Dos miradas

Hacia el desastre

Entre la extravagancia del procesamiento de Willy Toledo o la definición que Rivera hace de Valls, me quedo con el gesto de Meghan Markle, que hace tambalear el Imperio por cerrar ella la puerta del coche oficial

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Josep Maria Fonalleras

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Vivimos días ciertamente torpes y extraños. Dentro de unos años, con la condición de que estos días no se eternicen y se conviertan en normales, quizá seremos capaces de reconocer que aquella segunda década del siglo XXI estuvo llena de circunstancias extravagantes y de estrambóticos episodios irracionales. Mencionaré solo un par, los más recientes. El procesamiento de Willy ToledoWilly Toledo, por ejemplo, por haberse cagado en Dios. Y en la Virgen. Y quizá en todos los santos y los beatos. Un delito de blasfemia, aunque legalmente no tiene ese nombre, en un Estado que no defiende ninguna religión pero que incluye en su legislación una pena para los que ofendan la religión o hagan escarnio de ella. Y que esta pena es la misma para los que hagan escarnio u ofendan a los ateos. ¿Cuántos irreductibles católicos no deberían pagar una multa por haber vejado a los no creyentes? Decenas de miles. Y resulta que un actor dice lo que dice (como lo dice tanta gente) y tiemblan los cimientos del sistema.

Segundo ejemplo. Albert Rivera dice que Manuel Valls es una persona progresista que dijo que el socialismo había muerto. Espléndida definición. Como el ateo que dice que Dios existe o como el creyendo que lo niega. Discrepancia rotunda en los términos de una proposición.

Con tanta extravagancia, me quedo con el gesto de Meghan Markle, que ha hecho tambalear el Imperio porque ha cerrado, ella misma, sin ayuda de mayordomos, la puerta del coche oficial. El mundo se encamina al desastre.