacia Gallardón

Aguirre saluda al nuevo presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, en presencia de Dolores de Cospedal.

Aguirre saluda al nuevo presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, en presencia de Dolores de Cospedal.

GEMMA ROBLES
MADRID

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Ala presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, se le escapó ayer un vocablo malsonante cuando creía que únicamente era escuchada por su vicepresidente primero, Ignacio González. Pero el vocablo malsonante llegó, cosas del destino, a oídos de todos –y probablemente también a los de su destinatario– por culpa de un micrófono traicionero que no fue apagado a tiempo. Y todo hubiera quedado en una simple anécdota si, tras sus palabras, no se escondiera su eterna guerra con el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, y la pugna de poder en Caja Madrid.

«Yo creo que hemos tenido la inmensa suerte de poder darle un puesto a IU, quitándoselo alhijoputa», le dijo a González, pensando que la conversación era privada. La responsable del Ejecutivo autonómico valoraba así su reciente movimiento de piezas en la citada entidad financiera, a fin de sacar de la partida al consejero Fernando Serrano (afín a Gallardón) y colocar en su lugar a Rubén Cruz, vinculado a IU. La única duda que resta por despejar sobre la polémica frase de Aguirre es a quién se refería con el apelativo dehijoputay por qué su interlocutor, González, no mostró ninguna duda sobre a quién apuntaba su jefa.

Fue la propia Aguirre la que se apresuró a aclarar que el calificativo no era para el alcalde, Gallardón, sino para un consejero de su rival cuyo nombre, dijo, no recordaba. O sea, Serrano, hombre de confianza del alcalde. Y pidió disculpas.

SEMANA TENSA / En el ayuntamiento recibieron con cierta sorna y silencio mediático el traspié de lalideresa, que el jueves se quejó de que Manuel Cobo, número dos de Gallardón, aún no se había retractado ni había pedido disculpas por la entrevista en la que llegó a acusarla, entre otras cosas, de utilizar tácticas políticas propias del nazismo. Esas declaraciones aEl Paísle han costado a Cobo una sanción del partido, que considera seriamente suspenderle de militancia durante un año.

El hecho de que el instructor elegido por el PP para gestionar este caso haya hecho público que pretende castigarle sin carnet durante 12 meses ha servido también para enfrentar de nuevo y ante las cámaras a los colaboradores de Aguirre y a los de Gallardón. Y eso que, el lunes pasado, tanto la presidenta como el alcalde se prestaron a escenificar unidad y apoyo a su líder en un acto celebrado en Madrid.

SANTO JOB / Después del cruce de acusaciones por elcaso Coboy el desliz de Aguirre ante los micrófonos, está por ver si Mariano Rajoy, el mismo que hace unos meses admitió que no tiene vocación de convertirse en el paciente santo Job, tira de autoridad para volver a calmar la aguas en Madrid o, por el contrario, opta por mantenerse callado y obviar lo sucedido. De momento, varios dirigentes conservadores subrayaban ayer que las palabras de Aguirre son condenables «en el plano ético, en todo caso», pero no por vía disciplinaria, dado que no existió intención de lanzar insultos públicamente ni tampoco se dieron nombres concretos.

Más allá de los insultos o los odios desvelados por los micrófonos abiertos, lo que han evidenciado las malsonantes palabras de Aguirre es que la guerra que mantiene con Gallardón (incluida la batalla en Caja Madrid) puede tener descansos pero difícilmente tendrá un final. Al menos a corto plazo, por mucho que se empeñe Rajoy en imponer un armisticio a golpe de amenaza: hace apenas tres meses recordó a la presidenta y al alcalde que él tiene la potestad de quitar y poner candidatos, y les reclamó «inteligencia» en sus actuaciones por el bien del PP.