La ofensiva contra el canal catalán

TV-3 y el nacionalismo español

El rechazo de fondo es por su concepción de televisión nacional y no de medio complementario

ENRIC MARÍN

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Dos de las acciones de gobierno que más marcaron la primera legislatura de Jordi Pujol fueron la definición del modelo escolar y la creación de la CCRTV (hoy CCMA). El modelo escolar ha sido clave para garantizar la cohesión social independientemente de la diversidad de orígenes de los ciudadanos de este país. Y Catalunya Ràdio y TV-3 han permitido una cierta normalización de la cultura de masas en catalán y han contribuido a fijar industrias culturales. Son dos historias de éxito. Treinta años después, se hace muy difícil imaginar la Catalunya de hoy sin la existencia de la CCMA y de un modelo escolar propio. Más aún, no parece posible imaginar la continuidad de un proyecto de país avanzado y socialmente equilibrado sin renovar la apuesta por la educación y por un servicio público audiovisual de referencia. Educación y medios públicos forman parte del núcleo duro de las políticas culturales. Y, aunque a menudo no se tenga presente, también son políticas sociales en sentido estricto.

Precisamente por eso, no es casual la actitud de desconfianza y hostilidad del nacionalismo español hacia la escuela catalana y la CCMA. La campaña sistemática de los últimos 20 años contra la inmersión lingüística facilitó el sesgo recentralizador de la sentencia del Estatut y ha culminado tristemente con la ley Wert. No hace mucho, Dolores de Cospedal expresó la convicción de que fue un error transferir las competencias de educación en Catalunya. TV-3 también ha sido objeto de obsesión enfermiza. Se sugirió que debía ser una televisión antropológica y hubo que ponerla en marcha de manera alegal. Últimamente, los ataques han sido frecuentes, con un tono más agrio y ofensivo. Claro que los líderes populares que critican TV-3 también podrían darse por aludidos. Basta con recordar el papel del PP en la gestión de RTVE, IB3, Telemadrid o Canal 9. Realidades que no necesitan comentarios. Realidades perfectamente congruentes con el hecho de que los diputados europeos del PP votaran junto a la extrema derecha contra una resolución que proponía la creación o consolidación de autoridades independientes del audiovisual, o garantizar la independencia de los medios de comunicación públicos.

¿Por qué incomoda tanto TV-3 al nacionalismo español? Además del desacuerdo con la línea editorial, el rechazo de fondo es de raíz conceptual. Tiene que ver con su concepción como televisión nacional. Catalunya Ràdio o TV3 nunca han sido pensadas como medios locales o complementarios. Desde el principio fueron diseñadas tomando como referencia las corporaciones públicas de radiotelevisión europeas. Son estructuras de Estado avant la lettre. Su éxito de conexión con el público fue inmediato. Pero las dos reordenaciones del paisaje televisivo impulsadas por el Gobierno central han ido reduciendo la cuota de audiencia de TV-3, en un contexto de creciente oferta de canales en castellano. Primero fue la regulación de la entrada de operadores privados en el negocio televisivo. Después, el despliegue de la TDT que significaba un aumento exponencial de la oferta que arrinconaba la oferta catalana y en catalán. Por este motivo, en el 2004 el Govern negoció con el Gobierno central un segundo múltiplex para TV-3. Se pretendía disponer del espacio equivalente a ocho canales con la intención de garantizar una oferta multicanal completa, así como posibilitar la reciprocidad de recepción de TV-3, IB3 y Canal 9, y tener reserva de espacio para la innovación tecnológica en el nuevo entorno digital.

Disponer de este espacio permitió meter la alta definición y desplegar una oferta coherente que se completó en el 2011 con cuatro canales temáticos (cultural, deportivo, infantil/juvenil e informativo de 24 horas). El drástico ajuste presupuestario posterior forzó una integración de canales desdibujando la oferta segmentada, debilitando la programación cultural y desocupando una parte del segundo múltiplex. La anunciada supresión de este múltiplex sería un golpe de gracia al proyecto de servicio público audiovisual que representa la CCMA. Por eso la coartada técnica resulta ofensiva.

Ante tanta adversidad acumulada, hay que felicitarse por la enérgica reacción del Govern. También por la posibilidad de reencontrar el necesario clima de normalidad laboral y por la oportuna reconsideración del proyecto de externalización del departamento comercial. Afianzar la política comercial de la CCMA es vital. Y la vía es renovar las sinergias corporativas. Aunque solo sea porque el objetivo de profundizar en los valores democráticos y de reforzar la lengua y cultura catalanas, exige fortalecer un servicio público audiovisual que hoy es tan estratégico como lo era en la salida del franquismo.