El turno

Imposible cerdo 'halal'

NAJAT EL HACHMI

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Un matrimonio marroquí mantiene una animada conversación, si no discusión, con la dependienta de una panadería. Entre los tres tienen cogido un polvorón y analizan detenidamente las minúsculas letras impresas en el envoltorio. No veo si es de Estepa o del convento de Santa Clara de Antequera, pero no parece que la polémica sobre el origen de los mantecados sea el centro del apasionado debate. Me llegan las frases «este lleva poco» y «yo ya le dije» y una cierta impaciencia de la chica, a quien se le acumulan los clientes por atender. La pareja insiste en intentar encontrar lo imposible: un polvorón sin cerdo,halaly apto para musulmanes.

Esta insistencia puede deberse a que lo hayan probado antes «por accidente» sin conocer los ingredientes y algún letrado musulmán responsable o algún cruel escamoteador de placeres ajenos les haya detallado el contenido y se hayan visto obligados a revisar las etiquetas. Pero también puede ser que les tienten estos dulces por parecerse en formas, aromas y texturas a muchos tradicionales del otro lado del Estrecho. Una tercera posibilidad es que los comieran en Marruecos. Hace años, en muchas tiendas de Nador los vendían sin mencionar la prohibición coránica, y cuando alguien comentaba al responsable que vendía cerdo a sus clientes contestaba: es lo que le gusta a la gente.

Pero la pareja del otro día no gozaba del privilegio de la inopia y protagonizaba esta incómoda escena en un país donde además las restricciones alimentarias por razones religiosas son vistas como una contrariedad, como una obsesión de los «otros» para llevar la contraria y complicar la vida al personal. Cuando se fueron, la dependienta lo resolvió dirigiéndose a sus compañeras: «Cuando venga gente de esta, les decís que todo es cerdo y se acabó». Venga, el diálogo de civilizaciones donde no haya cola.