El turno

Impotencia emocional y otras drogas

NAJAT EL HACHMI

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Amor y otras drogaspodría ser una comedia romántica típica, ñoña, con poco contenido y llena de clichés sobre cómo viven el amor las mujeres. Y, mira por dónde, es una película con mensaje, tirando a profundo, que analiza uno de los temas más importantes referido a las relaciones de pareja en el siglo XXI: el de la impotencia emocional y afectiva que sufren muchos individuos.

El filme empieza con escenas subidas de tono nada hollywoodienses, con los encuentrossolosexuales de los protagonistas: una enferma de párkinson muy joven y un visitador médico que se hará de oro vendiendo Viagra. Y aquí podría parecer que la historia se desliza hacia la típica comedia de malentendidos en que uno dice amor cuando quiere decir sexo y todos acabamos compadeciéndonos de la chica que ve heridos sus sentimientos. Sin vocación despoilerles digo que la cosa no va por ahí y que lo que sigue es la foto fija de una dinámica de relación muy común, el retrato de una generación que ha querido, quizá como heredera de la posmodernidad y un feminismo mal entendido, cargarse cualquier vínculo que pudiera establecerse entre el sexo y las emociones. Como si el cuerpo y la persona pudieran separarse sin consecuencias, como si al fin y al cabo laplastificaciónde las emociones fuera la única forma segura de encontrarse con el otro sin salir herido. Una generación que bien podría resumirse en la escena más cómica y a la vez dramática de la película: cuando al chico le dan ganas de decirle que ama a la chica y por hacerlo le coge una auténtica crisis de ansiedad. Y, mientras, sigue vendiendo Viagra. Está claro que es mucho más fácil curar la impotencia física que la emocional. La suerte que tenemos es que es poco probable que a los laboratorios farmacéuticos les interese desarrollar una pastillita que cure las disfunciones afectivas. Menos mal, porque así por lo menos podremos seguir siendo propietarios de esa parcela de humanidad.