ANÁLISIS

Un torpedo contra May

El problema de la primera ministra, más allá de su idiosincrasia, es que tiene un Gobierno que es un campo de minas

Theresa May, en el centro, saludando a otros dirigentes europeos

Theresa May, en el centro, saludando a otros dirigentes europeos / periodico

ROSA MASSAGUÉ

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“’Brexit’ es ‘brexit’”, pero ¿qué ‘brexit’? Si a este primer interrogante no hay una respuesta clara, no es de extrañar que el Gobierno de Theresa May no tenga un plan para ejecutarlo cuando ya han pasado casi cinco meses del referéndum. El informe publicado por el diario ‘The Times’ no revela nada que no se supiera. Hace menos de dos semanas, el European Council on Foreign Relations (ECFR) realizaba un debate en Madrid en el que se llegaba a estas dos conclusiones: se mantiene la incertidumbre acerca de si el ‘brexit’ será ‘duro’ o ‘blando’, y el Gobierno británico ni sabe qué estrategia seguir, ni qué objetivos busca exactamente (excepto poner fin a la libre circulación de personas).

Así, discutir la veracidad del contenido del informe, su oficialidad, su autoría o quién hizo el encargo tendría poco recorrido si no fuera porque el documento es un torpedo que apunta directamente a la primera ministra, de quien se denuncia su incapacidad para delegar. El informe da por hecho que esta forma de tomar decisiones individualmente es irreversible y, ante la magnitud de la tarea, el anónimo escribano asegura que May “difícilmente podrá mantener” su forma de gobernar. Es cierto que podría cambiar de estilo, pero el problema de la primera ministra, más allá de su idiosincrasia, es que tiene un Gobierno que es un auténtico campo de minas, con unas profundas divisiones entre sus componentes, tanto entre los tres responsables del dosier ‘brexit’ entre sí, como entre estos y el resto de ministros, con el añadido de la profunda ignorancia sobre la materia precisamente del trío responsable de sacar al Reino Unido de la UE.

La mayor muestra de la ignorancia y desconcierto del Gobierno ante un envite de la envergadura del ‘brexit’ fue el veredicto del Tribunal Superior de Londres que establece la necesidad del voto del Parlamento para activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa e iniciar formalmente las negociaciones con Bruselas. Pensar que un cambio tan radical en la arquitectura institucional y de relaciones exteriores del país podía hacerse sin contar con el Parlamento, aunque el Reino Unido carezca de una Constitución escrita, indica la desorientación de los gobernantes. La apelación presentada por el Ejecutivo contra aquella sentencia se verá a principios del próximo mes y todo indica, dada la claridad de la sentencia original, que además de ser una pérdida de tiempo y de dinero público, puede propinar otro golpe a la credibilidad de una primera ministra que fue partidaria de que el Reino Unido permaneciera en la UE, pero que en cuanto vio la posibilidad de llegar a Downing Street supo ponerse de perfil.

Que el Gobierno no tenga un plan para ejecutar la salida no debe sorprender. Desde que en 1992, tras la firma del Tratado de Maastricht, abandonara el Partido Conservador para crear el UKIP, el bocazas Nigel Farage no ha hecho otra cosa que hacer campaña a favor del ‘brexit’, pero no ha dedicado ni una línea escrita ni una frase ante la puerta de un pub, cerveza en mano, a explicar cómo había que hacerlo.