LA CLAVE

Tortugas bobas en Barcelona

Ayuntamiento y oposición actúan a piñón fijo tras el enésimo verano incívico en la ciudad

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zentauroepp44587232 barcelona 08 08 2018 vendedores ambulantes top manta en el 180809125636 / FERRAN NADEU

Bernat Gasulla

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Parafrasendo al gran y añorado Javier Belmonte, autor del “Barcelona, la ciudad en la que nunca pasa nada”, en Barcelona pasa siempre lo mismo.

Llega el verano y, ya se sabe, la avalancha de turistas desgarra las costuras de la convivencia en la ciudad. El top manta se desboca, los guiris vandálicos campan a sus alcohólicas anchas pensando que las calles que pisan son una Disneylandia para adultos donde todo vale, el narcoturismo se deja ver en el asfalto en forma de yonquis desmadejados en las aceras…

Este verano el detonante de la tormenta, el episodio que ha roto el cascarón, ha sido la agresión sufrida por un turista norteamericano de origen cubano a manos de unos manteros en la plaza de Catalunya y los desmanes en la Barceloneta. El pasado, justo antes del horror del 17-A, fueron la turismofobia y las movilizaciones contra los narcopisos. El anterior, también la Barceloneta.

Y la reacción de todos ha sido la del piñón fijo. Como las tortugas bobas nacidas en Mataró, que al nacer solo tienen un objetivo: llegar al mar guiadas por la luz de la Luna. Y que nadie las despiste con otras luces. Ellas, siempre hacia adelante.

La culpa, siempre de otros

Unos, los que mandan en la ciudad, esquivan las balas con una cintura digna de un central de los años 70. La culpa, siempre de los otros: que si faltan mossos, que si la precampaña se ha adelantado, que si se quiere desgastar a la alcaldesa Colau. Todo, menos presentar medidas concretas y realistas para encarar los evidentes problemas de la Barcelona estival. Y hasta llegar al extremo de Albert Arias, director del Plan Estratégico de Turismo, que envió por Twitter “a la mierda” –como Labordeta y Fernán Gómez- a los que culpaban a Colau de la situación. 

Los otros, los que no mandan (y algunos lo han hecho durante años), acusan a la alcaldesa de consentir a los manteros lo que no se consiente a las terrazas, de escamotear la presencia de policías en la calle, de crear una ciudad antipática a los turistas y, a la vez, consentirles todo con el desgobierno que la caracteriza. Al final,  todo ha acabado como era previsible: con la reprobación (la tercera en muy poco tiempo) de Colau.

Todos ellos, a piñón fijo. Como las tortugas bobas, hasta el mar sin cambiar la dirección por nada ni por nadie.

Los barceloneses nos merecemos que el debate político no se pueda escribir antes de que se produzca, por previsible. Las realidades son complejas, cierto, y no requieren soluciones simplistas, pero eso no es excusa para no actuar. Qué pereza da pasar agosto en la ciudad.