El oficio más bonito del mundo

El oficio de hacer libros tal vez no sea el más antiguo del mundo, pero es el más bonito

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MILENA BUSQUETS

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La genial y adorable (dos adjetivos que casi nunca van juntos) Ana María Moix contaba una anécdota sobre la otra Ana, Ana María Matute, que siempre me hacía reír, una de esas historias que, como un niño pesado, reclamas que te cuenten una y otra vez.

Un día, estaban las dos Anas (así las llamaba a veces mi madre) participando en una mesa redonda sobre literatura junto a otros estudiosos. La conferencia se había ido alargando y no era especialmente divertida (casi nunca lo son, a los autores hay que leerlos, no escucharlos) y Ana María Matute rumiaba silenciosa e inmóvil con la cabeza inclinada sobre el pecho en un extremo de la mesa. Ana María Moix, que era un poco sufridora y que siempre se preocupaba por todo el mundo, temía que se hubiese quedado dormida y que en cualquier momento se desplomase sobre la mesa. Por fin llegó el turno del último conferenciante. Parecía que aquello no iba a acabar nunca -en las conferencias (como en la vida) hay personas que hablan para los demás y personas que hablan para sí mismas-. En un momento dado, como parte de su ponencia, el profesor dijo:

-Porque si consideramos las ideas del filólogo Manuel Alvar…

Entonces la Matute dio un respingo, despierta de repente como por arte de magia, y exclamó:

-¡Eso! ¡Eso! ¡Al bar!

El lunes se falló el Premi Llibres Anagrama. Lo ganó Tina Vallès con 'La memòria de l’arbre'. Como los de Anagrama son tan listos, el fallo y la posterior celebración tuvieron lugar en un bar, “La Coromina” del CCCB, en pleno Raval barcelonés. Dos de mis personas favoritas no pudieron asistir: Jorge Herralde porque se ha roto la pierna y Sergi Pàmies, que es miembro del jurado del premio, porque ese día actúa en la tele. Pero había mucha gente, editores y escritores y periodistas y músicos, amigos.

UN GRUPO DE CHALADOS BEBEDORES

Y de repente, tuve la sensación de que no faltaba nadie (todas las grandes noches empiezan así) y de que éramos las personas más afortunadas del mundo. El mundo editorial, un grupo de chalados bebedores que se esfuerzan cada día por hacer algo que casi nadie quiere o sabe que quiere: libros. Según el último sondeo del CIS uno de cada tres españoles no lee nunca un libro. Personas que dedican su vida, su talento, su tiempo, a veces su dinero, a crear algo que tal vez arregle un poco el mundo, que tal vez añada algo de belleza, que tal vez haga que alguien en algún sitio se sienta menos desamparado. El oficio de hacer libros tal vez no sea el más antiguo del mundo, pero es el más bonito.

En algún momento de la noche, que fue muy larga, me pareció ver las siluetas de las dos Anas, me pareció que lo estaban pasando bien y estuve a punto de acercarme a ellas para que me volviesen a contar, por enésima vez, la anécdota de Alvar.